El año 2020, en plena campaña electoral, David Choquehuanca, actual vicepresidente de Bolivia, entonó una parte de la conocida zarzuela peruana El cóndor pasa. En su afán de mostrarse como el último «Inca» ―aunque él es de ascendencia aimara―, Choquehuanca no duda un segundo en hacer el ridículo, o caer en inconsistencias históricas. Pero esa no es la parte más complicada, a lo mucho es una anécdota, sino el estado deplorable en el que el gobierno de los «indígenas» y «oprimidos» dejó al país. Veamos.
El observatorio de Inversiones Latinoamericanas en un artículo titulado China y Bolivia expresó lo siguiente:
El saldo de la deuda externa de Bolivia a agosto del 2019 fue de 10.747 millones de dólares. De esta cifra 966 millones de dólares corresponden a China. La deuda con el gigante asiático representa el 9% del total de la deuda del país. La China es el cuarto acreedor de Bolivia después del BID, la CAF y los Títulos de la Deuda que fueron adquiridos por privados ―entre los que figuran las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP)―.
Bolivia tiene tres tipos de acreedores: 1) Las instituciones de crédito multilateral, por ejemplo, el BID, la CAF, o el Banco Mundial; 2) Los fondos privados que compraron Títulos de la deuda nacional; y 3) Los países que prestaron dinero al gobierno nacional (acreedores binacionales)
Entre estos últimos, la China ocupa, y por mucho, el primer lugar. Tanto así, que de cada cuatro dólares que debe el país, tres están comprometidos con el gigante asiático.
Aunque el gobierno recurra al truco de mostrar la deuda en su conjunto ―con eso logra bajar sustancialmente la participación de China―, no se puede negar que el dragón rojo se está convirtiendo en nuestro mayor acreedor. En el 2010, China representaba menos del 3% de la deuda de Bolivia. En cambio, para el 2019 llegó a significar el 9% del total de los pasivos nacionales. A nivel del endeudamiento bilateral, el 2010 apenas superaba el 14%, mientras que el 2019 alcanzó al 75%.
El 51,9% de los créditos contratados con China son para proyectos de infraestructura vial. Le siguen en importancia, con un 22,6%, los prestamos destinados a siderurgia e hidrocarburos, el sector de comunicaciones con el 12%, los proyectos para equipamiento de las Fuerzas Armadas con el 8,6%, y los prestamos orientados a la seguridad ciudadana y otros con el 4,8%.
Respecto al uso y destino de los créditos, los economistas Henry Oporto, Napoleón Pacheco, José Luis Evia y Antonio Pérez, en su estudio El capital corrosivo en Bolivia, manifestaron lo siguiente:
De los 6.000 millones de dólares, alrededor de 3.000 millones de dólares fueron destinados a la construcción de carreteras, 900 millones de dólares al sector de energía, y alrededor de 850 millones de dólares al sector industrial. Las empresas con mayor participación son Sinohydro Corporation Limited (con un monto de 1.250 millones de dólares), China Railway (800 millones de dólares), China Harzone (600 millones de dólares) y CAMC (500 millones de dólares).
De acuerdo con la investigación, una de las características de las relaciones con empresas chinas en Bolivia es que las obras que ejecutaron, en su gran mayoría, fueron adjudicadas a estas firmas de manera directa, ya sea por invitación o por contrataciones por excepción. Cínicamente, el gobierno boliviano expresaba su agradecimiento a la «hermana» republica de China por prestar dinero sin condiciones, aunque el contrato llave en mano ―que la normativa boliviana sólo lo permite en casos excepcionales― era una de las exigencias de Pekín para desembolsar el dinero.
Lo que ocurre en Bolivia es sólo un eslabón dentro de las ambiciones expansionistas de China. Por ejemplo, para Joseph Humire, experto en seguridad global y director ejecutivo del Centro de Estudios para una Sociedad Libre y Segura, la dictadura de Pekín está moviendo los hilos para que Gustavo Petro en Colombia y Gabriel Boric en Chile se hagan con las presidencias de esas naciones. De concretarse ambas victorias, estaríamos frente a una Gran Colombia, pero construida y dirigida por Xi Jinping.
Como ya es más que evidente que el «milagro» económico boliviano no fue más que un mito. Además, que el PGE 2022 contempla incrementar el gasto ―aunque lo urgente es reducirlo―, para lo cual el gobierno planea incrementar aún más la deuda externa. Es muy probable que desde La Paz recurran a pedir auxilio a Pekín. Si tuviéramos que usar una imagen para resumir la situación, esta sería la de un cóndor andino humillado frente al dragón rojo asiático.