La semana pasada, una peculiar lidia se desató entre dos bandos del cuadrilátero político en la Cámara de Senadores de la República del Paraguay.
En una de las esquinas aparece una pintoresca mujer, aguerrida y de armas tomar, pero a la vez sencilla y cordial con quienes considera sus amigos. Tiene convicciones firmes, es «provida», ama a sus hijos, defiende sus nobles principios, y aunque no es perfecta, ha sabido ganarse el respeto de muchos por su militancia y su franqueza de corazón. Su nombre es Vanesa Vázquez, la legendaria «Vane» del Twitter.
En la otra esquina, en cambio, estaban dos Senadoras Nacionales. Una de ellas (disculpe que la mencione) es conocida como «La Mona» y la otra (disculpe que la mencione) como «La Poliamor». Los adjetivos calificativos que podría usar para describirlas no son precisamente laudatorios; pensando con algo de devaneo, podría decir al respecto que la primera de ellas ha conseguido que se hable pestes del Paraguay por las críticas de muy mal gusto (tanto estético como lingüístico) que hizo a la Reina Leticia de España durante la visita «en misión de solidaridad» que la monarca realizó en nuestro país. Sobre la segunda legisladora, bueno, esta se hizo conocida por llevar a cabo actos cuasi-circenses en las dependencias judiciales del país, por sus discursos altisonantes con palabrerío muy bonito, muy eufónico, con flautines y violines orquestales, tocando la sinfonía concertante (sin mucho genio ni profundidad, no dice nada nuevo ni original ni peculiarmente clave para el país) que encanta a cierta prensa y ciertos grupos «biempensantes», de esos que creen que recitar los mantras de Locke y Rousseau, que ponerse prosaicos con las charadas del sistema repitiendo la cartilla memorizada, es lo que caracteriza realmente a la «gente bien», pero en realidad no pasan de pseudo-intelectualidad atiborrada de maquillaje y con mucha teta que salta y rebota en Tiktok, fuera del horario de protección al menor.
No sabemos muy bien los motivos del enojo de las mencionadas senadoras, que se desgañitaron en furiosas declaraciones contra Vanesa Vázquez, pidiendo que ella fuera «removida» de las dependencias del Congreso Nacional. En los videos que circularon, se ve que «Vane», más allá de alguna sonrisa socarrona que podría explicarse por cualquier causa y que en todo caso se ofende el que quiere, no estaba haciendo cosa alguna que pudiera comprometer la seguridad de nadie ni la correcta realización de las muy útiles, muy productivas y muy importantes actividades parlamentarias.
De cualquier manera, las redes sociales se encendieron. Los partidarios de «Vane» por un lado y los adversarios de «Vane» por el otro. ¡Poderosa es la militante e «influencer» de la ANR que divide de esta manera a las aguas twiteras!
Pero más allá de chistecitos con intención literaria, en realidad, las cosas son mucho más complicadas. Déjenme graficarlo un poquito.
A muchas personas les pasó por alto que Vanesa Vázquez, más allá de sus cualidades y de que se sabe defender solita sin ayuda de nadie, en el fondo no es sino una simple ciudadana de la República del Paraguay. Cierto es que cuenta con importantes amistades, pero en el fondo, no pasa de ser una mujer sencilla e indefensa en comparación con «La Mona» y «La Poliamor», quienes ostentan poder político-mediático pues son Senadoras de la Nación.
Y cuando dos legisladoras, con todo el armatoste y el aparato político-mediático que las sustenta, se ponen a despotricar amenazadoras contra una simple ciudadana a la que aparentemente deshumanizaron sin misericordia alguna para luego exigir credenciales anti-constitucionales a los comunicadores de la prensa (en Paraguay el ejercicio del periodismo es libre y sin limitaciones), esto señoras y señores, debería ser motivo para que todos levanten su voz de repudio contra un presumible abuso de poder, contra un potencial terrorismo de estado que habría de cometerse sobre una mujer cuyo supuesto único crimen es «ser militante de la ANR».
Porque parece ser que a muchos se les olvidó que «La Mona» y «La Poliamor» están ocupando, para desgracia de nuestro país, un curul cada una. Esto es, tienen poder efectivo en sus manos. Poseen potencial de emplear el aparato estatal para reprimir, directa o indirectamente, a las personas a quienes ellas consideran sus posibles rivales políticas. Y guste o no les guste, lo que hicieron estas Senadoras Nacionales contra Vanesa Vázquez, ciudadana de la República del Paraguay, en la semana pasada, tuvo toda la apariencia de ser un acto de prepotencia y autoritarismo, un presunto abuso de poder sobre una mujer que, estoy seguro, sabe defenderse sola pero de cualquier manera, dudo mucho que no se haya sentido intimidada, zaherida, humillada y afectada en sus más fundamentales derechos civiles y humanos.
