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El verdadero rostro de la «ilustre» visita de la Concertación: José «pepe» Mujica

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José “pepe” Mujica, el expresidente uruguayo por el que la izquierda regional moja los pantalones tiene, como la gran mayoría de los seres humanos, un “Lado B”. Muchas veces ese Lado B es haber trabajado en tal o cual empresa, haber apoyado a tal o cual político o, como en el caso de Mujica, es haber sido un ladrón de bancos, guerrillero y delincuente terrorista.

Sus fechorías, que son muchas, fueron mayormente escondidas de la luz pública hace muchos años en Uruguay apoyados por una prensa parcial y afín, ideológicamente cercana a las ideas de izquierda defendidas por Mujica.

Hasta la aparición de Mujica y sus amigos del Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros (MLN-T), Uruguay estaba considerada la Suiza de Latinoamérica. Uruguay era un país estable como pocos, tan estable que incluso una de las plumas más destacadas de ese país, Mario Benedetti, afirmó que el único problema de Uruguay es que la clase media se aburría mucho en la oficina.

En la primera mitad de los años 60, las páginas policiales de los diarios uruguayos informaban lo que parecía de rutina: asaltos a bancos y otras empresas, algún robo de armas, agitaciones sindicales y estudiantiles que desembocaban en desórdenes…

¿Rutina? En varios muros de la ciudad comenzaba a aparecer un signo misterioso: la estrella con la T. Una frase, no menos enigmática, saltaba entre muros y papeles: “Ármate y espera”. Otra frase estampada en volantes parecía anunciar algo: “Tupamaros no transamos”.

Era el comienzo de la guerrilla urbana en Uruguay. Era el Movimiento de Liberación Nacional – Tupamaros (MLN-T) fundado por Raúl Sendic.

La “carrera” de Mujica, también conocido en el submundo terrorista como “Ulpiano”, inició a sus 30 años cuando, en 1964, fue detenido por la policía de la ciudad de Montevideo luego de protagonizar un fallido asalto a un banco.

La Policía montevideana informaba el arresto de un hombre de 30 años que había protagonizado un fallido asalto a un banco.

Se llamaba José Alberto Mujica Cordano. Vivía y trabajaba legalmente, como un hombre común que había pagado por su delito. Pero era un militante activo del MLN Tupamaros.

Astuto y carismático, Mujica participaba de las cada vez más frecuentes operaciones militares tupamaras. Allí estaba, arma en mano, irrumpiendo en un banco o en un local comercial o escapando de la ciudad de Pando luego de haberla copado por algunas horas. Y luego volvía a cultivar sus flores con esmero.

Y ese fue solo el comienzo, los “Tupamaros” se dedicaron al asesinato de civiles indefensos, al secuestro de diplomáticos, al robo de bancos y al incendio de la propiedad privada de trabajadores comunes que nada tenían que ver con su lucha política.

Los tupamaros se preocupaban casi tanto de la comunicación política como de las armas. O más. Sus operaciones militares mismas eran diseñadas en modo storytelling, con un estilo casi teatral, como si de mensajes ingeniosos se tratara:

•          Asaltaban un camión de alimentos y repartían su carga entre los más pobres.

•          Robaban en una empresa vinculada a negocios turbios y divulgaban a la prensa la documentación comprometedora que encontraban.

•          Simulaban un cortejo fúnebre para llevar de Montevideo a Pando varios vehículos repletos de armas y guerrilleros.

•          Se escapaban masivamente de la cárcel a través de un túnel.

•          Construían refugios subterráneos en el campo y escondrijos en las casas de la ciudad.

•          Se hundían en las cloacas de Montevideo y reaparecían en una zona distante.

Y además escribían y explicaban y fundamentaban todo lo que hacían. Con una gran preocupación por el lenguaje:

•          Los robos eran expropiaciones.

•          Los asesinatos, que comenzaron a fines de los 60, eran ajusticiamientos.

•          Los tupamaros eran representantes del pueblo y compañeros.

•          Los lugares donde encerraban a personalidades que secuestraban eran cárceles del pueblo.

•          Los ataques armados eran acciones.

Tanta preocupación semiótica terminó contagiando al gobierno de la época, el cual prohibió el uso periodístico de la palabra “tupamaros”. Fue así que comenzaron a ser llamados “los innombrables”, agregando una nueva cuota de misterio a aquellos muchachos casi invisibles que aparecían de pronto de la nada armados hasta los dientes.

