sábado, 23 noviembre, 2024

¿Imbéciles, lacayos o cipayos?: nuestro Senado a los pies de la ideología de género

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Héctor Acuña
Héctor Acuña
Director Editorial de InformatePy

Me resulta patético y lamentable el flagrante servilismo de nuestro senado que se encuentra colonizado por perjudiciales ideas foráneas, entre ellas, por la ideología de género. Esa espantosa y vergonzosa realidad se observó el pasado viernes 15 del corriente cuando en la Sala Bicameral del Congreso de la Nación se llevó a cabo el III Encuentro Interinstitucional y de Egresados de la Universidad de Bolonia en Latinoamérica, con el lema “Riesgos y desafíos de la democracia global”. Con ese lema uno puede pensar que se hablará de “Gasto Público”, “Corrupción” o “Gobernabilidad”, pero no. No se habló de eso, sino que nuestros legisladores, entre los que se encontraba Kattya González y el actual presidente del Congreso, el senador Silvio Ovelar, se sentaron por horas, a cuenta de un salario que le pagamos todos los paraguayos, a escuchar una serie de estúpidas exposiciones que atentan, no solamente contra el orden constitucional de nuestra República, sino contra el sentido común:

  • “La necesidad de incorporar el término ‘travesticidio’ en el Código Penal Argentino”.
  • “Minorías, género, diversidades y empresa”.
  • “La identidad de género en niños, niñas y adolescentes. ¿hormonización a edades tempranas?”.

Lo diré con toda la bronca que me sale: nuestro Senado de la Nación tiene vocación de imbécil, lacayo o cipayo para estar escuchando horas la cínica apología del atentado contra la identidad infantil que representan los tratamientos de hormonización.

La expositora, una decadente magister en derechos humanos de la decadente república argentina, tuvo la desfachatez de denominar “salud integral” a los procesos invasivos de hormonización infantil sin ruborizarse. Dijo:

Argentina cuenta con un marco amplio en todo lo que tenga que ver con la identidad de género. Si bien su normativa incorpora a la infancia trans que permite el acceso a la salud integral de acuerdo con la expresión de género, incluyendo las modificaciones corporales en base a tratamientos de armonización y quirúrgico, para la cual cuando se tratan de personas adultas, solo requiere el consentimiento informado y en personas menores de edad de 16 años que quieran someterse a intervenciones quirúrgicas o personas menores de edad de 13 años que quieran realizar tratamientos hormonales se les requiere únicamente el consentimiento informado, más la autorización de una persona adulta.

¿Cómo es que ningún senador tuvo la decencia de levantarse y patear el tablero reafirmando que nuestra Constitución Nacional y el Estado paraguayo “garantizan” a todos los niños “su desarrollo armónico e integral”, según el artículo 54 de la carta magna?

¿Cómo es que nuestros congresistas pueden avalar discursos que plantean delincuencialmente atropellar la frágil indemnidad infantil con bloqueadores hormonales y tratamientos de hormonización como si estos fueran un sucedáneo apropiado de “desarrollo armónico”?

¿Cuál es la vocación de un senador o una senadora que se sientan por horas pagadas por nosotros los paraguayos a escuchar los “consejos” de decadentes europeos o argentinos que ni siquiera pueden con sus problemas domésticos, pero no se ruborizan por venir a aconsejarnos? ¡Hay que ser caraduras!

¿Desde cuándo es un derecho humano inyectar hormonas periódicamente a niños y adolescentes bajo la bandera de una supuesta “salud integral”? Estos macabros y sombríos doctores en derechos humanos siguen su violenta agenda que tiene como foco la sexualidad infantil ¿Por qué estos ideólogos se encuentran tan obsesionados con la sexualidad infantil? ¿Por qué intervenir activa e invasivamente en la conformación sexual infantil? ¿Por qué no dejar simplemente a los niños crecer?

El Senador Silvio Ovelar y la Senadora Kattya González deben salir a pedir perdón al pueblo paraguayo por arrodillarse y aplaudir como focas a un grupo de trasnochados doctores y doctoras de “derechos humanos” que promocionan el atropello de la inocencia de los niños como si fuera algo bueno.

Si no lo hacen hay solo tres opciones: o nuestros senadores son imbéciles, o son lacayos, o cipayos.

¿Usted qué piensa, amable lector y estimada lectora?

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