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Una historia Negra

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Una nueva moda que viene desde los países anglosajones (no he visto que se haya hecho, al menos de forma tan masiva, en otros lugares) es elaborar una especie de “historia alternativa” ma non tanto en la que se presenta con la tez oscura a ciertos personajes de origen y raza arquetípicamente blanca.

Recientemente ha llamado la atención que una importante productora de las Islas Británicas ha concluido una miniserie, próxima a estrenarse en Iberoamérica, en la que la famosa Reina Consorte de Inglaterra, Ana Bolena, segunda esposa de Enrique VIII, aparece siendo interpretada por una actriz de raza negra. Al decir “negra” nos referimos a algo bien, pero bien de lo más profundo de África en términos de fenotipo, lo que llamarían hace unos tres siglos en el “Real Asiento de Inglaterra” del Río de la Plata con el expresivo nombre “negro bozal”, haciendo alusión a los que venían en embarcaciones directamente desde las costas africanas atados en dogales que se les introducía en la boca.

A mí no me ha tomado por sorpresa puesto que me considero mayormente inmune a las mistificaciones y estilos de manipulación que utilizan los anglosajones desde el siglo XVI. Lo que es preocupante es que siga habiendo gente a la que toman por asalto repentino con estas artimañas porque ya estamos bastante creciditos para que nos sigan hipnotizando con trucos todavía más viejos.

Voy a revelarles en qué consiste el viejo truco de los anglosajones.

Estos tipos son los mismos que inventaron la “Leyenda Negra” anti española que originalmente fue anti católica y en el Río de la Plata es también anti paraguaya. Con una sarta de publicaciones propagandísticas, que tienen muchísimo de mentira y casi nada de realidad, se encargan de demonizar a todo lo que haya surgido del glorioso Imperio Español, por consiguiente y de refilón, golpean con ello a la Iglesia Católica.

Esta “Leyenda Negra” tenía y tiene una doble intención: demonizar al adversario que entonces era la potencia hegemónica y a la vez, ocultar las propias miserias utilizando el clásico proverbio “la mejor defensa es el ataque”. Cuando España ya había dado no sé cuántas vueltas al mundo desde Elcano y Magallanes, los ingleses todavía estaban matándose entre ellos y expropiando monasterios y propiedades de la Iglesia Católica para beneficio de su Corona, entonces en manos de los Tudor.

Desde 1492 los españoles estaban en el “Nuevo Mundo” mezclándose por medio de alianzas matrimoniales y conquistas del espíritu con las tribus indígenas que encontraban en el camino y que se unían a ellos para liberarse de la más atroz tiranía que conoce el hombre, la de Aztecas, Mayas e Incas, verdaderos imperios antropófagos que sacrificaban a sus enemigos como ofrendas para sus demiurgos y luego se pegaban un diabólico banquete con los cadáveres. Los ingleses recién en 1607, oficialmente, habrían visto a un aborigen americano, cuando España ya liberó prácticamente a todo el Nuevo Mundo del canibalismo, con la Cruz y la Espada casi siglo y medio antes. Francia recién se establecería en América en 1608 con la fundación de Quebec mientras que Holanda recién haría lo propio en 1615 cuando llegaron a la actual Nueva York, entonces conocida como Nueva Ámsterdam.

Desde 1492 hasta 1607, todo lo que se sabía del Nuevo Mundo era lo que España (y Portugal) descubrieron de él. No obstante, los anglosajones, que nunca habían divisado siquiera a un indígena en ese entonces, ya habían difundido por toda Europa panfletos negro-legendarios en los que se veía, cosa que hasta hoy causa gracia, a aborígenes americanos “rubios de ojos azules” siendo quemados vivos “por la Inquisición”. ¡El chiste se cuenta solo!

La realidad es que los españoles no tuvieron, como señalamos anteriormente, problema alguno en mezclarse con las tribus indígenas del continente. Las “Leyes de Indias” promulgadas por los Reyes Católicos obligaban a los conquistadores a proteger a los aborígenes con sus propiedades (existieron, sin duda, quienes las desobedecían, como la corrupción existe desde que el mundo es mundo hasta nuestros días). De allí que podamos ver a pueblos como los actuales Bolivia, Perú e incluso la Centroamérica con un mestizaje en el que predomina el fenotipo amerindio (no se deje engañar, lector, por las telenovelas mexicanas). ¿Pasó algo similar en el mundo anglosajón? Respuesta contundente: NO. Los indios del norte, siguiéndose las doctrinas calvinistas y puritanas que predominaban en ingleses y holandeses, eran considerados “sin alma” y literalmente exterminados la mayoría mientras que se esclavizaba a los supervivientes y sus propiedades terminaban expropiadas.

