El presidente Mario Abdo Benítez, en su declaración desafortunada de la semana, volvió a manifestar su hartazgo con quienes lo critican al decir que: «… Que me critiquen, pero los que hicieron más que nosotros, no acepto críticas de quienes no han hecho absolutamente nada y solo están sentados en una oficina criticando…».
Antes, y también de manera autorreferencial, había manifestado: «… la mayoría de los que critican nunca han hecho nada, ni para una olla popular con contribuyeron…», dejando demostradas dos cosas: 1. Una alta intolerancia a la crítica; 2. Un total desconocimiento del verdadero alcance de su fracaso.
Al ser intolerante a las críticas y desconocer el alcance de su fracaso, el presidente nos da la pauta de que las cosas no van a mejorar, él va a seguir en el camino de la obcecación asnal de calificar de «enemigos» a quienes no comparten su visión de las cosas y, en cuanto a las ollas populares, debe entender que no es responsabilidad de la gente, que si éstas existen, la falla (otra vez) es del gobierno y de su titular.
La intolerancia a la crítica, en el siglo XXI, es un lamentable retroceso que deben evitar los gobiernos y combatir los ciudadanos, mucha sangre se derramó a lo largo de la historia para alcanzar el derecho a expresarnos libremente como para que quieran venir a quitárnoslo.
¿No le gustan las críticas? siempre existen opciones, pueden dejar el lugar a alguien que esté dispuesto a escuchar a la ciudadanía (verdadero motor de un país) o puede ejercer su derecho a réplica; lo ideal es que haga esto último con hechos, ya que la gente, como habrá podido notar en estos últimos días, está harta de palabras vacías.
Atrévase a cambiar señor presidente, está a tiempo y, después de todo, las calles de las ciudades no llevan el nombre de los cobardes.