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COVID, el nuevo apartheid

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Un refrán popular en Paraguay, y creo que en varias partes del mundo, dice que “en la mesa no se habla de política, religión y fútbol” por ser temas polémicos que sacan a relucir las diferencias entre las personas que comparten un espacio, un momento.

Antes que nada, ¿por qué querer ocultar que existe una diversidad de pensamientos y creencias en una sociedad? Si somos libres de expresarnos, ¿por qué temer decir lo que creemos en la oportunidad que tengamos de hacerlo? Y más aún, haciendo referencia a esa “mesa” en donde se comparte, se supone que nos referimos a un lugar en donde deberíamos sentirnos en confianza, estando con personas que nos conocen y que aceptarían lo que digamos, sin estar de acuerdo muchas veces, pero nos darían la chance de ser escuchados y de manifestar nuestras formas de pensar.

Hasta hace poco, personalmente veo que ese refrán popular seguía siendo solamente eso: un refrán. Una oración que usualmente decimos cuando vemos que se iniciaría un debate sobre política, ideología o un partido de Cerro Porteño versus Olimpia. Debates que quizás ni siquiera alcanzaban un nivel de suficiente importancia que igualmente el asado se continuaba comiendo o la cerveza se seguía compartiendo a pesar de las diferencias. Pero al día de hoy eso ya no es así, y no porque los temas mencionados se hayan agravado, sino porque apareció un tema que, desde el mismo momento en que se habla de “posibles contagiados” ha sido motivo del inicio de una nueva forma de segregar a la sociedad.

Tanto es así que ya no solo se trata de quiénes están contagiados o no, sino que ahora se trata de quiénes están “inmunizados” y quiénes no. No todos, pero algunos lugares han empezado a crear esta división, y para no ir tan lejos, hasta en esa misma mesa de asado y cerveza de la que hablábamos recién, en donde tenemos personas más cercanas y a quienes amamos.

Ya tenemos suficientes divisiones, como en un mismo encuentro futbolístico, en donde de por sí ya estamos divididos por nuestras preferencias personales, ahora se suma una nueva división pero impuesta, ¿por quiénes?. Estamos llegando a niveles de ridiculez de los que, ojalá no suceda, pero sería difícil regresar. ¿Todavía no se dieron cuenta algunos? Hoy nos imponen asientos en un estadio, mañana nos van a imponer a qué productos acceder y a cuáles no. Me atrevo a decir que ni siquiera falta mucho para que nos impongan una vacuna de la que somos libres de elegir si introducirnos o no para que tengamos acceso a servicios básicos, pero para no dar más ideas a la gente idiota que promueve esto, lo dejo hasta ahí.

El objetivo es dejar en claro que estamos a tiempo de luchar por nuestra libertad, que no lleguemos al punto de lo que está sucediendo en Australia, por dar un ejemplo. Somos libres de que nos vean la cara, somos libres de decir “No” y con mayor fuerza cuando se trata de algo que se puede entender como un experimento y que aún no tenemos la seguridad de que nos va a proteger, o simplemente porque no queremos. Las personas ya estamos intrínsecamente divididas pero porque no somos repeticiones y de eso no deberíamos olvidarnos, fuimos todos perfectamente creados, cada pieza de la que estamos compuestos ha sido formada en exclusividad, y nos llaman (todavía) por nuestro nombre y apellido. Una sociedad crece unida y fuerte cuando no está dividida más que por diferencias que son electas: un partido político, un club, un sabor de helado. Pero no por zona de vacunados y no vacunados, o por ciudadanos de primera y segunda. Por dignidad de ser personas no podemos permitir llegar al punto de tener que llevar puesto un cartoncito para que nos traten mejor, sería como volver a tiempos pasados en donde se hacía algo similar en otras sociedades.

Ya nos inculcaron tanto pánico que hasta los vacunados tienen miedo de reclamar su derecho de andar libremente por las calles, cuando en teoría ellos son los primeros esclavos en haber sido liberados.

Somos libres, siempre lo fuimos y parece que algunos se olvidaron de esto.

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