A propósito del evento de Miss Universo que mantuvo en vilo a todo el país, aprovecho para filosofar un poco al respecto, pues todos los seres humanos pensamos sobre los más diversos temas, aunque cabe añadir que no todos lo hacen bien, y ni siquiera habitualmente. De cualquier forma, apelo a las indulgencias que puedan dispensarme en caso de que mi atrevimiento sea mayor a mis posibilidades de hacer filosofía.
La Vice-Reina del evento de belleza femenina más importante del mundo es nuestra compatriota Nadia Ferreira. Sin duda alguna que Dios no es comunista pues ha querido agraciarla con encantos físicos realmente dignos de admirar y que no todas poseen, ni de casualidad siquiera.
Pero lo que más ha causado impacto en su participación, fue eso que escapa a la simple vista pero se logra percibir cuando uno presta atención a las sutilezas, a los gestos y a todo aquello que brota de lo más profundo de uno mismo. Nadia tuvo tiempo de decirlo cuando le hicieron una pregunta durante el concurso: “Nuestro cuerpo es nuestro templo. Así que debemos cuidar de él. Nuestra belleza interior es lo que importa en verdad, cultivemos nuestra belleza interior para que se pueda reflejar en la belleza exterior. Gracias”.
Algunos considerarían a esta respuesta como “fingida” (de hecho que es lo que dijo una miembro del jurado), mientras que otros la ven como “amenazadora” para aquello que propugna la tecnocracia globalista del establishment que rige hoy al planeta. En una lectura más o menos superficial, podría decirse que Nadia Ferreira no apeló a “victimizaciones” cuando le hicieron la pregunta sobre el “body shaming” (que significa “avergonzar a alguien por su cuerpo”). Lo que ella propuso es algo sobrio y propio de alguien con convicciones firmes: mejoremos lo que tenemos en nuestro interior para que se refleje hacia el exterior. No dijo “lo que importa es lo de adentro” (como una famosa canción sobre la cerveza) ni mucho menos “solo es importante la belleza física”, que sería absoluta vanidad.
¿Y qué es Miss Universo sino vanitas vanitatum et omnia vanitas? No se ha visto en toda la transmisión sino clichés, pensamientos enlatados, pre-digeridos, frases hechas, consignas de medio pelo sacadas de un libro de John Locke o de la literatura de auto-ayuda más ramplona del mundo anglosajón. Todo eso, excepto Nadia, quien no solo habló de que “nuestro cuerpo es nuestro templo”, sino que se santiguó como paraguaya y católica que es cuando llegó a la etapa final, una “señal de la cruz” como una catedral realmente.
No sé mucho sobre la vida personal de Nadia, pero sus gestos y actitudes hablaron por ella esa noche de altísima tensión. Venció en la competencia la Miss India, también muy bonita, pero prevaleció por personalidad y arrase la Miss Paraguay, porque “Las Moradas del Castillo Interior” de nuestra candidata irradiaba otro tipo de belleza, la que salvará a este mundo y que no es precisamente la del vanitas vanitatum et omnia vanitas.
Es aquí donde empiezo a fustigar a la idea que algunos tienen de “belleza”. Primero hay que decir que el que dice “de gustos no hay nada escrito”, evidentemente nunca tuvo un libro de estética en sus manos, empezando por lo escrito por el mismísimo Aristóteles. Como ya lo adelantamos, hay personas que fueron tocadas por el Creador y vinieron al mundo como si hubieran sido esculturas “hechas a mano” por Bernini o Miguel Ángel. Solo un obtuso no reconocería esto y por consiguiente, no podría distinguir una dulce melodía de un grito desgañitado. No puedo evitar hablar aquí de las “feministas”, quienes afirman que los “patrones de belleza” de las personas más o menos “normales” son en realidad una “imposición cis-normativa” que nada tienen que ver con la realidad. A lo que se les debería responder con una frase del legendario Manuel Bernardes: “no, no es así (feminazi), vos sos fea”. A lo que yo acotaría: feas por dentro y eso se refleja con mucha fuerza también por fuera.