Mujica Cordano ya no cultivaba ni vendía flores. Había pasado a vivir en la clandestinidad desde que la policía lo identificó como tupamaro y requirió su captura en 1969. Ahora era un cuadro político-militar del MLN y sus nombres de guerra eran Facundo, Emiliano o Ulpiano.

Y allí estaba, sitiado por las patrullas policiales en el Bar La Vía. Jamás pudo imaginar, mientras estaba en medio del tiroteo, que alguna vez sería el Presidente de la República.

¿Cómo imaginar que policías como aquellos a los que les disparaba a matar serían 40 años después sus respetuosas custodias? Inmersos en el ruido de la balacera… ¿cómo iban a imaginar aquellos policías que aquel hombre con el que intercambiaban feroces disparos sería 40 años después el Presidente ante el cual se cuadrarían?

Uno de los hechos más impresionantes llevado adelante por el MLN-T en su guerra contra el pueblo uruguayo fue el “copamiento de Pando”. El 8 de octubre de 1969 varios integrantes del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros tomaron por asalto la comisaría, el cuartel de bomberos, la central telefónica y varios bancos de la ciudad de Pando. La comisaría de policía fue copada por un grupo de guerrilleros, encabezados por una pareja que se presentó como miembros de la Fuerza Aérea. Acto seguido fue tomado el cuartel de bomberos, contiguo a la comisaría. Simultáneamente, otros comandos tomaron la central telefónica y las sucursales de los bancos Pan de Azúcar, La Caja Obrera y República. En total los guerrilleros robaron el equivalente a aproximadamente 357.000 dólares estadounidenses, de los cuales solo 157.000 fueron recuperados.

Durante los enfrentamientos entre la policía y los guerrilleros terroristas, perdieron la vida un suboficial de policía y un civil que se encontraba sentado en un bar de esa ciudad.

El propio Mujica, en el años 1971, plena democracia en Uruguay, “de onda”, asesinó por la espalda; si, por la espalda a un policía que lo único que estaba haciendo era brindarle seguridad a un organismo del estado ocupado por funcionarios, insisto en este punto, que fueron elegidos democráticamente por el pueblo uruguayo. Como dijo un escritor argentino, Marcelo Birmajer, “Un crimen de esa naturaleza, atroz e injustificable, no debería ser el lanzamiento de una carrera política sino penitenciaria” (…) “Mujica es como esos cuadros impresionistas que nadie entiende pero todos elogian”.

En 1972 el MLN-Tupamaros había sido derrotado militarmente por el ejército uruguayo. Fueron años sangrientos, años de violentos enfrentamientos armados, luego comenzó una larga dictadura y Mujica fue encarcelado.

Después de salir de la cárcel, Mujica había comprado una chacra en las afueras de Montevideo y había retomado el cultivo y la venta de las flores. Había sido primero diputado y luego senador, y poco a poco se había convertido en un fenómeno popular novedoso.

Ideas audaces, apariencia desprolija, lenguaje llano, imagen de austeridad y una actitud abiertamente iconoclasta. Ese era el mix de comunicación política que atraía hipnóticamente a los medios de comunicación y que le hacía crecer cada vez más en la opinión pública.

José Mujica fue Ministro de Ganadería y Agricultura, luego volvió al Senado y finalmente ganó las elecciones presidenciales. Por qué ganó Mujica, amerita un artículo aparte.

Muchos (todos cercanos al Foro de Sao Paulo) se desviven diciendo que Mujica debe ser juzgado solo por una foto y no por la película. Afirman que el hecho que José Mujica pueda caminar por las calles de cualquier ciudad uruguaya sin custodia, es la clara imagen de quien es él. Lo que no te cuentan, es que el 99% de los expresidentes uruguayos pueden hacerlo, o que el actual presidente lo hace y no porque ninguno de ellos sea mejor o peor que el anterior, pueden hacerlo simplemente porque el uruguayo es distinto en este aspecto, y a muchos les cuesta entender.

Nadie se aburre viendo a Mujica en la televisión o escuchándolo en la radio. Cada aparición tiene mucho de espectáculo, de show, de entretenimiento. Y de humor. Porque el ciudadano que vota también es simplemente público que busca entretenerse en los medios. Y que se divierte y se entretiene con él, y mientras tanto la imagen y la palabra de Mujica va calando lentamente dentro de su cerebro.

