A pesar de la lacónica victoria ante Venezuela, la crisis albirroja está instalada. Gran parte de la afición pide el fin del ciclo Berizzo. Los periodistas deportivos más afamados del país vienen guardando silencio cómplice ante el descontento por el bajo rendimiento, y la indecisión de la cúpula oficial para el cambio de timón. En la misma postura están los dirigentes de los clubes. Y por si no faltara, la inveterada política del amiguismo copa los anillos centrales de la APF. ¿Por qué guardan silencio los periodistas y los dirigentes? Pautas, holdings, entrevistas, viajes…
Una vez instalado en la presidencia de la APF, Robert Harrison llamó a varios ex compañeros de promoción del afamado Colegio Göethe, en puestos clave dentro de la institución matriz del fútbol.
La estrategia en sí no es inválida: se trata de trabajar con gente de entera confianza. ¿En dónde reside lo perjudicial? Pues que se trata de flamantes tecnócratas, grandísimos profesionales en sus ramas de seguro. Pero de fútbol, de desarrollo y de organización y de ese muy específico y rico sentido común de fútbol carecen como Paraguay de salida al mar.
¿Cuándo se potencia el perjuicio? Cuando los amigos están ahí para prestar acuerdo a todo lo que propone Robert. Internamente, APF no tiene contrapoder, nadie instala una vía alterna, una mejor opción posible. Nadie le dice NO a Harrison.
A nivel administrativo, los tecnócratas compañeros de promoción; a nivel dirigencial, la obsecuencia de los votos a favor pagados con pequeños privilegios como el de viajar con la selección y el de siempre estar codeándose con la alta alcurnia.
La obsecuencia dirigencial se paga: bajísima competitividad de nuestros equipos, entre otras cosas por un campeonato de tan solo 10 equipos, por la escasa promoción de jugadores locales, por un arbitraje en crisis de credibilidad desde hace demasiado tiempo; sospechas de amaño nunca investigadas como corresponde; ausencia de programas de desarrollo y evolución del fútbol y sus nuevas generaciones.
Incapacidad de rectificar rumbos cuando es notoria que la opción elegida es la equivocada.
Como si no fuera poco, la afición no encuentra canalizadas sus sensaciones de desaprobación porque, en general, la prensa deportiva no cumple con su razón de ser: ante el descalabro y el despropósito, decide callar, mirar para otro lado, o en el mejor de los casos, matizar lo que venía y viene pasando.
Los líderes del rating y concentradores de las mejores pautas de anuncio, están con las manos atadas y la boca sellada porque el privilegio de la entrevista exclusiva, los pequeños regalos, el viaje pago al lado del plantel, la exclusiva información para la primicia, etc. Son, en suma, una tentación a la que ni intentan resistirse.
Es muy difícil encontrar en los programas de los llamados líderes de la audiencia una crítica objetiva acerca de todo lo que está pasando.
Así como eligieron el camino del confort para no criticar ni contar verdades, optan por el vedetismo para sobrellevar el circo que encubre la podredumbre detrás.
Llaman a ex jugadores o ex entrenadores para que ellos hablen, y se generen peleas entre los antiguos y los actuales.
Llaman a cierto representante para que vomite sinsentidos y palabras irreproducibles.
Por último, llaman a jugadores actualmente involucrados, pero no para hacer un análisis del juego (porque no tienen la capacidad de hacerlo, de los periodistas hablo), si no para hablar de su vida privada.
Mientras tanto, el fútbol paraguayo agoniza.