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América Latina: el frente de batalla del nuevo orden mundial

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Desde una perspectiva macropolítica, el alto nivel de violencia electoral en América Latina deja claro que los mecanismos de resolución de conflicto de nuestras sociedades y el sistema democrático no están funcionando. El incendio del Palacio de Justicia de Tuluá en Colombia, el resurgimiento del terrorismo de facciones de Sendero Luminoso en Perú, y el asesinato de al menos 27 candidatos políticos durante el ciclo electoral en México, son evidencia claras de graves deficiencias del sistema político en atender las necesidades de la población, y el auge de nuevos actores estratégicos compitiendo violentamente por el poder en la región. El nuevo actor externo por excelencia es China, y América Latina es el frente de batalla en la lucha por la supremacía del nuevo orden mundial.

Iniciativa de la Franja y la Ruta

La postura de China en el escenario internacional es una de una potencia expansionista. Un dragón con apetito, flexionando sus músculos. La iniciativa de la Franja y la Ruta (Belt and Road Initiative o BRI) lanzada en 2013 por Xi Jinping es la estrategia geopolítica detrás de esa postura tan caricaturizada. BRI o la nueva ruta de la seda pretende crear una red de proyectos de infraestructura que conecten comercialmente a las naciones del mundo con China. A la fecha, 139 países del mundo han suscrito de una forma u otra acuerdos con China para participar. En conjunto estas naciones representan 40% del PIB mundial y 60% de la población total.

El comercio entre China y América Latina se multiplicó por un factor de 20 en la última década. 19 países de la región ya se han unido a BRI. En 2019 solamente China invirtió $12 mil millones en América Latina. Como parte de la política de Estado adjunta a BRI, China implementa ya una estrategia de expansión de activos de doble uso en la región. Es decir, expandir de manera agresiva el número de proyectos de infraestructura física y digital que tengan doble uso, civil y potencialmente militar.

Esta estrategia la lidera el Departamento de Enlace Internacional del Partido Comunista Chino (DEI). Una oficina del Gobierno chino que opera aparte y con distintos objetivos que el ministerio de asuntos exteriores. El DEI por su naturaleza es una institución con fuertes influencias ideológicas. Entre 2002 y 2018, funcionarios del DEI sostuvieron más de 300 reuniones con 74 partidos políticos diferentes en 26 países de América Latina.

Un ejemplo a contemplar es el caso de Colombia. En 2018 el viceministro del DEI se reunió con Nubia Martínez, la directora nacional del partido Centro Democrático de Colombia. En agosto de 2019 el ahora presidente Iván Duque (Partido Centro Democrático) viajo a Pekín con la promesa de fortalecer los lazos comerciales, y en octubre de eso mismo año la compañía china Harbor Engineering Company ganó la licitación para la construcción del Metro de Bogotá.

En el caso de Panamá, representantes del DEI se reunieron con miembros del PRD en 2015. Desde entonces China se convirtió en el mayor socio comercial en cuanto a proyectos de infraestructura en el área del Canal. Y por supuesto, en 2017 Panamá cortó relaciones diplomáticas con Taiwán en favor de una mayor relación con China continental. Y no olvidemos la propuesta de construcción de una imponente embajada en las riberas del Canal. Una afrenta directa a los intereses de seguridad de EE.UU.

En el cono sur, Argentina permitió la construcción de la Estación de Espacio Lejano, una estación espacial china. Además, intereses chinos operan una terminal portuaria en Buenos Aires. En 2019 Pekín inició negociaciones con Chile para construir una base de exploración Antártica en Punta Arenas, un punto crucial con acceso directo al estrecho de Magallanes.

La lista continúa y suma un total de más de 20 proyectos portuarios en el Atlántico y el Pacífico de América Latina.

En el mundo digital, el presidente de Brasil Jair Bolsonaro, dio un revés a su postura electoral antichina tras caer en las encuestas durante la pandemia. Ahora Brasil no solo produce vacunas de Sinovac, sino que también Huawei realiza pruebas en varias ciudades con redes 5G. México, Ecuador, Colombia y Argentina ya iniciaron consultas para la implementación de redes 5G y ninguno cerró la puerta a compañías chinas a pesar de las advertencias de Washington.

