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China termina con la autonomía de Hong Kong y ahora va por Taiwán

Es el fin de la teoría de “una china, dos sistemas” diseñada por Deng Jiaoping cuando recibió la ex colonia británica. En la isla taiwanesa temen una invasión del ejército rojo aprovechando la crisis creada por la pandemia.

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El Victoria Park de Hong Kong, símbolo de la expresión de libertad de este enclave democrático en el corazón autoritario de China, está vacío. Desde hace 30 años, para esta época, el parque siempre estuvo repleto de manifestantes en actos que conmemoraban la masacre de la Plaza Tiananmen de 1989. Las protestas contra el régimen de Beijing y la nueva legislación que prácticamente anula la autonomía de la ex colonia británica continúan en otras partes de la ciudad. Pero los activistas pro-democracia saben que, si presionan al régimen comunista poniendo de manifiesto su acto más atroz de la Era posterior a la muerte de Mao Zedong, pueden sufrir la tan temida “invasión” del Ejército Rojo que terminaría con todo vestigio democrático. Un proceso que está siendo seguido muy de cerca desde Taiwán. Allí en la isla china pro occidental, creen que ellos serán los próximos. El régimen de Xi Jingping está aprovechando lo que cree es su “momento de gloria” tras controlar la pandemia de coronavirus en su territorio y se lanza a “reconquistar” lo que considera todo su territorio.

Hong Kong y Macao, las dos regiones semiautónomas de China, son los únicos lugares en el país a los que se les permitió hasta ahora marcar un evento como el de Tiananmen que el Partido Comunista ha tratado de borrar de la memoria nacional. El asesinato de miles de estudiantes pro-democracia por parte de soldados del ejército chino, a principios de junio de 1989, sigue siendo un tabú para el PCCH. Y este año, por primera vez, las autoridades de Hong Kong rechazaron el permiso para los eventos en el Victoria Park. Dijeron que era por el coronavirus. Sin embargo, para los activistas en favor de la democracia, la cancelación es un presagio del oscuro futuro de Hong Kong, en el que Beijing extiende el control ideológico sobre la antigua colonia británica a pesar de las protestas masivas y la condena internacional.

Hace dos semanas, la Asamblea Popular China (el congreso que responde a la línea marcada por el PCCH) aprobó un proyecto de ley de seguridad nacional que criminaliza efectivamente la disidencia contra Beijing en el territorio hongkonés y que se podría extender también a la otra pequeña región autonómica de Macao y a la isla de Taiwán. La nueva ley controla “la posible secesión, la subversión, el terrorismo y la interferencia extranjera” en la ciudad. Y fue aprobada para detener los disturbios antigubernamentales y la agitación prodemocrática que sacuden a Hong Kong desde hace un año. Los opositores aseguran que esto marca el final del concepto de “un país, dos sistemas” creado por Deng Jiaoping en el marco de la entrega del territorio por parte de Gran Bretaña para dar a Hong Kong más libertad política que en el resto del continente. La Declaración Conjunta Sino-Británica de 1997 que gobernó la entrega de la colonia, dice que la forma de vida y el sistema capitalista de Hong Kong permanecerían sin cambios hasta 2047. Pero la nueva ley de seguridad nacional ahora reduce en gran medida su alcance y su tiempo de vigencia.

Manifestantes pro-democracia buscan refugio después de que la policía disparara gas lacrimógeno durante una marcha por las calles de Hong Kong en contra del plan de Beijing de imponer una ley de seguridad nacional. REUTERS/Tyrone Siu

El joven líder del Movimiento de los Paraguas de 2014, Nathan Law, cree que la ley de seguridad nacional “básicamente destruirá el concepto de los dos sistemas que hasta ahora habían convivido y va a aplastar cualquier disidencia. Ya no será diferente la libertad que un chino puede tener en Hong Kong que en Beijing”. “La libertad de expresión, la libertad de reunión y la libertad de pensamiento ya no están protegidas”, agregó en una entrevista con la revista Newsweek. El Consejo Legislativo de Hong Kong, conocido como LegCo, ya había intentado terminar con la autonomía en 2003, pero las protestas masivas obligaron a los legisladores a archivar el plan. El entonces presidente ejecutivo de la ciudad-territorio, Tung Chee-hwa, tuvo que renunciar por no poder imponer el deseo del PCCH y el supuesto mal manejo de la pandemia del SARS que azotaba a China en ese momento. Ahora, bajo la cobertura de otra epidemia, la del Covid-19, la ley se hizo realidad sin depender de los legisladores locales. Lo anunció a través de una carta a los ciudadanos la actual directora ejecutiva, Carrie Lam, aduciendo que “el territorio se ha convertido en un agujero enorme en la seguridad nacional, y la prosperidad y estabilidad de nuestra ciudad están en riesgo”.

