La Cámara de Senadores aprobó el día de ayer un proyecto que establece el uso obligatorio de tapabocas en lugares cerrados, públicos y privados con más de 5 personas. En caso de incumplimiento de la normativa, se prevén multas que podrían superar los G. 500.000.
La primer traba que se vislumbra en este caso, es la casi nula probabilidad de control. otro de los inconvenientes, es la clara disociación de los parlamentarios y la realidad; hoy por hoy hay personas que no tienen para comprar medio kilo de galleta, subsisten gracias a las ollas populares y, claramente, la compra de barbijos pasa a ocupar el puesto 83.240 en la escala de prioridades.
Enrique Riera, que por cierto no es médico, no pensó en los asmáticos a quienes asfixia el uso del tapabocas; tampoco lo hizo en el caso de los hipertensos y otro sin fin de casos donde estaría contraindicado el uso del tapa bocas.
Y por cierto, ¿No sería más apropiado aprovechar su banca para insistir en la resolución de los escandalosos casos de corrupción? No se olvide que su banca como legislador no es para legislar (estupideces) solamente, también debe ejercer como contralor de los otros poderes del Estado, que son tanto o más impresentables que el legislativo.