En el mundillo de las sectas libertarias es muy común que se repita la siguiente frase: «Más Mises, menos Marx». La locución hace referencia que para entender la ciencia económica y el valor del libre mercado la gente debería estudiar más a Ludwig Von Mises (uno de los mejores economistas del siglo XX) y menos a Karl Marx.
Ya que Von Mises nos enseñó la imposibilidad del cálculo económico en el socialismo, la importancia de la propiedad privada y la naturaleza monetaria de la inflación, no puedo estar más que de acuerdo con la expresión arriba vertida. Siguiendo esa misma línea, especialmente, para comprender la historia latinoamericana del siglo XX, yo añadiría la alocución: «Menos Galeano, más Arciniegas».
Germán Arciniegas fue un historiador, periodista y diplomático colombiano. A lo largo de su extensa vida (1900-1999) escribió sesenta y ocho libros. En su obra, Entre la libertad y el miedo, publicada en México a inicios de los años 50, analiza a las dictaduras y revoluciones hispanoamericanas de las cuatro primeras décadas del Siglo XX.
Con gran tino y maestría, Arciniegas define a Juan Domingo Perón, a Rafael Leónidas Trujillo y a Anastasio Somoza García no como a hombres de Estado, sino como a caudillos y oportunistas. Puesto que, apropiándose de los legítimos reclamos de las poblaciones de sus países, establecieron sistemas dictatoriales.
Arciniegas explica que los caudillos bautizan a sus movimientos con las más variopintas etiquetas, el justicialismo, por citar el caso de Perón. No obstante, más allá de la narrativa, todos ejercen el poder con los mismos métodos: censurar la prensa independiente, estatizar los principales sectores de la economía nacional, proscribir los partidos políticos, convertir al Estado en una gran agencia de empleos para sus simpatizantes, y ejercer la violencia contra la disidencia.
En la práctica, lo fundamental es que todo desemboque en el mandón de turno, que pasa a ser el representante único de la verdad y máximo referente de la tradición del país. La historia de las naciones es reinventada de tal manera que no existe nada antes del caudillo. Todos juegan a ser la reencarnación de Simón Bolívar o José de San Martín. Aquellos que tenga la osadía de cuestionarlos pasan a ser el enemigo, el «antipueblo» en términos de Ernesto Laclau.
Han pasado siete décadas desde la publicación del libro de Arciniegas, pero las cosas no mejoraron en este lado del mundo. Da la impresión de que los hispanoamericanos estamos destinados a vivir en una especie de círculo vicioso.
El socialismo del siglo XXI es la nueva etiqueta que usan los caudillos contemporáneos. Pero como dice el viejo proverbio: «No hay nada nuevo bajo el sol». De hecho, Hugo Chávez, Rafael Correa, Alberto Fernández, Daniel Ortega o Evo Morales se han declarado defensores de los «humildes», «indígenas» y «trabajadores». Pero solamente fue una estrategia retorica para asaltar el poder, que trajo como consecuencia una destrucción de la institucionalidad democrática y la estabilidad económica.
Por ejemplo, el año 2003 Bolivia era la potencia gasífera del Cono Sur. Hoy tiene que escoger entre abastecer el mercado interno o cumplir con sus contratos de exportación. Sus reservas de litio y minerales estratégicos están controladas por Rusia, Irán y China. La deuda externa es la más alta de la historia. Además, el gobierno está usando la jubilación de los trabajadores como caja chica para financiar su gasto.
Por su parte, Argentina se desmorona producto de la inflación más alta de la región, incluso ya superó a Venezuela, un incremento acelerado de la pobreza, 50% de los argentinos viven en condiciones de miseria, y un gobierno cuya única propuesta es sacar a sus grupos de choque a las calles.
En Nicaragua se aprobó la ley que da al régimen de Ortega la capacidad de autorizar y censurar las producciones audiovisuales. La tiranía nicaragüense justificó la nueva ley bajo el pretexto de la «modernización». Sin embargo, varios productores y cineastas advirtieron que la norma lesiona la libertad creativa.
Vaya casualidad que la denominada Reforma a la Ley de Creación de la Cinemateca Nacional se aprobara dos meses después que el periodista mexicano Otoniel Martínez, de TV Azteca, publicara un reportaje, que produjo en Nicaragua, con fuertes denuncias y críticas contra el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo.
Eliseo Núñez, abogado nicaragüense, considera que la normativa tiene en la mira el control total de los pocos medios de comunicación que todavía quedan en Nicaragua. Asimismo, busca acallar los blogs de internet y cualquier producción que cuestione a la familia Ortega, que ya es dueña de todo el país.
Podemos afirmar que en Iberoamérica se escribió un manual perfecto para los pandilleros que se disfrazan de políticos. Pues, sin importar cuantas desgracias haya traído en el pasado, siempre hay incautos que creen que esta vez será distinto.
Es doloroso ver a nuestros países en esa situación. Pero los tiranos no son los únicos culpables, sino todos aquellos que todavía siguen tratando como políticos y hombres de Estado a un grupo de hampones.