El año 2003, Hugo Chávez lanzó la frase que lo perpetuaría en la eternidad histórica: «Ser rico es malo». De manera análoga, Evo Morales pasó gran parte de su presidencia condenando a los empresarios y ricos de Bolivia. Tanto Chávez como el cocalero no estaban haciendo otra cosa que repetir la narrativa inventada por Fidel Castro y sus secuaces en los años 60.
Empero, la narrativa contra la riqueza y el éxito empresarial no era un monopolio exclusivo de los rufianes del Socialismo del Siglo 21. De hecho, en mi época de universitario tuve varios docentes que, usando un lenguaje más enredado y seudocientífico, decían, prácticamente, lo mismo.
Sin embargo, ¿ser rico es malo?
Depende de las circunstancias en las cuales se ha conseguido la riqueza, pues solamente hay dos maneras de volverse rico: 1) siendo productivo en el mercado, y 2) cometiendo crímenes.
El profesor, Jesús Huerta de Soto, ha sintetizado en el concepto de Función Empresarial todo el complejo proceso productivo que conlleva la creación de riqueza. El ser humano siempre actúa para conseguir un fin, es decir, modificar el presente para en un futuro más o menos próximo alcanzar un objetivo. El emprendedor es todo aquel que, haciendo uso de su creatividad e inventiva, busca satisfacer necesidades de un tercero. Obviamente, aquellos que pueda satisfacer con mejor calidad y precio las necesidades del prójimo verán crecer sus patrimonios. Nada de malo hay en eso, pues fue un proceso voluntario donde compradores y emprendedores ganaron mutuamente. Por ejemplo, antes de inventarse el motor a combustión, se consideraba que el petróleo era una maldición, ya que se filtraba a los pozos de agua haciéndolos inservibles.
Ya vimos la forma honesta de volverse rico, toca hablar de la deshonesta y criminosa, esa que hizo rico a rufianes como Chávez, Maduro, Castro o el cocalero Morales.
Desde el arranque mismo de su vida pública Evo mostró su lado delincuencial. Su movimiento de productores de coca jamás fue un grupo social que buscaba la reivindicación de los pueblos indígenas, su verdadero objetivo era, mediante el terrorismo, tumbar a los gobiernos democráticos de Bolivia para instaurar una narcodictadura.
Los cocaleros y otros movimientos sociales no son otra cosa que pandilleros, sicarios y matones. Solamente hay que recordar el secuestro y posterior asesinato de los esposos Andrade el 2002, o el cruel linchamiento de Cristian Urresti en Cochabamba el año 2007. Al respecto, Marcelo Miranda Loayza, en un artículo titulado: Evo Morales, el arquetipo del mal tipo, afirma lo siguiente:
No obstante, hay que añadir otro detalle, durante sus catorce años de dictadura Morales vivió una vida más cara que la de muchos empresarios de los países desarrollados. Entre sus lujos se incluyen, avión privado, vehículos de alta gama, guardia personal y hasta niñas en calidad de esclavas sexuales. El cocalero usó el dinero de los bolivianos para viajar alrededor del mundo, jugar a la pelota con personajes tan nefastos como Maradona, y hasta para autoinvitarse a las ceremonias de inauguración de eventos deportivos, como El Mundial de Futbol Rusia 2018. Evo es la muestra más clara que lo únicamente malo es militar en el castrochavismo.