“Esperábamos muchas cosas, pero no que se atreviera a meter mano al Opus Dei”. Estas palabras de un curial han llegado tras que el pasado viernes, el papa Francisco publicara Ad charisma tuendum (Para proteger el carisma), un Motu Proprio en el que, por primera vez en cuarenta años, aprieta las riendas a La Obra.
El Opus Dei ha sido, durante décadas, intocable. Puros, sin mancha, hasta el punto de asegurar (a pesar de portar, al menos, dos condenas en firme) estar limpios del mal de la pederastia en su seno. Pero la realidad escondía otras verdades, algunas de las cuales, como la situación de las mujeres en algunos de sus centros que terminaron por estallar.
La idea es acabar con esa omerta. El papa Francisco degrada en su escrito al prelado del Opus, es decir, su cabeza. Desde el 4 de agosto no podrá ser obispo, ni podrá portar los ropajes ni el anillo episcopal. También obliga a la organización, la única que gozó del carácter de Prelatura Personal en la vida de la Iglesia, a pasar a depender de la Congregación para el Clero, que monitorizará todas sus actividades.
Cada año habrá una revisión y se podrán impedir algunos de los abusos que, en muchas partes del mundo, se han denunciado contra el Opus Dei, sus políticas de segregación y su absoluto control en las casas y colegios propiedad de la Obra.
Carisma más que jerarquía
En el escrito, Francisco “considera oportuno confiar al Dicasterio para el Clero la competencia para todo lo que corresponde a la Sede Apostólica en materia de Prelaturas personales, de las cuales la única hasta ahora erigida es la del Opus Dei”. La norma, que entrará en vigor el 4 de agosto, quita al prelado la condición episcopal (aunque el actual, Fernando Ocáriz, no era obispo, porque Francisco no quiso ordenarlo) y, en una sonora bofetada, recuerda a la Obra que “es necesaria una forma de gobierno basada más en el carisma que en la autoridad jerárquica”.
Una frase que supone una contradicción con lo que el mismísimo Juan Pablo II, el principal valedor del Opus Dei y de las polémicas beatificación y canonización exprés de Escrivá de Balaguer, pensaba que debía ser la Obra. Wojytla erigió el Opus Dei como Prelatura Personal con la Constitución Apostólica Ut sit, el 28 de noviembre de 1982 (ahora se cumplen 40 años), reivindicando “la naturaleza jerárquica del Opus Dei”. Algo que Francisco deroga con su legislación.
Enojo interno
Además, la Obra habrá de presentar cada año “al Dicasterio para el Clero un informe sobre el estado de la Prelatura y sobre el desarrollo de su labor apostólica”. “Deseando, por tanto, salvaguardar el carisma del Opus Dei y promover la acción evangelizadora que sus miembros llevan a cabo en el mundo, y debiendo al mismo tiempo adaptar las disposiciones relativas a la Prelatura a la nueva organización de la Curia Romana, ordeno que se observen las siguientes normas”, señala el Papa, quien ordena que “los Estatutos propios de la Prelatura del Opus Dei serán convenientemente adaptados”.
La respuesta oficial del prelado (que no obispo) del Opus Dei, ha sido que “aceptamos filialmente” la resolución papal. Pero de puertas adentro el enojo es importante. Y más cuando se sospecha que este es el primer paso antes de que Bergoglio decrete nuevas Prelaturas personales (se habla de alguna en el Amazonas) y quite a la Obra de Escrivá su privilegio exclusivo.
La elección de la fecha no es menor: el día antes de comenzar su viaje a Canadá (abandonando una Curia que ya estará de vacaciones a su vuelta), y el día después de que ‘la Santa Sede’ (el documento no tenía firma) advirtiese al Camino Sinodal alemán de posibles excesos en sus peticiones de apertura a los gays, divorciados y mujeres sacerdotes. “Da la impresión de que el Papa sabe dar una de cal y una de arena, para no contentar a nadie, o tenerlos a todos en vilo”, destaca una teóloga española, que en los últimos meses ha trabajado codo con codo con el Papa en la elaboración de la reforma de la Curia. Lo que sí parece claro (y el ‘cónclave’ cardenalicio de finales de agosto lo demuestra) es que este verano será todo, menos tranquilo, entre los muros vaticanos.