Pero debemos aclarar, como todos los tratadistas sobre estética, que la “virtud” es lo que prevalece sobre la “forma”, pues en esto hay algo inclusive ontológico. Usando un ejemplo muy simplista que tomo de Platón: un martillo puede ser “hermoso a la vista” (sensual, diríamos) pero si no cumple su función ontológica de “martillar”, es pues, un mal martillo, bello y todo. Así mismo, si un individuo es bellísimo como Nadia Ferreira, pero no se destaca por sus “virtudes humanas”, pues diremos junto al Eclesiastés: vanitas vanitatum et omnia vanitas. Aclaro de nuevo que estoy simplificando bastante el asunto.
Para dejarlo todavía más contundente: la “verdad” es mucho más importante que la “belleza”. Uno podría tener “bellísimas mentiras” que siguen siendo mentiras. Al mismo tiempo, una “verdad horrible” sigue siendo verdad. Aquí alguien me dirá que “si algo es verdad, es necesariamente bello”. Sin embargo, no dudo en responderle que: La Verdad Revelada, que caminó entre nosotros, en términos estrictamente humanos, tuvo una muerte de cruz horrible y grotesca (lo que viste en la película “Pasión de Cristo” no es ni el 0,1% de lo que eso habrá sido en realidad). ¡Y fue el acto más bello que conoce la historia!
Roger Scruton (no puedo tomar en serio a alguien cuyo apellido en español suena a “escroto”, menos si es anglosajón, sorry, mi sentido de la estética lingüística me lo impide) hizo popular la idea de que la belleza salvará al mundo. Aquí cabe hacerle la pregunta: ¿a qué se refiere Ud., amigo inglés? Si hablamos del mero “sensualismo” del que tanto disfrutan los británicos, estoy convencido que un evento como “Miss Universo” no salvará al mundo, pero de ninguna manera. Además, piltrafas que pasan por filósofos, como David Hume, ya pensaban más o menos como Ud. en ese sentido: la experiencia del mundo exterior es lo que redime al hombre, todo lo demás es el vacío.
Sir Rogelio Escroto (permítanme llamarle así, hispanamente) desgraciadamente murió como anglicano y no pudo con su falso genio. Para él, deben salvarse las formas sin llegarse al fondo de la cuestión. Entonces, una escultura es bella “por el mero hecho de ser escultura”, a lo sumo por el talento del escultor. Pero no por lo que ella busca representar. Hablar de las “virtudes de la belleza” sin expresar claramente los orígenes y causas profundas, nos permite relativizarlo todo. Terminamos cayendo en el sensualismo liberal inglés de toda la vida. ¿Cómo podría explicar esto de una manera que sea comprensible? ¡Una catedral anglicana! ¡La de Canterbury, por ejemplo! ¿Es una obra maravillosa, no? Belleza sublime, pareciera que la hicieron extraterrestres y no precisamente seres humanos del siglo XI. Pero la cuestión es la siguiente: ¿qué encontramos adentro de dicho templo magnífico? ¿Acaso tenemos a la Verdad en todo su católico esplendor o quizás es una simple charada, con hermosos cánticos, ritos, vestimentas costumbristas y remedos vacíos de contenido? Respuesta: a pesar de toda esa espectacular belleza de formas multicolores envuelta en piedras y praxíteles góticos, adentro, en la esencia misma del lugar, no hay sino vacío, la nada más absoluta y un ticket directo al infierno.
O como diría un anglo-católico decepcionado del anglicanismo, T. S. Eliot: “Formas sin contorno, matices sin color, fuerza paralizada, gesto sin moción”.
