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La vacuna china y el chantaje político

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Un conocido proverbio de origen bíblico afirma que “Por sus obras los conoceréis”. La referencia es necesaria para que las personas puedan comprender y evaluar la conducta política de las naciones. La experiencia histórica demuestra que los países tienen, ante todo, intereses, y esta verdad la vemos confirmada con la actual crisis epidemiológica causada por el coronavirus chino, bautizado como Covid-19 para borrar el “pecado original”.

Es realmente desgarradora la tragedia que viven numerosos países pobres de todo el mundo que, sin la capacidad para producir vacunas, tienen a sus ciudadanos esperando por la piedad extranjera para detener la cadena de contagios y muerte producida por el coronavirus.

Estados Unidos y los países desarrollados de Europa han sido honestos en afirmar que primero tienen que vacunar a las personas más vulnerables de sus países, antes de comenzar a proveerlas a otros. Es comprensible que sea así. El amor y la caridad comienzan por casa. Rusia, sin declaraciones públicas, ha sido también sincera con un mensaje explícito: “Se la vendo a los que la puedan comprar”. Sin embargo, China, no ha demostrado la honestidad de Estados Unidos y Europa, ni la sinceridad de Rusia. Los chinos están ofreciendo sus vacunas a cambio de que los beneficiarios corten sus lazos con Taiwán. Esa conducta es un simple y claro chantaje político que muestra la verdadera cara, muchas veces disimulada, de los chinos comunistas.

Irónicamente, las vacunas chinas son las de menor calidad y confiabilidad de todas las que se han producido hasta este momento. Las vacunas de Pfizer y Moderna son las más avanzadas científicamente. Se les Identifica como vacunas RNA por su tecnología  genética y tienen una efectividad de entre el 94 y el 96%. Las vacunas de Oxford-AstraZeneca, la de Johnson & Johnson y la Sputnik V de Rusia usan una tecnología conocida como “vector viral” y también son científicamente más avanzadas y eficientes que las chinas, que usan la tecnología anticuada del “virus inactivado”.

Después de un año de experimentos, una de las vacunas chinas, la Sinopharm, acaba de recibir la aprobación “de emergencia” de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para ser usada masivamente. Esa aprobación expedita significa que la OMS “ ha acelerado o se ha saltado” varios de los protocolos de verificación de que la vacuna es segura, eficaz y de calidad. El Director General de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, señalado por analistas como “una marioneta del régimen comunista chino”, justificó la aprobación de “emergencia” teniendo en cuenta la necesidad de vacunas que confrontan numerosos países. Sin embargo, los expertos de la OMS señalaron que en los ensayos clínicos, los chinos incluyeron a muy pocas personas de 60 años o más, que es precisamente el segmento humano más vulnerable al coronavirus. Esa aclaración de los expertos de la OMS busca protegerse del incumplimiento chino en las fases clínicas y es otra evidencia de que las vacunas chinas no son confiables.

Afortunadamente, el presidente de los Estados Unidos anunció esta semana que en breve comenzará a compartir las vacunas con países de América Latina, una esperanza que aliviará la presión que el régimen chino le ha puesto a los mandatarios de Paraguay y Honduras a quienes condicionó las vacunas a cambio de que cortaran sus relaciones con Taiwán. No debemos olvidar que el líder comunista chino, Xi Jinping, había dicho el año pasado que “las vacunas chinas estarían disponibles para todos como un bien público global”.

Pero, evidentemente, el régimen chino tiene varias máscaras dependiendo del momento. El domingo pasado, mayo 23, el influyente diario The Wall Street Journal citó un informe de la inteligencia norteamericana que afirma que “tres investigadores del Instituto de Virología de Wuhan se enfermaron en noviembre del 2019 y buscaron atención hospitalaria”. El diario destaca que esa información refuerza los llamados a investigar si el coronavirus, Covid-19, se “escapó” de ese laboratorio de Wuhan. Es oportuno recordar que el famoso y respetado centro de investigaciones médicas, “Lancet Institute”, de Londres, afirmó en los primeros meses del 2020 que el “paciente cero” (la primera persona identificada como portadora del coronavirus) no tenía nada que ver con el mercado de mariscos de Wuhan, que era la historieta china de que el virus se transmitió a los humanos cuando comieron animales vendidos en ese mercado.

Ojalá que todas estas informaciones sobre la conducta del régimen comunista chino sirva para abrir los ojos de numerosos gobiernos de América Latina que miran a Beijin como un buen aliado económico, como un proveedor de vacunas o como un buen socio comercial. Cuidado con las máscaras chinas que tienen muy buena calidad y, más bien, miren sus obras (acciones) que por ellas los conocerán.

Por Luis Zúñiga – Analista Político, exdiplomático (El Mundo CR)

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