Una de las frases más famosas atribuidas a Marx, a pesar de haberla plagiado este de autores como Heinrich Heine o Moses Hess, es que la religión es el opio de los pueblos. Pero eso sí, quizás ni el mismo Marx se hubiera imaginado que con su impronta, se convertiría en el padre fundador de una nueva religión como el marxismo. Si bien, lejos de ser una espiritual, su estructura la hace perfectamente equiparada a una religión secular.
El marxismo, convertido en una rama ideológica del idealismo, ha penetrado agresivamente en el siglo XX en las instituciones republicanas del mundo entero y al mismo tiempo, ha sido desacoplado en gran parte de los lugares donde se ha instalado antes del final del mismo siglo, tras su notorio fracaso. Al igual que ocurriera con la religión occidental por excelencia como el cristianismo, el proceso de desacople del marxismo de la administración estatal sigue siendo en muchos lugares extremadamente difícil, pues sus resabios están muy fuertemente sustentados mas por la fe que por la evidencia científica.
Lo del marxismo es aun mas grave pues se rehúsa a ocupar su lugar de creencia y presume de tener bases científicas, aun ante lo que ha significado su puesta en práctica como el experimento fallido más grande de toda la historia de la humanidad y con el triste saldo de cientos de millones de muertes humanas.
Este fenómeno es de especial atención pues la evidencia de su fracaso como modelo, no ha servido para que sus seguidores fanatizados lo abandonen y más bien lo traten de justificar. Sus postulados son intensamente ensañados en las instituciones educativas con un entusiasmo fanático antes que científico.
Los programas de estudios plagados de falacias de selección de pruebas que buscan, o bien negar que haya ocurrido su aplicación o simplemente que no se lo ha entendido, aunque se lo haya aplicado en forma de eje central para otros países, nada más y nada menos que la propia Alemania de Marx y la Rusia de Lenin, sus dos más grandes iconos intelectuales.
¿Pero qué es lo que lo hace equiparar a una religión? No se trata solo por una fe ciega hacia una ideología que no tiene bases científicas, sino que se trata de todo un mismo patrón filosófico.
La búsqueda del hombre nuevo, la reconstrucción del nuevo orden sobre las cenizas del viejo que debe ser destruido, como la idea del fin del mundo, las leyes eternas o historicismo, la era dorada del comunismo que vendría después de la destrucción del capitalismo al igual que la era dorada de Erza o paraíso terrenal, el síndrome de Amos también conocido como odio al rico, la condena del lucro, o la interpretación de las leyes eternas e inmutables a una intelectualidad selecta que debe gobernar, no son coincidencias accidentales y mas bien son estructuras astutamente posicionadas hasta en las narices de intelectuales que se jactan de ser ateos.
En realidad la creencia en una deidad es simplemente un aditivo mas en el fenómeno marxista y se trata más bien de un patrón estructural idéntico o común con cualquier otra religión, como se indica más arriba.
La técnica marxista de ir, tal cual lo mencionara el propio Marx, como un espectro sobre las instituciones, haciéndose prácticamente invisible hasta que sea muy tarde, es sencillamente genial y muy eficaz. Las bases de esta filosofía idealista, han penetrado en partidos políticos que han nacido exactamente para contrarrestar esa idea, como el liberal o el republicano partido colorado, las dos más grandes nucleaciones políticas del Paraguay, lo que no termina de sorprender lo irónico de la situación. Muchos de los afiliados de estos partidos, no solo que desconocen las bases fundacionales del partido en el que militan, sino que sencillamente no les interesan, lo cual lo hace un caldo de cultivo ideal para que el marxismo, sea cada vez más influyente en estas organizaciones que debían combatirla antes que propagarla.
La razón principal para que esto ocurra es que la idea marxista tiene matices muy interesantes para el populismo, lo que lo hace más fácil ser difundida por políticos inescrupulosos que solo buscan poder a cualquier precio. La asignación según la necesidad, la redistribución de la riqueza, la equidad o el insuflar odio hacia las clases, despierta las pasiones mas atávicas del ser humano, convirtiendo al marxismo en una supuesta opción por el más pobre, aunque sea exactamente a la inversa. No no hay lógica posible que pueda sostener que destruir las unidades productivas, llenándolas de impuestos y todo tipo de trabas como creía el propio Marx, pueda sacar de la pobreza a nadie.
Es fácilmente deducible los peligros que todo esto conlleva. El marxismo no aplica sus dogmas sin antes tener el poder para ello y mientras no lo tenga, intentará persuadir con cantos de sirenas. Lo hacían los propios cristianos antes que Constantino les diera la estructura estatal que diera pie para que en el futuro llegara a tener el poder temporal y espiritual concentrado en un Emperador, Papa, Pastor, Guía, Fuhrer, Comandante, Secretario General o cualquiera con un titulo elegante que pueda dar las directrices de lo bueno, lo justo y bello para todos.
Ya en la segunda etapa será la imposición de sus dogmas como cualquier otra teocracia. Se crearan partidos únicos, programas de estudios únicos, códigos absolutos de conductas, devoción al líder, adoctrinamiento desde la cuna, odio a lo diferente y todo un sinnúmero de imposiciones que traen consigo el dogma sintetizado en su famoso aforismo SOCIALISMO O MUERTE que no tiene nada de diferente con el CREE O MUERE del Islam o MATAR A UN INFIEL NO ES PECADO de los antiguos cristianos cruzados.
Es tiempo de de cuestionar mas allá del sueldo de capellán que recibe un clérigo desde el Estado, o la estampa católica que recibe a uno en una institución pública cualquiera y que viola los principios laicos consagrados constitucionalmente, sino que también a una doctrina que esta mucho mas enquistada en las bases republicanas del país con sus programas sociales, sistemas impositivos, acaparamiento de mallas curriculares en las escuelas entre otros, que tratan de convencer tal cual lo cree la teología, que sus parámetros tienen bases científicas.
Es imperioso hacerle caso al propio padre del cristianismo que recomendó darle al Cesar (Estado) lo que es del Cesar y a Dios (creencia) lo que es de Dios. No se trata de intolerancia, pues no se necesita prohibir la práctica de la fe, ni hacia el cristianismo, el islam o el marxismo, sino que estén lejos del poder que le pueda asignar el imperio estatal que trae consigo la obligatoriedad de su cumplimiento. Después de todo, no está mal alimentar nuestros ideales, tal vez imaginando cantando, un mundo sin posesiones como John Lennon, como tampoco es malo rezar por los pacientes para darle fuerzas al cirujano. Solo que para estas cosas sean inofensivas, se lo debe imaginar fuera del Estado y rezar fuera del quirófano para no mezclar las funciones.