A pesar de la nueva legislación, en las últimas horas se registraron nuevas protestas en Hong Kong, con sus calles céntricas cubiertas de nubes de humo y gases lacrimógenos en medio de batallas entre la policía antidisturbios y los manifestantes. También se vio cómo un grueso del movimiento prodemocracia cambió de táctica y adoptó la llamada filosofía “Be Water” de Bruce Lee, acuñada por su personaje de enseñanza de artes marciales en la serie de televisión “Longstreet” de la década de 1970. “Tienes que ser líquido, sin forma, como el agua”, le decía el instructor a su alumno. “Pones agua en una taza, se convierte en la taza. La viertes en una tetera, se convierte en la tetera. El agua puede fluir, arrastrarse, gotear o estrellarse. Sé agua, mi amigo”. Ahora, para evitar las infiltraciones y los arrestos masivos, los grupos de manifestantes no tienen líderes en las calles, son móviles y adaptables, responden de manera rápida e impredecible a la acción policial con decisiones de “crowdsourcing” tomadas espontáneamente en aplicaciones de mensajería segura como Telegram. Esto impide a la policía china identificar y detener a los líderes del movimiento.

Los prodemocracia, creen que la situación también va a afectar a China continental. Más de 27.000 niños cruzan diariamente la frontera para ir a la escuela en Hong Kong, donde estudian en un sistema educativo más similar al británico que al chino. Cuatro de cada cinco turistas que visitan la ciudad provienen del continente. Los compradores chinos van por artículos internacionales de lujo como relojes caros y vestidos de alta costura, además de productos cotidianos como la fórmula para bebés, que se considera más segura que las leches que se venden en el resto del país. Hay tour de compras organizados por todo China que llegan a Hong Kong sólo a abastecerse de la fórmula para bebés. Es tal el consumo que las autoridades de la zona autónoma tuvieron que introducir un límite de compras. Los inversores continentales apuestan casi 40.000 millones de dólares en el mercado de valores de Hong Kong cada año. Aunque la ciudad es una parte mucho menos significativa de la economía de China que cuando los británicos entregaron el control en 1997, por lo que Beijing puede absorber más fácilmente la pérdida. Entonces, la economía de la ciudad autonómica era equivalente al 18% de la continental. Ahora, la cifra está más cerca del 3 por ciento. Aun así, sigue siendo uno de los principales centros financieros del planeta, algo que Tim Summers, un analista del centro de estudios Chatham House, dijo que “no es fácilmente replicable”. “Hong Kong, definitivamente, es algo realmente valioso para China, y creo que el liderazgo chino se da cuenta de eso. Y quiere controlarlo a toda costa. Aunque sea una contradicción”, agregó.

Protesta contra el régimen continental chino en la Liberty Square de Taipei, la capital taiwanesa. Allí hay una enorme preocupación por una posible invasión militar. REUTERS/Ann Wang

La preocupación del movimiento pro democracia y la comunidad internacional se extiende también a Taiwán. La isla se encuentra a 120 kilómetros de la costa china a través del estrecho de Taiwán. Permanece fuera del control de Beijing desde hace más de 70 años, cuando se convirtió en el último bastión de las fuerzas nacionalistas derrotadas por el PCCh en la Guerra Civil China. Beijing considera a Taiwán como una provincia renegada y siempre prometió establecer el régimen del partido comunista sobre la isla como parte de su política de “una China”. Y aquí no habla de “dos sistemas”. Hasta ahora, Taiwán resistió todos los embates para la reunificación. Cuenta con un importante apoyo militar de Estados Unidos, aunque sin un reconocimiento oficial de su independencia. Pero ahora, Xi Jingping pareciera estar convencido de que es el momento de avanzar mucho más allá y de que la Administración de Trump no va a intervenir si el Ejército Rojo toma el control de Taiwán.

El jefe del Estado Mayor Conjunto chino, el general Li Zuocheng, dijo la semana pasada que los militares “tomarán todas las medidas necesarias para aplastar decididamente cualquier complot o acción separatista” en Taiwán “si se pierde la posibilidad de una reunificación pacífica”.

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