Existen muchos países europeos que pueden compartir varios paralelismos históricos con el Paraguay. Empezando por la misma Madre Patria, España, tan injustamente escarnecida por la “Leyenda Negra” como nuestro país en su Primera Etapa Independiente en 1810 – 1870. Así como Hispania tuvo el glorioso y trágico episodio de Numancia, también han existido escritores como el alemán (que vivió en Chile mucho tiempo) Ernst Samhaber, quien ha descrito a Francisco Solano López como “el Numantino Paraguayo” y a la inmolación en Cerro Corá como la “Numancia Americana”. Que valgan esos pequeños ejemplos para el caso.
También Irlanda comparte mucho con el Paraguay. Su feroz resistencia celta contra el dominio anglosajón, que dura ya cinco siglos; los terribles genocidios que Inglaterra, directa o indirectamente, hizo perpetrar en esa valiente y sufrida nación; en fin, nuestra gran heroína Elisa Alicia Lynch era nativa de Irlanda y escapó justo a tiempo de la “Gran Hambruna” del siglo XIX en ese país para unirse tiempo después con nuestro Héroe Máximo.
Lastimosamente, la isla de Eire, que nunca fue doblegada con las armas ni el hambre genocida, fue sometida por un “arma secreta” de la Pérfida Albión: la cultura británica del siglo XX. Y así, hoy tenemos que soportar, con dolor en los oídos, a irlandeses que son más ingleses que cualquier cosa, como U2 o The Cranberries. ¿Acaso no viene del mismo Morrissey lo de: “Irish Blood, English Heart”? ¡Peores que una bomba atómica sobre Dublín!
Pero si hay un país que posee más que ninguno todos los méritos para llamarse el “Paraguay de Europa”, ese es sin duda Polonia.
Construida por ilustres y valerosos monarcas, el Reino de Polonia (y Lituania) era una República a la vez que una Monarquía. Ninguno de los dos sistemas se oponen mutuamente: el Rey Polaco era electo por el “Sejm” (los aristócratas del pueblo) y gobernaba de por vida. Así como Francia y los López fueron electos por los Cabildos del Paraguay, y gobernaban de por vida.
Paraguay, como el mejor hijo de España en el Río de la Plata (y nunca bien ponderado por la Madre Patria), dio su vida para difundir en la región la herencia de la Hispanidad, con las Misiones Jesuitas-Franciscanas, con las Fundaciones de innumerables ciudades, luchando en contra de los bandeirantes mamelucos quienes buscaban esclavizar a los indígenas guaraníes. Polonia hizo lo propio en Europa Oriental, civilizando y dando la vida por la Iglesia Católica en su primera época, salvando a Europa del avance de los mamelucos otomanos en innumerables ocasiones.
Ambas naciones, que hasta comparten la letra “P” en la inicial, tuvieron su momento de esplendor y su gloriosa tragedia. Rodeados por ambiciosos vecinos, combatieron hasta sucumbir con cantos de épica.
Así, tras largas “particiones”, Polonia debió sufrir a manos del Gigante Ruso (el Brasil de Europa) verdaderas luchas que la pusieron al borde del exterminio. A su vez, los polacos sufrieron la “puñalada en la espalda” de los usurpadores prusianos quienes, falsamente, se consideraban los verdaderos líderes de Europa Oriental.
También el Paraguay sufrió sus “particiones” y posteriormente, gracias a la “puñalada en la espalda” de los usurpadores porteños, los liberales capitaneados por el Imperio del Brasil aprovecharon con inteligencia su momento para eliminar al legítimo heredero de la Hispanidad en el Río de la Plata durante la Guerra de la Triple Alianza. Y como el Mariscal Presidente Francisco Solano López (amigo, según se dice, de Napoleón III) cayó en el campo de batalla prefiriendo la muerte antes que la capitulación, también el Príncipe y Mariscal Napoleónico Jozef Poniatowski, murió en combate por la independencia de su Patria.
