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Nada cambiará el próximo domingo

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Será un día como cualquier otro. Los ciudadanos de este país se verán sometidos al insufrible procedimiento de mancharse colectivamente con el ridículo entintado del dedo índice, simbolismo clarísimo, como el de ingresar a un «cuarto oscuro» para realizar alguna fechoría que uno busca ocultarla y que nadie lo vea, alguna travesura de la que uno para nada se siente satisfecho, contento y orgulloso (en el buen sentido de este último vocablo).

Alguien describió acertadamente a todo ese procedimiento como una especie de ritual de onanismo con un enfoque eminentemente femenino… No entraré en detalles, el que quiere entender, entenderá.

Los hombres, los machos de verdad, quieren guerra. Están buscando al General Julio César para que conduzca a sus legiones a la victoria o la muerte. No se las pasan pensando en «entrar en el cuarto oscuro» y luego «meter el dedito». Muy femenil es todo el tema del electoralismo, que me disculpen las pocas damas que quizás lean mis escritos, pero es así.

Pero ese inservible papel mojado llamado «Constitución Nacional de 1992» dice que la República del Paraguay es un estado «democrático y participativo» y al mismo tiempo, afirma que «renuncia a la guerra». ¡Dios nos pille confesados! ¡La ideología de género ya penetró en la mismísima «Carta Magna» sin que nos demos cuenta!

¿Estoy pidiendo que se salga a guerrear en las calles y que nos pongamos a reconquistar el Río Grande del Sur? No precisamente… Sólo digo que esto del electoralismo «me la suda», en especial porque no me gusta que me tomen del pelo.

Nada cambiará con las próximas elecciones presidenciales y parlamentarias. El mismo sistema que es «democrático y participativo», continuará operando para desgracia de este pueblo. Seguiremos «renunciando a la guerra» (siendo que todo, absolutamente todo, es una «guerra espiritual», en cada momento y lugar) como perfectos domeñados y sumisos que somos, pues me incluyo, soy parte de este país al que amo, en el que soy feliz y en el que sufro.

Sí yo fuera candidato, propondría una Reforma Constitucional. Entre varios artículos que cambiaría, el primero sería «el Paraguay renuncia a la guerra». Escribiría: «la República del Paraguay se encuentra en estado de guerra espiritual permanente, en contra de todos los enemigos de su soberanía y libertad; en contra de los ciudadanos o extranjeros que pretenden traicionar sus intereses; en contra de los que pretenden vulnerar los valores cristianos que ella defiende y defenderá hasta el fin de su existencia; en concordancia con dichas consideraciones y en defensa de su justa causa, el país tomará las armas cuantas veces sea necesario».

«¿Vos escribís en serio?», me cuestionaron alguna vez. Cada quien tiene la libertad de interpretar mi vuelapluma como mejor le parezca. Sólo diré que muchas veces, me desternillo de risa al hacerlo. También acoto que la guerra es la peor calamidad que le puede ocurrir a una nación, lo que no significa que uno deba renunciar a ella… Porque cuando eso ocurre, después nos obligan a «entrar en el cuarto oscuro» para luego «manchar nuestro dedo». ¿No les da un poco de asco, aunque sea?

Para colmo de males, nada cambiará el próximo domingo. Sólo un tonto de capirote puede pensar de otra manera. Todavía está esperándose una sola demostración empírica de que la «democracia liberal» sirva para algo que no sea embrutecer a la población. Esto sí que lo estoy escribiendo en serio, para los que me preguntan.

Recalco por si no quedó claro: todavía está esperándose una sola demostración empírica de que la «democracia liberal» sirva para algo que no sea embrutecer a la población. Añadimos la influencia de las redes sociales a todo esto, y el caldo queda bien suculento para la idiotización absoluta.

Entonces… ¿Qué nos queda? Ya lo dije más arriba: la «guerra espiritual». No hace falta insistir al respecto. Todo hombre de buen corazón seguirá a Julio César. Los demás son del equipo de la «democracia liberal», son los «Brutus», traperos y traicioneros asesinos sin alma, los brutos y embrutecedores. A estos les encanta profanar el «Día del Señor» con su ritual onanista en el que obligan a toda la población a «meterse en el cuarto oscuro» a «ensuciarse los deditos». ¿Fui suficientemente claro?

Luego tenemos a los que les gusta… Un amigo solía decir «no es puta sí lo disfruta». Capaz esta sea la realidad del Paraguay, que como pensaba el bruto de Cicerón respecto a Roma, «ha dejado de ser República». ¡Ah, los tipos de hombre que existen! Tenemos a Julio César, el titán; luego a las envidiosas cucarachas como Catón y Brutus, meros charlatanes de parlamentos, vulgares homicidas de poca monta; pero el peor de todos es Cicerón, el «bonachón», el «buenudo», el que «cree en sus propias mentiras». Escribió libros muy buenos, pero «cree en sus propias mentiras» y eso vale para denostarlo eternamente. Mis amigos están autorizados a darme una caritativa bofetada el día en que yo tome en serio todo lo que escribo… ¡Eso es ser tan cretino como creer que el próximo domingo, algo cambiará en el Paraguay!

Pero de esto deben estar perfectamente seguros: sí la «democracia liberal» sirviera para algo, hace tiempo que estaría abolida. En contrapartida, los que manejan a este país, muy inteligentemente, dicen que «renunciamos a la guerra» siendo que como ya enseñaba Heráclito hace milenios, «la guerra es el Rey y el Padre de todas las cosas». ¡Así estamos y así seguiremos estando!

Desde luego, vuelvo a esclarecer para que nadie oscurezca, que la «guerra espiritual» es lo que necesitamos. Esta se encuentra en un plano superior a lo meramente material, que es en lo único que creen los seguidores de Brutus.

Este domingo, vaya a ejercer su femenino deber de «meterse en el cuarto oscuro» a «mancharse el dedo» con el estercolero entintado, ciudadano de la República del Paraguay. ¡En vez de disfrutar del feriado largo! Por mi parte, analizaré si es que prefiero que me pongan una «multa» o no. ¡Así de profundo penetró la «ideología de género» en nuestro país, que ahora te quieren castigar por no ir a sufragar! Perdón por la expresión pero… ¡Qué cosa de putos!

¡Ave César, morituri te salutant!

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