Sun Tzu, hace algo más de 2500 años en “El arte de la guerra”, señaló que el verdadero arte bélico no consiste en destruir al enemigo mediante la violencia, sino de vencerlo sin enfrentar la lucha, mediante un proceso de investigación profunda de las debilidades del enemigo.
Quien supo hacerlo, y muy bien, fue Estados Unidos durante la era de la “Guerra Fría” pero, las agencias de inteligencia americanas, de un tiempo a esta parte, se convirtieron en el can Cerbero, ese perro de tres cabezas guardián del portal que vincula al mundo de los seres vivos con “el Hades”, el lugar donde van las almas de los muertos y se les fue de control.
Es cierto que la política estadounidense tiene algunas características que la hacen bastante especial y que, muchas veces, evitan que se alcance un grado profundo de entendimiento; las agencias de inteligencia son una de estas aristas y, tal vez, la más importante de todas.
Los últimos dos años, desde la asunción de Joe Biden, estas agencias han alcanzado un grado de preponderancia y visibilidad pocas veces vistas en cuanto a su influencia en las decisiones políticas.
Cuando le fueron incautados más de 300 documentos clasificados (todavía está en discusión si eran clasificados o desclasificados) al expresidente Donald Trump en su residencia de Mar A Lago, quedó de manifiesto que el gobierno de Biden, junto con las agencias de inteligencia buscaban a toda costa dejar a Trump afuera de la próxima carrera presidencial
Ahora, con los últimos descubrimientos realizados por el FBI, esas puertas se están cerrando también para Biden. Las agencias de inteligencia de los Estados Unidos no quieren que Joe Biden tenga un segundo mandato presidencial.
El FBI dejó claro que la saga de “papeles secretos” continúa con el actual líder estadounidense, al demostrarse que los guardó donde no les corresponde.
La ley de los Estados Unidos, en estos casos, es clara; los funcionarios públicos están obligados a entregar documentos secretos al archivo después de la renuncia pero, como siempre quiere mantener pruebas comprometedoras (propias o ajenas) fuera de los archivos y de las manos de los opositores, muchos políticos la ignoran.
Si bien resulta “curioso” que los “Archivos secretos de Biden” se descubrieron antes de las elecciones de medio término y se hiciera públicos con posterioridad a las mismas (de no haber sido así probablemente el resultado hubiera sido catastrófico para el Partido Demócrata), está claro que los servicios de inteligencia estadounidenses no quieren ni a Donald Trump ni a Joe Biden en las próximas elecciones presidenciales.