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Macondo, del hueso perdido a la ley del ñembotavy

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Paraguay, un país donde las situaciones más desquiciadas se suceden semana a semana, mes a mes y año tras año en estas tierras que muy bien podrían ser las de la hechizada ciudad de Macondo de las páginas del libro de García Márquez.

Un lugar donde un senador activo puede, sin más, pasar la barrera de la división de poderes por acuerdos políticos, o sea entre ellos, y volverse Ministro de la Corte suprema, que supuestamente protege la justicia, pero en nuestro caso son simplemente nombres que les damos a las pseudo instituciones que usamos aparentar tener formalidad, en fin, es lo más loco del momento pero que continúan sin miramientos.

Soslayando la ideología marcadamente izquierdista de este, ahora, exsenador liberal, para no hablar de la mentada imparcialidad como principio judicial, tenemos además toda la gente, abogados, fiscales, jueces que quedan fuera, demostrando que poco vale el estudio, la preparación y el sacrificio, pues por arriba y los costados se te imponen en los cargos.

Ya ocurrió antes con los órganos extra poder cuando un diputado colorado sin matrícula de abogado empezó a ejercer de juez de jueces por un acuerdo político entre ellos estipulado, pero en ambos casos la cosa es hacerse el ñembotavy y continuar con lo bailando, que hablen los hechos consumados.

Y acá es donde aparece el hueso perdido de Helio Vera, ese que le obliga al paraguayo a agachar la cabeza y resignarse a su suerte, así nomas luego es, y que le vamos a hacer, lo mejor es irse nomas del país, todas las peroratas que nos contamos para no actuar, que actuar ni siquiera pensar o soñar, en los mejores casos, en los peores suelen en vez de pensar pasar directo a “militar” para que todo siga igual, siendo funcionales a alguna agenda política o internacional por no buscar soluciones reales para la nuestra sociedad, porque nos cuesta ser libres y optar, nos quema la responsabilidad del pensar para actuar y nos ahoga el asumir las consecuencias de ese actuar, nos es más fácil el sufrir si creemos no tener la culpa, la negligencia parece no contar como tal, pero sí a quien culpar, no importa si nos mandan al campito, a un hospital sin insumos o un colegio sin techar porque así ya tenemos por quien putear y poder volver a la rutina de sueños rotos y penurias en nuestro Macondo personal llamado Paraguay.

En fin las dos partes, una que hace a su antojo, que al ser cuestionados aplican la ley del ñembotavy y a los hechos consumados se remiten y la otra una ciudadanía castrada que si reclama lo hace a desgana y dejando que otros luchen sus batallas, sufriendo al que gana, con el hueso perdido en el cuello y la cabeza siempre gacha.

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