martes, 05 noviembre, 2024

El gran triunfo de la estupidez

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La corrección política nos va a convertir en seres con un pensamiento diminuto. Al final, y si somos afortunados, solo vamos a poder elegir lo indispensable para satisfacer nuestras necesidades básicas. Respecto de lo demás, la progresía, dueña absoluta de la verdad y la moral, habrá escogido el camino. Este absurdo contemporáneo pretende eliminar cualquier expresión que pueda ofender, aunque sea de forma involuntaria o en total inocencia, a algún grupo calificado como débil, pero sí permite insultar y denigrar a aquellos que arbitrariamente califican del grupo fuerte o malvado. ¡Los roles son siempre antagónicos!

La sociedad parece no ser consciente del nivel de afectación y de estupidización a la que está expuesta. Es una renuncia implícita a la libertad, una atadura de neuronas, una dictadura del pensamiento de la que mucha gente no tiene el coraje ni la capacidad de escaparse.

Hoy hay muchas personas que rechazan, sanamente, los maniqueísmos, dogmatismos o exageraciones, pero que son constantemente amenazadas por aquellos dueños de la moral social, cuyos logros se reducen al boicot de obras artísticas o al escarnio público y el castigo social. Es imposible cometer el crimen de mostrar desacuerdos lingüísticos, argumentativos, filosóficos o científicos sin recibir una sanción que muchas veces significa el ostracismo, la cultura de la cancelación.

Hace pocos días, Brian Sheng, compositor chino dos veces nominado a los Pulitzer de la música, fue expulsado de la Universidad de Michigan por haber transmitido durante una de sus clases la película Otelo (basada en la obra de William Shakespeare), en la adaptación que hiciera Stuart Burge en el año 1965, cuatro veces nominada al Oscar y a los Globos de Oro, sobre la base de que es una película racista y discriminatoria, y que el profesor no hizo la crítica respectiva durante la clase. Los alumnos pidieron al decanato que Sheng fuera expulsado de la universidad. Le aplicaron la cultura de la cancelación. Sin aceptarle ninguna disculpa, destruyeron una exitosa trayectoria en minutos de irracionalidad. Es inadmisible que se silencien a profesores, investigadores o pensadores solo porque a un sector de la sociedad le incomodan sus ideas. La palabra universidad, cuyo origen fue convocar a todas las personas dedicadas al oficio del saber, hoy ha perdido todo sentido.

En el Perú, la progresía es muy receptiva. Apenas Pepsico cambió el nombre de la miel Aunt Jemima, luego de las protestas de Black Lives Matter, de forma insólita Alicorp decidió matar la marca La Negrita, a pesar de que son realidades totalmente distintas. Hace pocas semanas, la Municipalidad de San Isidro se negó a darle una licencia al anuncio de El Pan de la Chola, sobre la base de que es un nombre que incita a la discriminación y el racismo.

Se agitan con estas tonterías, pero ni se inmutan al enterarse de que el ministro de Educación tiene probados nexos con el Movadef, brazo político de Sendero Luminoso, o que Barranzuela, del Mininter, es abogado de Cerrón, defensor de traficantes de armas y promotor del narcoestado, siguiendo los pasos de la Bolivia de Evo.

La corrección política va acompañada de un revisionismo histórico a ultranza, sin comprender que no se pueden mirar con ojos del siglo XXI realidades que acontecieron hace cientos de años. Pésimo ejemplo dio el Ministerio de la Mujer al expresar que «el 12 de octubre conmemoramos la resistencia de las mujeres indígenas contra el orden colonial opresor. 500 años después, en el bicentenario de la independencia, sigamos construyendo un camino propio para un Perú soberano». No solamente ignora que durante el incanato las mujeres nunca fueron respetadas, sino que en esa fecha se conmemora el descubrimiento de América y el origen de una tradición cultural común a los pueblos de habla hispana. Es inadmisible que la Sra. Durand cambie la historia e incite el odio desde una entidad pública que le pertenece a todos los peruanos.

Mientras que la izquierda radical y la progresía continúan luchando por sus cuotas de poder, el país sigue en rumbo a la deriva. No dejemos que la falsa sensación de alivio nos engañe.

Madeleine Osterling – El Pollo Farsante

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