Los polacos siempre dicen que “Dios nunca los ha abandonado”. Porque dicha nación, heroica como el Paraguay, a pesar de haber estado bajo ocupación durante casi todo el siglo XIX y parte del XX, siguió viva y latiendo. Polonia hizo de “Dios, Honor y Patria” su lema nacional y resurgieron de sus cenizas tras la Primera Guerra Mundial, superando todo tipo de avatares contra sus feroces enemigos. Una curiosa amistad une a los Estados Unidos con Polonia, especialmente por la intervención del General Kosciuszcko en la independencia de las antiguas Trece Colonias. Los “yanquis” devolvieron ese favor cuando Polonia venció a la Unión Soviética en 1919-1921 con el famoso “Escuadrón Kosciuszcko”, pilotos estadounidenses que fueron muy importantes para detener el avance de la horda bolchevique, luchando con los polacos.
También el Paraguay, a pesar de sus legionarios traidores, sobrevivió como un milagro tras largos años de ocupación. “Dios, Patria y Familia” fue el lema de los paraguayos durante la reconstrucción y al menos en ese tiempo, sus principales valedores estuvieron en los Estados Unidos. El Presidente Rutherford Hayes dio una gigante mano al país para la preservación del Chaco y el inolvidable General Martin T. MacMahon fue quien cantó “Resurgirás Paraguay”, comparando el increíble y trágico heroísmo de nuestro país con el de la infortunada Polonia de entonces. Para muchos, fuimos en 1870 la “Polonia Sudamericana”.
¿Y qué mayor símbolo de unidad espiritual entre Polonia y el Paraguay sino el mismo Karol Wojtyla, el Papa San Juan Pablo II?
Su inolvidable visita a nuestro país vino a sellar ese extraño paralelismo histórico y cultural entre Paraguay y Polonia, dos tierras de heroísmo glorioso y trágico, con mártires por Dios y por la Patria que se sacrificaron para difundir la Fe y salvar la independencia de sus naciones. En su “Encuentro con la Sociedad Civil”, en su discurso San Juan Pablo II aludió al superlativo coraje y heroísmo del pueblo paraguayo durante la Guerra de la Triple Alianza, diciendo que en el momento más difícil de nuestra historia, hemos llegado a los más sublimes sacrificios en defensa de la Patria y en la preservación de nuestros valores nacionales durante la reconstrucción. ¡No podía esperarse menos de un ferviente patriota polaco como Wojtyla, quien enfrentó a nazis y bolcheviques para salvar a su propia Patria!
Hoy, es la Polonia del Papa Juan Pablo II la nación europea que más intensamente ejerce una resistencia contra las imposiciones tiránicas del globalismo y su ideología liberal, anti Patria y anti Vida. Ante los promotores de la “Cultura de la Muerte” desde sus nefastas instituciones como la Unión Europea, el Fondo Monetario Internacional, la ONU, ONGs y demás, los polacos están levantando una verdadera “Fortaleza de Humaitá” y haciendo que sus pechos sean las murallas para defender a su nación, una vez más. Desde luego que dentro de su país hay también “traidores y legionarios”. Pero los polacos están dispuestos a dar la lucha contra el cosmopolitismo globalista hasta el martirio si es necesario.
¿Y el Paraguay? ¿Estará a la altura de tantos blasones históricos que lleva colgados en el pecho? ¿Tendrá nuestro país esa férrea resistencia hasta el sacrificio, que hizo que alguna vez fuera llamado “Polonia Sudamericana”?
Hasta el momento, se está resistiendo… Muy a pesar de nuestros políticos de turno, de nuestras mal llamadas “élites” que en realidad no son sino monigotes del establishment globalista. Pero nunca hay que bajar los brazos. Hay que intensificar la resistencia, levantar los puños y exigir a nuestros gobernantes (y a todo el pueblo en general) esa virtud que tanto escasea últimamente: patriotismo. No simples discursos patrioteros, que se los lleva el viento, sino la noble virtud que enaltece los espíritus de todas las almas honradas, el “amor a la Patria”, la lucha por su soberanía e independencia, sea con las armas, con la cultura, con la diplomacia o donde toque hacerlo, es decir, con los actos y las obras.
Polonia es el “Paraguay de Europa” y está peleando aguerridamente para reverdecer sus viejas glorias. Es lo que hacen los que aman a su Patria. ¿Estaremos nosotros, los paraguayos, a la altura de los nuevos desafíos que vendrán?