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La desnacionalización del remanente

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Bueno, el título lo dice todo, aunque es una propuesta revolucionaria y el terreno está abonado. Digo bien, terreno porque no es toda la tierra, solo una parte de ella en la cual cabe una minoría de gente pensante, consciente y digna. Que yo sepa nadie la ensayó aún y tampoco sé si a alguien le nació idea similar en otro lugar del planeta.

Estoy seguro que no fue Isaac Newton el único en el mundo al que de casualidad le cayó una manzana sobre la cabeza, pero fue el único que a raíz de ello elaboró lo que hasta hoy se conoce como «ley de gravedad».

¿Qué es la desnacionalización y que es el remanente?

Son términos sencillos de entender y se pueden aplicar a muchas situaciones.
«La desnacionalización del dinero» de Friedrich Hayek es el título de uno de mis libros favoritos de este autor. Trata sobre la eliminación de los bancos centrales y que monedas privadas compitan entre sí, tanto a nivel nacional como internacional. Se desnacionaliza el dinero. ¿Qué chuchi, verdad?
El remanente puede ser muchas cosas, desde un resto de arroz o queso que ya no hizo falta rallar. No obstante, el concepto aquí aplicado es el del resto fiel de la Biblia que se refiere a una minoría de judíos que mantuvo su lealtad al Dios de Israel mientras la mayoría se perdía en la idolatría.

Albert Jay Nock, autor del libro «El Estado nuestro enemigo» o «Nuestro enemigo el Estado», se tradujo de ambas formas del original en inglés «Our Enemy The State», escribió un ensayo al que tituló «El trabajo de Isaías», «Isaiah’s Job». Sería más acorde para nosotros si lo llamamos «La misión de Isaías». Nock lo cuenta de esta manera: “En el año de la muerte de Uzías, el Señor encomendó al profeta que fuera y avisara a la gente de la maldición que iba a llegar. ´Diles lo inútiles que son y qué les va a pasar si no se enderezan´. No suavices las cosas, díselo bien claro y fuerte. Debo decirte -añadió el Señor- que no servirá para nada. Los gobernantes y sus consejeros te despreciarán y las masas ni siquiera te escucharan. Seguirán su camino hasta que todo se hunda y probablemente tengas que huir para salvar tu vida».

Espectacular habrá pensado Isaías.

El profeta no se atajó y le reclamó a Jehová que, si todo iba a ser así, si la empresa iba a fracasar desde el principio, ¿Qué sentido tenia empezarla?

La respuesta de lo alto no se hizo esperar: «Quedará un Remanente, del que nada sabes. Son gentes torpes, desorganizadas, desmañadas, cada uno se las arreglará como mejor pueda. Necesitarán que se les anime y que se les abrace porque cuando todo se haya ido completamente al diablo, son quienes volverán y construirán una nueva sociedad; mientras tanto, tu prédica les apaciguará y les mantendrá en ese empeño. Tu tarea es hacerte cargo de ese Remanente».

Nock comparó esta historia a un remanente del pueblo estadounidense que aún se mantenía fiel a los principios libertarios de la República y no habían caído en la idolatría al Estado.

Ya que estamos, quedemos un rato en USA. Tiempo actual (Las obras de Nock fueron escritas en la década del 30 y 40 del siglo pasado), durante la administración Trump se vieron varios fenómenos revolucionarios. Uno, a mi entender, trascendió fronteras; Donald J. Trump se constituyó literalmente en el presidente del mundo libre, para ser exacto, en el líder de toda la gente del planeta que quería conservar su libertad. O sea, cual Isaías en su tiempo, el presidente norteamericano amalgamó el remanente del planeta que no quería arrodillarse ante gobiernos títeres y usurpadores al servicio de una agenda global apocalíptica. Y lo dijo claramente en una de sus manifestaciones, en una imagen que recorrió el mundo: «El único escollo entre ellos (globalistas) y ustedes; soy yo. Van por ustedes».

