“Desde hace tiempo, -exactamente desde que no tenemos a quién vender el voto-, este pueblo ha perdido su interés por la política, y si antes concedía mandos, haces, legiones, en fin todo, ahora deja hacer y sólo desea con avidez dos cosas: pan y juegos de circo”. (Juvenal, Sátiras X, 77-81)
Actualmente el pueblo paraguayo sufre las consecuencias de un sinfín de malas decisiones tomadas por quienes dirigen el circo. Pero antes de volcar toda la culpa a un cúmulo de “personas” con desconocimiento de las realidades de su propio país, es importante tener en cuenta que, el hecho de que muchas de ellas ocupen una silla en el congreso es también resultado de actos de corrupción, venta de votos y la ingenuidad de muchos.
Hoy por hoy, evidentemente, no es suficiente la crítica por las redes o manifestaciones por las calles, se deben ver los resultados desplazando a gente inepta con los votos y denunciando cuando actúan mal (casi siempre). Los políticos están encerrados en sus casas mirando desde arriba cómo un pueblo sufrido reclama el tan prometido bienestar que, desde que tengo memoria, y aún nuestros antepasados, vienen pidiendo a todos los gobiernos.
En resumidas palabras, un gobierno debe garantizar tres principios básicos y nada más; la libertad, la vida y la propiedad privada, y suena irónico que ni siquiera estos tres, nuestro gobierno actual y los anteriores, son ni han sido capaces de otorgar a los ciudadanos.
La libertad se ve cada vez más limitada, algunos cirqueros del Congreso creen tener autoridad para decidir arrebatarnos o no un derecho que es inherente a lo que somos como seres humanos. Constantemente nos juegan con el “cháke” y amenazan con más y más restricciones que, ahora utilizan bajo la excusa de la “pandemia”, pero ni bien esto termine (si es que termina) lo van a seguir haciendo porque ya les habremos dado todo el poder. ¿Y quiénes se creen estos payasos? Jamás han leído a Hayek, Friedmann o Spooner, mucho menos a Jesucristo. Y aún menos conocen el deseo de preservar la libertad individual, el respeto a la misma y las consecuencias que traería su pérdida. ¿Qué acaso ni los libros de historia han agarrado alguna vez estos mamarrachos?
Por otro lado, la vida, para ellos es otro derecho de menor importancia. ¿Las pruebas? ¿Qué tan importante es para un político el valor de la vida, si es capaz de robar fondos de salud para beneficiarse a él mismo y a sus allegados, mientras las personas mueren por falta de insumos o por tener que internarse en un sofá en el pasillo de algún hospital público? ¿La vida es prioridad para un político que quita de la boca la merienda escolar a los niños para luego presumir los viajes con su esposa? ¿Qué valor tiene la vida para esos adefesios si, teniendo la posibilidad de reducir el gasto público y la eliminación de algunos impuestos, prefieren el aumento de ambos, impidiendo a la ciudadanía crecer por sí misma y tener la capacidad de ahorro y elección? Un ejemplo claro es el IPS (Instituto de Previsión Social), hoy en día obligatorio para los empleados y empleadores, con un servicio paupérrimo a causa del cual las personas con suerte consiguen la cantidad suficiente de sus medicamentos y, aún con más suerte, los consiguen todos los meses. Pero los políticos cuentan con seguros privados que son pagados con nuestra contribución. ¿Otro chiste?
Sí, el otro chiste es sobre la propiedad privada, la cual muchos políticos critican con fuerza porque “la justicia social, y coso”, pero son dueños de grandes inmuebles y no les falta un techo para ellos y para sus primos, suegros, tíos, amantes y niñeras de oro. Un grupo bastante particular de payasos se ha puesto la camiseta de “lucha por los pobres y marginados” pero la hipocresía interestelar de los mismos solo refleja que su lucha es de boca para afuera, porque cuando se trata de la reducción de impuestos para una vida mejor para los ciudadanos, especialmente los de clase media para abajo, prefieren entrar en su modo “teleshow” y creen que aumentando el impuesto al tabaco (por ejemplo) perjudican a un sector “enriquecido y mafioso”, cuando en realidad es el ciudadano de a pie el que más sufre las consecuencias.
Estimado lector, ¿se imagina Ud. que en lugar de destinar un porcentaje (%) de sus ingresos a impuestos, lo pueda hacer a un ahorro a largo plazo, para poder comprarse ese inmueble soñado o pagar una mejor educación a sus hijos? Y, ¿se imagina que ese inmueble que se compró con tanto sacrificio, luego se vea amenazado porque un grupo de políticos pretende aprobar una ley anti propiedad privada? En teoría, según el artículo 109 de la Constitución Nacional, la propiedad privada es inviolable, pero aún así, dicho artículo deja mucho que desear, al igual que muchos otros.
Desde mi perspectiva, la pandemia del COVID19 ha sido solo una excusa más para la burla hacia nosotros de parte de los “honorables” congresistas. Y, en vista a que estamos entrando a temporada de campaña electoral, no está de más decir que desde el “vamos” se deben tomar los discursitos baratos con pinzas, a cuestionar cada punto y coma de quien quiera presentarse como el salvador del pueblo paraguayo o el Mesías tan esperado para los cambios que jamás ocurrieron en la historia política del Paraguay.
No hay apuro para tomar una decisión, incluso hasta el último minuto en el que Ud. irá a depositar su voto en las urnas (si es que desea hacerlo); lo importante es que no venda su derecho a elegir. Ya suficiente nos han violentado y de varias maneras como para seguir creyendo ciegamente en un candidato o creer que la elección de votar por quien sea o por ninguno es algo a lo que estamos supeditados. Son tan nefastos los cirqueros que hasta creen que lo mejor es imponernos multas si decidimos no ir a votar. Es decir, ¿no han pensado en que quizás el hecho de no querer hacerlo es resultado de todo lo malo que han venido haciendo y que muchos ya tuvieron suficiente de su show? No, porque siempre prefieren recaudar hasta el más mínimo guaraní a través de, si no son impuestos, son multas y sanciones.
Dejemos de aceptar como ciudadanos, no solo el pan, sino las MIGAJAS que nos “ofrecen encarecidamente” los infames políticos, que solo van detrás de intereses personales mientras tienen el trabajo fácil de calentar el asiento una vez por semana mientras un pueblo que desconoce sus derechos aplaude y observa, creyendo que se entretiene, mientras le tocan el bolsillo hasta vaciarlo sin escrúpulos.