¿Hubo algún medio de la «gran prensa» que dio siquiera oportunidad a Vanesa Vázquez para que pueda presentar su «descargo»? ¿O tal vez todos permanecieron con un «silencio cómplice» ante este supuesto atropello descarado contra los más fundamentales derechos consagrados en ese papel mojado e inservible llamado Constitución Nacional, en el que se garantiza la libertad más completa de prensa y del ejercicio del periodismo?
Y la respuesta es que fueron «cómplices» por pensamiento, palabra y omisión. Porque por alguna razón que solamente se puede explicar por meros egoísmos y partidismos sectarios, en la «gran prensa» del Paraguay está ampliamente aceptado que la constante deshumanización contra aquellos que no comulgan con los dueños de los medios o con la línea editorial de sus gerentes de turno (esto es, aquellos que son «cartistas» en particular o colorados en general, pasando por los que defienden ideas contrarrevolucionarias y demás) sean presentados ante el imberbe vulgo como poco menos que basura, como piltrafas a las que se debe pisotear y vulnerarles todos sus derechos más básicos.
Entonces, aprovechemos la ocasión para recordarles lo que pasó con el español Rafael Barrett y el italiano Guillermo Bertotto. Estos hombres tuvieron el atrevimiento de criticar a los gobiernos liberales en tiempos de Emiliano González Navero y el Coronel Albino Jara a través de su revista de prensa independiente «Germinal». Por toda respuesta, los personeros del «régimen azul» humillaron públicamente a estos dos periodistas extranjeros; los apresaron, los torturaron y para rematar la bárbara faena, les hicieron tragar «disueltos en salmuera» los artículos periodísticos que emitieron contra los gobiernos liberales de entonces, luego expulsándolos del país como si fueran unos perros. Tanto Barrett como Bertotto nunca se recuperaron completamente de esta salvajada que sufrieron a manos del «régimen azul» y fallecieron poco después.
¿Tal vez hay que hablar del tristemente célebre Fortín Galpón? Verdadero campo de concentración creado durante la llamada «Hegemonía Liberal» de 1904 – 1947, en donde cientos, quizás miles de paraguayos, eran enviados para ser sometidos a todo tipo de vejaciones, por el simple hecho de disentir y criticar al «régimen azul». Solamente el 29 de marzo de 1909, unos cincuenta presos políticos fueron deportados al Fortín Galpón. Un liberal como Gomes Freire Esteves dice en su «Historia Contemporánea del Paraguay»:
Por la manera en que «La Mona» y «La Poliamor» actuaron contra Vanesa Vázquez, todo nos hace suponer que esas dos legisladoras, si tuvieran la oportunidad, potencialmente serían capaces de imitar los funestos ejemplos que hemos rescatado, acaecidos en tiempos de los liberales Emiliano González Navero y el Coronel Albino Jara.
Aunque la considero una amiga, mi solidaridad hacia Vanesa Vázquez es una cuestión de principios. Ella es muy valiente para enfrentar a los poderosos, con su presencia que les incomoda sobremanera, al punto tal que las senadoras mencionadas son capaces de proferir contra «Vane» todo tipo de insultos y denigraciones.
Precisamente por los principios que estoy invocando, he decidido escribir estas líneas para «no ser de los que callan ante una injusticia». Para que se diga alguna vez, sí es que existe una posteridad para todos nosotros, que una valiente mujer paraguaya llamada Vanesa Vázquez «no está sola». Que aunque ella tenga poderosos enemigos desde los curules parlamentarios de nuestro país quienes presuntamente la han humillado y deshumanizado de todas las formas imaginables, siempre habrá alguien que dejará cuando menos por escrito, como Rafael Barrett y Guillermo Bertotto, su repudio ante estos potenciales abusos de poder contra una gallarda ciudadana que simplemente estaba ejerciendo sus derechos civiles y políticos. ¡Aunque nos manden a todos al Fortín Galpón!
¡Santiago y cierra, España! ¡Viva el Club Olimpia!
¡Vivan el Mariscal López y Doña Elisa Lynch!
(Es que las fechas se prestaban para la valentía y el lirismo; 24 y 25 de julio deben ser feriados nacionales).