Paraguay no estuvo ajeno a este fenómeno y por supuesto tiene su remanente pensante y consciente, digno, que no se somete a la «plandemia». Ahora, la pregunta es ¿Cuán grande es él? ¿Porque pregunto? Porque siempre se dijo que nuestro país es un «cementerio de teorías», lo que sucede en todo el mundo no necesariamente se replica aquí, a veces pasa lo contrario. Entonces, podría suceder que el remanente vaya creciendo hasta convertirse en mayoría. ¿Quién sabe?

Si observamos a los covidíotas, verán que es gente de cierto nivel económico y académico por sobre el resto, no obstante, el arandu ka’aty, el grueso del pueblo paraguayo, no se traga el cuento chino del pangolín y tampoco cree en las medidas «sanitarias» de guaú.

Volviendo a Nock y su ensayo: «La verdadera tarea de Isaías no era convertir a las masas si no abrazar y dar aliento al Remanente, probablemente consideró que podía permitirse exponerlo indiscriminadamente y groseramente, y que, de hecho, eso era lo que se esperaba de él. Pero aun así, el hombre judío de masa debió ser un individuo de lo más reprobable y la mujer de masa completamente odiosa». Y así parece que continúan. Israel es una vergüenza hoy día al tener prácticamente a toda su población vacunada y nadie puede hacer nada sin la cédula de vacunación, ¡ni ir a caminar! «Pueblo loco e ignorante» llegó a decir el Señor. Imagínense, ¡la tierra en la cual el rey David escribió el Salmo 91! ¡El Salmo anti-vacuna por excelencia! Léanlo caramba y verán que vacunarse es ofender a Dios.

El abono de la plandemia son los idiotas y han demostrado ser mayoría en todo el mundo, en todas las naciones, por eso la propuesta es quitarse el ropaje del nacionalismo y dejar de pensar como paraguayos, daneses o mejicanos en este caso en particular, si no como parte de un remanente mundial fiel a la libertad y dignidad humana ya que el enemigo está a tu lado y tiene tu misma nacionalidad.

Con esto no propongo despojarnos de la nacionalidad ni del patriotismo siquiera, pero debemos entender que tenemos que trascender fronteras para tejer el gran remanente planetario, ya que en cada país de la Tierra sucede lo mismo que aquí, hay una mayoritaria masa de idiotas y un remanente fiel a la libertad y dignidad humana.

Es una quimera querer despertar a la mayoría, es la trampa de tener aún la mentalidad nacionalista y pensar que todos los paraguayos pertenecemos a la misma manada. Hoy día, nada más lejos de la realidad, la manada está dividida, si no, hace rato nos hubiéramos curado justamente gracias a la «inmunidad de la manada» y eso se evitó adrede con las medidas de aislamiento y cuarentena, cerrando los colegios para que los alumnos, que en esta «guerra sanitaria» como la llamó Euclides Acevedo, a la sazón ministrete del Interior, hubieran sido la primera línea de combate para atraer al bicho a la trampa (la masa atrae a la masa, parte de la ley de Newton, vale también para el combate), lo hubieran enfrentado y liquidado con sus altas defensas. Jamás se gana una batalla y menos la guerra quedándose cobardemente en los cuarteles, a la larga el enemigo te va a entrar y liquidar.

De modo que, les invito a pensar de otra manera, no como paraguayos contra argentinos, brasileños o bolivianos, si no como el trigo contra la cizaña, lo verdadero contra lo falso, el bien contra el mal. Los hijos de la luz contra los hijos de las tinieblas, los despiertos contra los ciegos, los del remanente de todas las naciones en contra la mayoría de covidiótas de las mismas.

Quiero agradecer la colaboración de Oscar Acosta, Clari Arias y Carmiña Masi para la elaboración de este artículo, sin ellos no hubiera sido posible. También la invalorable ayuda de Luisito «Arriero» Rubin en el «fact check». 

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