Incertidumbre en Washington

En su declaración anual ante el Congreso de Estados Unidos, el almirante Craig S. Faller, comandante del Comando Sur de Estados Unidos, señaló a la República Popular China como la mayor amenaza de un actor estatal en América Latina. Para el comandante del Comando Sur de Estados Unidos, América Latina es el frente de batalla en la lucha geopolítica entre Estados Unidos y China.

Sin embargo, a nivel geopolítico, EE.UU. no pareciera tener un plan concreto para mantener, robustecer o por lo menos defender sus intereses e influencia en América Latina. Desde el 11 de septiembre de 2001 EE.UU. fijó su mirada en el Medio Oriente y la lucha contra el terrorismo, y ahora concentra sus esfuerzo en contener a Pekín. Si la postura de China a nivel internacional la podemos retratar gráficamente como un dragón hambriento, la de EE.UU. durante los últimos cuatro años fue la de un Donald Trump inflable en pañales. Y si bien es cierto que el total de inversión extranjera directa de EE.UU. en América Latina duplica las inversiones chinas ($250 mil millones EE.UU. vs. $110 mil millones China) para 2019 ambas potencias igualaron su inversión anual, en alrededor de $12 mil millones.

La administración de Joe Biden ha dado señales de que sus prioridades regionales se concentran en el triángulo norte de Centro América y están limitadas a controlar el flujo migratorio irregular y las amenazas adjuntas de seguridad. El US Citizenship Act de 2021 promete un total de $4 mil millones durante cuatro años a tres países con la finalidad de persuadir a los hondureños, guatemaltecos y salvadoreños que se queden en sus países. Una fórmula que ya perdió su brillo: paquetes de asistencia económica condicionada con el objetivo de fortalecer la democracia y combatir la corrupción. Y ahora Centroamérica tiene otro pretendiente.

Luego de que el Departamento de Estado de EE.UU. colocara a la jefa de Gabinete del presidente Bukele, Carolina Recinos, en la lista de políticos corruptos de Centroamérica, el mandatario salvadoreño acusó a EE.UU. de jugar a la geopolítica y acto seguido agradeció a China por el envío de más de 500 mil dosis de vacunas contra la covid-19. Esa misma tarde 66 de sus diputados ratificaron en el congreso un acuerdo de cooperación técnica con China por un supuesto monto total de $500 millones. Guatemala y Honduras no mantienen relaciones formales con China, pero a principios de mayo el presidente guatemalteco, Juan Orlando Hernández, indicó interés en habilitar una oficina comercial para China con el fin de lograr acceso a vacunas anticovid-19.

Nuevo orden mundial

La ausencia del intervencionismo estadounidense durante este anacrónico auge de candidaturas comunistas en Chile, Perú, y Colombia, el tibio manejo de las relaciones con el brutal régimen Venezolano de Nicolás Maduro, y la evidente pérdida de influencia en su propia vecindad podrían hasta generar una mórbida nostalgia para aquellos que añoran el orden familiar de la guerra fría. Mientras que el aumento de la presencia de Pekín en la política (junto a la memoria de operaciones clandestinas comunistas y macartistas en la región durante la guerra fría) nos obliga a preguntarnos: ¿existe acaso una correlación entre la presencia del DEI del Partido Comunista Chino en la región y los destellos de “terrorismo urbano moderado” que hemos evidenciado en los ciclos electorales de los últimos años en América Latina? ¿Estados Unidos es un imperio en declive? o ¿acaso las 80 millones de vacunas contra la covid-19 que distribuirá la administración Biden a partir de junio marcarán un retorno a la normalidad pre-pandemia? Y finalmente, ¿América Latina será una ficha o un actor en el ajedrez geopolítico de grandes potencias?

Luis Eduardo Martínez – La Estrella de Panamá

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