sábado, 23 noviembre, 2024

La generación silenciosa, sus hijos… y la realidad

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Es interesante ver a los hijos de la generación silenciosa, los de los 80/90, aquellos que nacieron al final de una era y ya no vivieron en el mundo bipolar de la guerra fría, ni el auge de los regímenes autoritarios de Latinoamérica; pero que fueron criados en un sistema tácito, sin saber que ocurrió en el pasado más allá de los convenientes relatos de cada parte con sus agregados y omisiones, y sin el contraste de la comunicación global instantánea de hoy, que permite ver el mundo y otras realidades. Una generación sin cadenas pero sin dirección, que hoy se ve absorbida por las agitaciones de la generación que le siguió, a la que en vez de guiarla la acompaña, a veces para bien, otras no.

Ambas generaciones huérfanas de algún arraigo cultural o histórico, carentes de identidad en el ahora mundo globalizado, se ven a la deriva en esta era, la era de la conectividad y de la información, donde su día a día se ve saturado de noticias, propaganda y pensamientos globales o regionales, a más de nacionales, en una nueva dimensión humana y comunicativa, siendo que anteriormente a duras penas existían foros o siquiera alguna cantidad considerable de voces para el debate, circunscribiéndose cualquiera de estos, por lo general a la capital.

Generaciones que absorben cual esponja todo lo externo sin sopesar o siquiera intuir las formas o maneras de adaptarlo con éxito a nuestra realidad, conformándose con que los líderes del momento, líderes cuasi hereditarios, dispongan el copiar y pegar, de soluciones o iniciativas pensadas para otros pueblos con otras realidades.

Sin negar la utilidad y el poderoso instrumento de avance y desarrollo que pueden ser tanto internet como las redes sociales, también pueden trastornar la percepción del individuo sobre los niveles de acción, evitando que este pueda adaptar a su realidad local las oportunidades que el globo le ofrece para mejorar. Esta instantaneidad de la información, ocasiona que muchos extravíen sus fuerzas perdiéndose en modas, tendencias y luchas pertenecientes a situaciones externas y realidades ajenas; ejemplo de ello es la preocupación por la sobrepoblación en un país con apenas 7 y medio millones de habitantes como el nuestro o la atención e importancia que se le atribuye a la lucha sobre las cuestiones raciales en EEUU, que afecta a los afroamericanos, mientras se  ignora y condena al olvido a nuestras comunidades autóctonas guaraníes, atándolas a la voluntad de sus caciques y al pasado, para así negarles el paso a la modernidad y un trato de iguales como a cualquier otra comunidad humana.

Esto priva de poder accesar a los avances tecnológicos, intelectuales, políticos y sociales obtenidos en el conjunto global para incorporarlos a nuestro vivir a fin de obtener mayor comodidad, beneficio y competitividad para la nación toda, puesto que no intentamos adaptar los mencionados avances a nuestra realidad para seguir evolucionado en nuestra identidad, desarrollando a ritmo propio las herramientas que nos permitan generar bonanza y equidad a lo interno, para mostrarnos dignos y solventes a lo externo. Simplemente la mayoría pretende adaptar nuestra realidad a esos avances, comenzando por el final, sin siquiera pasar por la salida, legislación mediante, encontrándose con que tal alteración del orden resulta en fracaso, por la poca flexibilidad de la realidad en oposición a la gran plasticidad de los sueños y la ideas; se parte de la realidad propia del ahora, y esta no es una situación de suma cero, esto se manifiesta ya sea al no existir mercado laboral, por el escaso desarrollo industrial, tecnológico, la falta de infraestructura  o la escasa población, para determinadas profesiones o emprendimientos, ya sea por la falta de capacitación en general de la población, que veda muchas veces la posibilidad de captar inversiones e industria del extranjero.

Se pretende plantear debates y políticas sociales de primer mundo, cuando saliendo de calle última se carece de insumos básicos, electricidad e incluso seguridad, donde colegios se derrumban y el pueblo pasa hambre. Como reza el dicho, hay que hacer lo que los países ricos hicieron para volverse ricos, no lo que hacen unas vez que ya son ricos.

Por todo ello nos quedamos, muchas veces, con las apariencias del mundo civilizado plasmadas en hermosísimas letras muertas, para encontrarnos con nuestra frustrante realidad, a la cual no terminamos de entender y mucho menos del porque no cambia obedeciendo nuestra voluntad. No vemos el árbol frente nuestro por estar concentrados en el bosque y es por eso mismo que no podemos efectuar, eficazmente, acciones locales pensando globalmente, que enserio modifiquen nuestra realidad.

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