Pero vino la “Leyenda Negra” y mucha gente hasta hoy cree que los del “norte” son los buenos y los del “sur” son los malos. Sin embargo, este viejo “truco de magia” de los anglosajones no se limita a la propaganda contra sus ancestrales enemigos. Pues ellos mismos saben que la mentira debe sostenerse oficialmente como verdad historiográfica y entonces, insisten e insisten, con el ropaje de sus instituciones dizque académicas, para que en todo el mundo se crea que lo que afirma “John Smith de Harvard” es mucho más serio que la contundente refutación que le haga “Juan Pérez de Salamanca”. ¡Es simple cuestión de “marketing”, hasta en inglés está esa palabra!

La mayoría de los héroes anglosajones son absolutamente falsos o en el mejor de los casos, se los vendió (marketing de nuevo) como lo que nunca fueron. Hasta hoy tenemos a gente sumamente patética en el mundo hispano que cita a un genocida como Winston Churchill (cuyas políticas causaron la muerte de 5.000.000 de hindúes y generaron el levantamiento de Mahatma Gandhi), como si fuera el más brillante político de la historia. En realidad, salvo algunos condimentos personales, la única diferencia entre Churchill y Adolfo Hitler es que uno ganó la guerra y el otro la perdió. Y conste que aquí solo mencionamos “un” caso de lo que hicieron los ingleses en sus colonias fuera de América. En la India, se calcula que 30 millones de los suyos murieron a manos del Imperio Británico.

Negra es la historia de los anglosajones. Los ingleses desde 1530 y durante 450 años hicieron la vida imposible a Irlanda, ese bravo pueblo celta que se mantuvo inconmovible en su fe católica hasta hace pocas décadas atrás, cuando la MI6 Londinense utilizó a sus armas secretas culturales para que los irlandeses se conviertan en “ingleses mentales”. Ya mencioné lo de “Irish Blood English Heart” de Morrissey alguna vez.

En cinco siglos de resistencia irlandesa contra sus opresores anglosajones, se perpetraron verdaderos genocidios. En el siglo XVII, el tirano puritano Oliver Cromwell, antecediéndose 150 años a la Revolución Francesa, decapitó a un monarca y exterminó a 1 millón de católicos en las Islas Británicas, la mayoría de ellos en Irlanda. En el siglo XIX todavía tuvieron que sufrir los habitantes de “Eire” la terrible “Gran Hambruna”, de la que nuestra heroína máxima Elisa Alicia Lynch escapó por un pelo y en la que perecieron 1 millón de irlandeses a causa de las políticas extorsivas que el Imperio Británico aplicaba sobre el pueblo celta. Para no extendernos en este asunto, mencionemos las limpiezas étnicas que Margaret Thatcher ordenó que fueran llevadas a cabo contra los católicos del Norte de Irlanda. Las atrocidades que cometió el Ejército Británico motivaron el levantamiento del IRA (Irish Revolutionary Army) que estuvo a punto de tumbar el gobierno de la llamada “Dama de Hierro”. Thatcher solamente se salvó gracias a la Guerra de las Malvinas, que lastimosamente perdió la República Argentina a pesar de los prodigios de increíble heroísmo que llevaron a cabo especialmente sus pilotos, que muchas veces me arrancaron lágrimas. ¡Pelearon como paraguayos esos aviadores argentinos, contra el enemigo histórico! ¡Admiración y respeto para ellos!

¿Y por Estados Unidos cómo estamos? Ni me pondré a detallar, simplemente citaré el caso del racismo contra los afros hasta tiempos de Martin Luther King inclusive, el exterminio de indígenas que ellos continuaron con su “Conquista del Oeste”, la esclavitud de irlandeses (aunque Ud. no lo crea) en el siglo XIX, la persecución a la Iglesia Católica, políticas de eugenesia y esterilización forzada contra negros, indígenas y católicos que antecedieron en varias décadas a lo intentado por el nazismo, Margaret Sanger y Planned Parenthood, Hiroshima y Nagasaki…

¿Sorprende que ahora el mundo anglosajón esté vendiendo la historia de una Ana Bolena de raza afro?

Más allá de lo simbólico, negra es la historia de los ingleses y sus herederos. Tan oscura que necesitan de “Leyenda Negra” y esta clase de artimañas hollywoodenses para que nadie hable de lo que tiene que hablarse. Al fin y al cabo, “Ana Bolena Negra” no es sino un mecanismo de defensa más del mundo anglosajón, que dice sin proclamar, reconoce sin admitir y esquiva con la propaganda (porque eso es también propaganda) la discusión histórica de lo que verdaderamente debería debatirse a los cuatro vientos: lo nefastos que han sido a lo largo de la historia posmoderna, de la que son protagonistas.

¿Esto les quita sus méritos? Claro que no, que también los tienen, sin duda alguna. Pero puedo asegurarles que la gran mayoría de las cosas que la gente considera “importantes” provenientes del mundo anglosajón, no son sino propaganda y mucho marketing, al mejor estilo Netflix. Este, y no otro, es el viejo truco de magia que la Pérfida Albión y sus herederos supieron idear para engañar a los incautos.

Por lo demás, Ana Bolena siempre fue negra y no me refiero a la raza…

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