Por Rodney Campos
Es imposible dar la denominada batalla cultural si aquellos grupos que pretenden darla no la comprenden al punto de caer en la retórica del progresismo y repetir las mismas falacias, con lo cual la batalla cultural antes de darla se encontraría perdida, con todas las consecuencias que eso conlleva. Es lo que ocurre lamentablemente con muchos sectores pro vida que en lugar de aferrarse a los términos adecuados sucumbe ante palabras o frases que tienen por objeto una distorsión de los conceptos y con ello alejarse del obstáculo de la realidad para llegar a conclusiones a las que no podrían sin dicha distorsión. Vamos a algunos ejemplos:
– Familia ¨tradicional¨ o ¨natural¨: la palabra familia no necesita de ninguna clase de ¨sufijo¨ o término adicional y hacerlo demuestra no sólo desconocimiento sino otorga el triunfo a los adversarios. La familia fue, es y será siempre lo mismo, sin embargo al agregarle palabras innecesarias se le inyecta el veneno del posmodernismo y hace que pase a ser una especie de plastilina o agua que toma la forma que se le quiera dar. En esta cuestión no entra obviamente términos como los de familia nuclear porque son descriptivos. Hablar de familia ¨tradicional¨ o ¨natural¨ es abrir la caja de pandora, es como si yo dijese ¨me gustan las mujeres con vagina¨ o que una mujer expresase ¨me gustan los hombres con pene¨ pues tales frases indican y respaldan la idea de que habrían mujeres ¨con pene¨ y hombres ¨con vagina¨.
La idea debe coincidir con la realidad para ser verdadera, si va a contrapelo de la realidad es inexorablemente falsa. Es como la frase de ¨fulanito tiene dos mamás¨ pero dos mujeres no pueden parir al mismo niño, solamente se puede tener un papá y una mamá. De la misma manera en que es absurdo hablar de ¨mujeres con vagina¨ para referirse a las mujeres también lo es hablar de familia ¨tradicional¨ o ¨natural¨ para referirse a la familia. Si existe una familia ¨tradicional¨ o ¨natural¨ entonces se admite la ¨existencia¨ de la familia ¨moderna¨, ¨postmoderna¨, ¨atípica¨, etc conceptos dentro de los cuales se podría albergar cualquier cosa, y de reconocerse todo eso ¿Por qué quejarse entonces de la resolución de la Corte que reconoció como ¨familia¨ a la amante de un hombre casado? La familia es un hecho natural, basta con decir familia para entender la idea y usar la palabra familia cuando se quiera referir a familia.
– Redundancia: varios sectores políticos que manifiestan ser pro vida y pro familia (aunque sus actos no) al hablar dicen ¨paraguayos y paraguayas¨, ¨niños y niñas¨, ¨senadores y senadoras¨ entre otros, con lo cual podrá decir que es pro vida y pro familia pero en realidad manifiesta haber sido colonizado por ideologías contrarias a aquello que dice defender, manipulable y que no entiende lo de la batalla cultural o que miente y en realidad está en contra de los valores que afirma defender. Las palabras tienen género y el género no marcado es el masculino, de manera tal que basta con expresar ¨paraguayos¨, ¨niños¨ y ¨senadores¨.
– Género: he escuchado incluso a grandes referentes hablar de género en lugar de sexo, por ejemplo la frase ¨la violencia no tiene género¨ y ¡por supuesto que no tiene género porque las personas no tenemos género sino sexo! Lo correcto sería decir que la violencia no tiene sexo o que la violencia no tiene género siempre y cuando se haga la aclaración de que se trata de una obviedad en razón a que las personas no tenemos género. Son claras las pretensiones de intercambiar (en el plano de las ideas porque en la realidad es imposible) el sexo (naturaleza) por el género (construcción social) y a partir de ello sostener ¨procesos¨ tales como la ¨deconstrucción¨, ¨cambios de sexo¨, ideología de género entre otros.
En la guerra cultural que estamos librando, nos guste o no y lo sepamos o no, las palabras importan y tienen casi la misma relevancia que las balas en un combate convencional, pero en este caso el campo de batalla son las mentes de las personas a quienes se dirige la artillería a fuerza de repetición desde distintas trincheras para que los nuevos conceptos formen así una ¨nueva realidad¨ qué redefina la estructura lógico – argumental y al momento del debate o del simple hecho de pensar se partan de distintas bases a las reales, por ejemplo: si admitimos como base que las personas tenemos género y que se trata de una construcción social entonces ¿existen realmente elementos que nos hagan inherentemente hombres o mujeres, o es la sociedad la que nos impone o construye? ¿Por qué alguien no podría deconstruirse? ¿Qué es ser hombre y ser mujer o se tratan más bien de conceptos arcaicos que deberían ser superados? Si nadie es varón ni mujer ¿Por qué alertarse en que alguien a quien la sociedad percibe como ¨varón¨ golpee a otra a quien la sociedad percibe como ¨mujer¨? Después de todo nadie se indigna cuando Fallon Fox revienta a golpes a mujeres, ¿la biología es una mentira?
Si en la batalla cultural bailamos al son de quienes nos imponen un nuevo lenguaje y, con ello, una manera diferente y equivocada de ver la realidad entonces dicha batalla se encuentra perdida ab initio al punto que será solo cuestión de tiempo para que acepten el aborto, solo bastará seguir y mejorar los nuevos lenguajes. En una batalla cultural las palabras importan.