En Venezuela hay hambre. Las neveras vacías y la nula calidad de vida están llevando a las madres venezolanas a entregar a sus propios hijos a cambio de dinero para poder comer.
La situación que atraviesa el país es preocupante. Para 2019 estaba entre las 10 peores crisis alimentarias en todo el mundo. Cerca de 9,3 millones de venezolanos requirieron asistencia alimentaria de emergencia, es decir, 32 % de la población total, según la Red Global contra las Crisis Alimentarias del Programa Mundial de Alimentos.
La realidad respalda esas cifras, los sectores más vulnerables se enfrentan a una dolarización de facto que convierte a los alimentos en bienes de lujo. Ni siquiera el pírrico aumento del salario mínimo a 3,40 dólares ordenado por Maduro permite acceder a la canasta alimentaria, valorada en casi 230 dólares. Para la cúpula chavista el tema no tiene importancia siempre y cuando ellos tengan sus propios privilegios.
Las personas de bajos recursos son las más perjudicadas y justo allí es donde las bandas delictivas ven la oportunidad. Recientemente uno de estos grupos delictivos fue desarticulado por autoridades colombianas. Se dedicaba a contactar a venezolanas embarazadas y les compraban sus bebés por 800 dólares.
El modus operandi
La banda ganaba unos 2000 euros por cada bebé exportado a Europa, detalló el director de Migración Colombia, Juan Francisco Espinosa, luego del arresto de los implicados.
Dentro del modus operandi, las futuras madres eran contactadas en la zona fronteriza, tanto del lado colombiano como del venezolano, dijo. Cuando nacían, los bebés eran registrados con partida de nacimiento colombiana de manera fraudulenta, luego eran enviados a través de Ecuador hacia Europa.
Pero las madres no daban a luz en cualquier parte. Una nota de El Tiempo señala que estas eran llevadas a clínicas de renombre, luego los niños eran sacados con los nombres de los padres cambiados.
Otro factor dantesco es que dentro de los cabecillas del grupo fue identificada una venezolana, quien se aprovechó de sus coterráneas e hizo negocio con el hambre. Otras cinco personas fueron capturadas. Se incautaron elementos de prueba y se detuvieron a tres personas más en flagrancia.
Producto de la desesperación
Los indicadores del reporte hecho por el Programa Mundial de Alimentos sobre el hambre en Venezuela solo llegaron hasta 2019. No fue posible llevar el registro de los años 2020 y lo que va de 2021 por la insuficiencia de datos.
Sin embargo, el informe señala que la situación seguramente empeoró. Un reporte de seguimiento de la FAO, refleja que en agosto-septiembre de 2020, el 70 % de los encuestados no tenía suficientes alimentos para satisfacer las necesidades básica o tuvo que limitar la diversidad de sus dietas, 32 % había agotado las reservas de alimentos y 11 % pasó 24 horas sin alimentos.
Este año tampoco pinta bien dada la restricción de circulación por la pandemia, la inflación y la escasez de combustible usado para el transporte de los alimentos. Todo este cúmulo de penurias genera este tipo de consecuencias dantescas producto de la desesperación.
Uno de los bebés fue rescatado antes de ser enviado fuera Colombia. Ahora está bajo el cuidado del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF). Por su parte, las autoridades están tratando de identificar cuántos fueron vendidos en total.
El hallazgo genera consternación, más aún porque no se sabe a dónde fueron a parar esos niños. Paralelamente, el hambre en Venezuela continúa en medio de la mayor crisis humanitaria de la región por la negligencia y la prepotencia de la dictadura comunista.