domingo, 17 noviembre, 2024

¿Familias perfectas?

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Hugo Vera Ojeda
Hugo Vera Ojeda
Fundación ISSOS para la Libertad y el Desarrollo

Las falacias son trucos retóricos que apelan a la psicología en lugar de la lógica. Por ejemplo, la llamada falacia del hombre de paja consiste en diseñar la figura del adversario en base a argumentos que uno mismo construye y no son los utilizados por este, con el fin de ridiculizarlo a pesar de que nunca sostuvo lo que se le acusa.

En este caso, las personas que parecieran descontrolarse por escuchar la palabra vida o familia, han hecho creer que quienes se oponen a la ideología de género son personas con doble moral que pretenden hacer creer que viven una vida perfecta y cual la familia Ingalls, corren todos juntos de la mano en un prado verde lleno de flores y que tienen sexo usando un calendario para no enfadar a Dios.

Lo pintoresco es que tienen éxito y la gente les cree. ¿Y cuál es la razón? Primero la falta de argumento para enfrentar directamente el debate y evadir que lo que se cuestiona, no es la vida privada de nadie ni se aduce perfección, sino la imposición de un sistema en donde el Estado se convertirá en uno totalitario y que, bajo cualquier excusa, que va desde una simple opinión «prohibida» hasta la protesta por cuestionar una malla curricular, servirá para borrar a cualquier disidencia.

¿Por qué se elige el tema de sexual en la discusión de currícula? Sencillamente porque si la protesta de los padres por la enseñanza de física cuántica a niños de 6 o 10 años, sin tener aun la madurez para absorber y procesar la información, no causaría una reacción bilateral, quizás sólo de los padres pero no tendría la oposición de la gente que guarda un resentimiento muy bien guardado, ya sea por una homosexualidad reprimida, el estigma injusto de la maternidad en soltería y otros tantos existentes que no hubieran saltado al tapete sin un estímulo confrontativo.

Quizás muy pocos hayan notado el patrón existente entre los que apoyan con tanta euforia la ideología de género y pierde la cabeza con la palabra familia o trastorno y es el de tener un resentimiento muy profundo por cualquier estigma, injusto o no, que la sociedad le impuso y que mejor momento para sacarlo afuera, al punto de siquiera notar la trampa totalitaria que hay detrás. Es la trampa perfecta tendida por el método Gramsciano: «Dame un odio y te crearé una ideología». A nadie le importa los resultados de ese destape eufórico, como las leyes de cuotas para que la democracia sea destruida, pues a falta de público, a través de la ley, se impondrá escaños, si, al igual que los nazis que luego tomarían todo el poder con este arranque o la destrucción del modelo acusatorio en donde quien acusa debe demostrar la culpa del acusado, para dar paso al modelo inquisitivo, en donde la carga de la prueba incumbe al acusado, bajo la excusa de reprimir la «discriminación» que por supuesto, como siempre no pasará nada si los discriminados no están en la lista de los privilegiados.

Así, no habrá problema si en tu peluquería no aceptas hombres, pero ni se te ocurra decir que no aceptas cualquiera de los 157 géneros de la lista. Claro, finalmente esos análisis son imposibles de hacer mientras los odios y rencores, estimulados por todos los flancos, como la prensa, las escuelas y hasta en las caricaturas, te mantienen ocupado pensando que los que sobreviremos a la extinción por selección natural, pues son los idiotas los primeros en la fila, lo haremos porque presumimos de una vida perfecta cuando sólo tratamos de advertirte que estas primero en la fila de los premios Darwin, distinción otorgada a los que colaboran con la tesis de que los más imbéciles, son los que primeros se extinguirán, sencillamente por dejar de usar la razón.

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