Bueno, sí, tenemos que admitirlo, hay un problema con el clima y el dióxido de carbono: necesitamos más carbono en la atmósferas. Usted, como todo el mundo, ha oído exactamente lo contrario, y lo ha oído desde todas las instancias e incesantemente, justificando el empobrecimiento más pavoroso y el recorte de libertades más indignante. Sólo que todas esas alarmas no están sustentadas por los datos, alerta Patrick Moore, presidente y científico jefe de Ecosense Environmental y cofundador de la organización medioambiental Greenpeace, basándose en las investigaciones más recientes.
Según la ONU, hay que gastar miles de millones de dólares de los contribuyentes en «iniciativas respetuosas con el clima» como la energía eólica y solar y comer menos carne, y la administración Biden ha pedido una transición total hacia los vehículos eléctricos. Es un mensaje que repiten el presidente estadounidense Joe Biden, el Foro Económico Mundial e innumerables líderes gubernamentales: las concentraciones de CO2 son demasiado altas y la quema continua de combustibles fósiles, que liberan CO2, provocará la muerte de personas.
«Todo esto es una estafa total», ha asegurado Moore. «En realidad, no hay evidencia científica de que el CO2 sea responsable del cambio climático». No es casual que en las últimas décadas, el mensaje climático haya pasado del enfriamiento global al calentamiento global, luego al cambio climático y ahora a la emergencia climática.
«Dicen que todos los tornados, todos los huracanes, todas las inundaciones y todas las olas de calor son causados por el CO2. Eso es una mentira (…). Somos parte del ciclo», dice Moore. «No necesitamos CO2. Para nosotros, es un producto de desecho: necesitamos oxígeno. Pero las plantas son las que producen el oxígeno para nosotros, y nosotros estamos produciendo el CO2 para ellas».
Moore va más lejos: no es que la emisión de CO2 por la combustión de combustibles fósiles no sea mala; es que es buena para las plantas. «Estamos reponiendo la atmósfera con CO2 hasta un nivel mucho más propicio para la vida». ¿Quién se atreve hoy a reconocer en público —y es un dato fácilmente comprobable— que las muertes relacionadas con el clima y los desastres climáticos han disminuido «precipitadamente» a lo largo de los años? Pues lo ha demostrado John Christy, climatólogo y profesor de ciencias atmosféricas en la Universidad de Alabama en Huntsville y director del Centro de Ciencias del Sistema Terrestre.
En 1925 hubo un promedio de 484.880 muertes relacionadas con el clima en todo el mundo, según Human Progress. Desde entonces, ha disminuido constantemente; el último informe, de 2020, muestra que hubo un promedio de 14.893 muertes relacionadas con el clima en todo el mundo. «Ahora se presenta al CO2 como la causa del clima extremo dañino. Nuestra investigación indica que estos extremos no se están volviendo más intensos ni frecuentes», declara Christy a The Epoch Times. «Por lo tanto, el CO2 no puede ser la causa de que algo no ocurra».
Da igual: la ONU planea que los países reduzcan las emisiones lo más cerca posible de cero para 2050, algo que Malgosia Askanas, asociada principal de investigación y desarrollo del Instituto de Investigación Biofísica Aurora, califica de «suicidio colectivo». El temor ante las emisiones de CO2, insiste Askanas, no es científico.
Lo cierto es que el clima de la Tierra es tremendamente variable y actualmente se encuentra en una fase de calentamiento gradual. «El CO2 ha sido demonizado injustamente porque en realidad es alimento vegetal en su forma atmosférica, y es la consecuencia de generar energía basada en el carbono, lo que sin duda mejora la vida en todo el mundo», señala John Christy. «En el pasado, los niveles de CO2 en la atmósfera eran muchas veces mayores que los actuales».
Moore recuerda que las concentraciones actuales de CO2 son «históricamente bajas». «Hace 150 millones de años, el CO2 estaba entre 2.000 y 2.500 partes por millón (ppm)». En general, el CO2 atmosférico es bajo (alrededor de 180 ppm) durante los períodos glaciales y más alto durante los interglaciales, según el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas (IPCC).
Askanas rechaza el concepto ampliamente difundido de que existe un consenso científico sobre «el carácter nocivo del CO2, la tendencia al calentamiento global, el aumento de los desastres naturales y el derretimiento del hielo ártico». «Todos estos son dogmas políticamente motivados que están respaldados por datos, estadísticas y argumentos descuidados o abiertamente fraudulentos», dijo, calificando el plan de cero emisiones netas de la ONU de «fascista total». La agenda climática, concluye, es una forma para que los gobiernos obtengan un control político total.
La Gaceta de la Iberósfera