¡Tan bello y tan muerto! Vanitas vanitatum et omnia vanitas. Eliot pedía que oremos por las almas perdidas en ese poema… ¡Rezo por Ud., Sir Escroto! Igual, no piensen que desprecio a Roger Scruton. Comparto con él algunas cositas (como sus críticas a Harry Potter) y sus documentales sobre la “belleza (a la anglicana)” fueron muy importantes para abrir los ojos de varias personas…
En fin, que cuando Nadia Ferreira habló de “nuestro cuerpo es nuestro templo”, estoy seguro que se refería a uno católico y no anglicano. ¡Motivos suficientes para que no gane el concurso, pero nosotros felices igual, lo que importa es lo de adentro decimos los paraguayos de alma!
Haciendo una contrapartida al sensualismo inglés, tenemos a un portento como Santa Teresa de Ávila. Ya mencioné su obra fundamental: “Las Moradas del Castillo Interior”. Es allí, en lo más profundo, donde se ubica la unión perfecta con el Creador de Toda Belleza. Construyendo ese Castillo y sus Siete Moradas, uno logra hacerse uno con la Verdad, en la experiencia de la Doctora de la Iglesia Católica.
Y por supuesto que es “esa” belleza la que salvará al mundo. La única que puede lograrlo. Es la que llega hasta lo más íntimo del ser y la entrega toda, como un matrimonio perfecto, al Divino Hacedor, el Escultor de toda la humanidad. Y con las Manos de Dios (no la de Maradona, ciertamente, aunque fue un genio del fútbol, sin duda) nuestras almas se deifican en Él y por Él, para que nuestro “Castillo Interior” refleje con toda potencia la belleza que brota de nuestros cuerpos, es decir, nuestros templos.
Desde luego que al decir “esa belleza” también estoy hablando, por añadidura, de las virtudes humanas, que solo se vivifican por la fuente de toda la virtud… Creo que no hace falta que aclare cuál es la fuente de toda la virtud…
Quedan unas últimas preguntas, como siempre, antes de cerrar. ¿Cómo están nuestras “Moradas del Castillo Interior”? ¿Estamos quizás tan inmersos en este mundo vano, en este teatro que es vanidad de vanidades y nada más que vanidad, que a duras penas estamos trabajando para fortalecer y embellecer las murallas de nuestro Castillo Interior? Y más importante, ¿estamos haciendo lugar en esas moradas para la unión perfecta entre el Divino Hacedor y la Obediente Criatura? Si no estamos trabajando en esto, podremos a lo sumo, a la manera británica, expropiar algunos templos y convertirlos en anglicanos para que allí se hagan sensualísimos rituales de canto y colores, pero absolutamente vacíos, la muerte en vida. Llegará el día en que se celebre “Miss Universo” en la Catedral de Canterbury, si seguimos a este ritmo en el mundo posmoderno. Por eso vuelvo a decir: la “belleza” por sí sola, no salvará a nadie. Es la “belleza” de la Verdad Revelada la que salva.
¿Y Nadia Ferreira? Pues nada, bellísima. Nos devolvió el alma al cuerpo con esa “señal de la cruz” que le salió desde lo más profundo de su “Castillo Interior”. Paraguaya y católica (el orden de los factores no altera el valor del producto), contra el mundo si el mundo se opone. ¡Para los que creen que no hay esperanza, con unos pequeños gestos, se dice muchísimo y se impacta muchísimo! ¡Siempre hay esperanza!
Que Santa Teresa de Ávila interceda por ti, Nadia. Todo el Paraguay (salvo alguno que otro relacionado al mundo progre y feminazi) te admira por lo que has logrado transmitir: tu belleza interior. Ese es el testimonio que dan todos los que te conocen personalmente. Lo externo, tarde o temprano, se corroe y marchita. Pero el “Castillo Interior” de tu Templo, ese es el que importa. Y te agradezco porque sin tu participación en Miss Universo, no iba a encontrar una buena excusa para meter unos palos a Roger Scruton y a los anglosajones, con sus absurdos conceptos de estética, el verdadero objetivo de este artículo.
¡Pero claro que también rezo por ellos, a no dudarlo!