En tiempos en que muchos políticos son vistos como “bustos parlantes” con un aire casi irreal, Mujica se presenta como si fuera más real que los demás.

Pero los uruguayos, se están enterando  que los tupamaros habrían seguido con sus malas prácticas tras el retorno de la democracia. Las fuentes de información no provienen de la “derecha internacional” sino de los propios tupamaros.

El sector político liderado por Mujica- el MPP- se habría financiado mediante robos a mano armada. Esos grupos fueron denominados “tupabandas”, porque muchos de sus miembros pertenecían esa organización y se dice que “el jefe era Mujica”. Afirmación que concuerda con las revelaciones de otros ex tupamaros, recogidas en varios libros de reciente aparición.

Las “tupabandas” dejaron de actuar cuando la Izquierda ganó las elecciones  del 2004. Ya no hicieron falta porque a partir de entonces, “tuvieron ‘la caja del Estado’ para las necesidades de los partidos y personales”.

Durante la presidencia de Mujica, ocurrieron muchas cosas turbias. No fue posible investigarlas hasta ahora, porque se impidió hacerlo. Los hechos más sonados fueron los negocios con Venezuela.

El origen de los negocios con Venezuela fue la creación de la Fundación Bolívar-Artigas, creada cuando la Izquierda accede al poder en Uruguay (2005), a instancias de Hugo Chávez. Al asumir Mujica como presidente en 2010, fue a Caracas con el objetivo de impulsar los negocios entre ambos países: se firmaron 13 acuerdos.

Una de las empresas más beneficiadas fue “Aire Fresco”, hasta entonces desconocida y que opera casi exclusivamente con el Gobierno venezolano. Su director es Omar Alaniz, ex integrante del Comité Central Tupamaro. Se le otorgó el monopolio de la intermediación entre ambas naciones “en rubros alimenticios, vinculados sobre todo con productos avícolas, cárnicos, cereales y lácteos”. Los negocios realizados por esta empresa en esas condiciones rondaron los USD $100 millones.

Por su parte el Fondes fue creado por Mujica en 2011 durante su presidencia. Se ocupa de otorgar créditos a empresas que, tras haberse fundado, mediante la palanca del Gobierno pasaron a ser dirigidas por los propios trabajadores. Varias de esas empresas recibieron millonarios créditos en dólares, a pesar de que los organismos técnicos estatales aconsejaban lo contrario porque no eran viables.

Aire Fresco hizo una importante contribución a la campaña electoral del MPP en 2014, y los principales beneficiados por el Fondes están ligados al MPP, y prácticamente no han devuelto un peso de los USD $70 millones que en conjunto se les prestó.

Frente a esos hechos de apariencia delictiva, un diputado del MPP lo abandonó esgrimiendo que tiene “cada vez más dudas” acerca de la forma en que se financió su sector político. Expresó que le impactó la noticia de que habrían robaron bancos para financiar la campaña electoral, y que posiblemente los negocios con Venezuela hayan tenido el mismo objetivo.

A raíz de lo mencionado, tres diputados presentaron una denuncia penal ante la Justicia especializada en Crimen Organizado, para que investigue los negocios con Venezuela y el Fondes. Los sospechosos son Mujica, el entonces canciller Luis Almagro y el ex secretario de la Presidencia Homero Guerrero.

La psicología humana se nutre de historias, de narrativa. Y consumimos vorazmente toda clase de historias: los cuentos infantiles, las tragedias de Shakespeare, el relato del fútbol, la telenovela de las 5, la crónica del diario, la novela de Onetti, la serie de televisión, el último estreno cinematográfico…Y allí está Mujica, portador de una gran historia, portador de una narrativa llena de eventos excepcionales.

Es por eso que la masa de incautos lo aplaude, siempre, aunque no entiendan de qué está hablando. Lo aplauden porque tiene pinta de “croto”, porque tiene un perro con tres patas o porque anda en un auto destrozado pero, sobre todas las cosas, lo aplauden porque sus palabras parecen profundas… pero no tienen un mínimo de relevancia en el mundo.

Guerrillero, campesino, ciclista, asalta bancos, prófugo de la justicia, florista, , diputado, senador, ministro y presidente. Se hizo llamar Facundo, Ulpiano y Emiliano.

Es José Mujica…y por lo pronto, sigue “cultivando flores”.

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