El reciente planteamiento del diputado Hugo Meza, quien insistió, en una entrevista con Latitud 25, que Paraguay debe abandonar a Taiwán para alinearse con China, vuelve a traer al centro del debate un argumento repetido, pero débil cuando se lo contrasta con datos concretos. La relación económica entre Paraguay y Taiwán no es un capricho diplomático ni un rezago histórico: es una alianza que combina resultados tangibles, estabilidad política y cooperación estratégica de largo plazo. Y, lo más importante, una relación cuyo impacto real en el desarrollo paraguayo supera ampliamente las promesas inciertas que Beijing suele ofrecer a los países que cambian de bando.
Los datos comerciales más recientes muestran que Taiwán continúa siendo uno de los socios asiáticos más sólidos para la economía paraguaya. En 2023, el comercio bilateral alcanzó cerca de 196 millones de dólares, con exportaciones paraguayas por más de 175 millones —principalmente carne bovina, cuero, menudencias y azúcar— y un crecimiento sostenido incluso durante los momentos más críticos del comercio global. En 2022, Paraguay exportó a Taiwán unos 195 millones y en 2021 superó los 205 millones, cifras que evidencian una relación estable, sin sobresaltos políticos ni barreras imprevistas.
Comercio Paraguay–Taiwán (2017–2024)
| Año | Exportaciones a Taiwán | Importaciones desde Taiwán | Intercambio total | Saldo |
| 2017 | 63,4 | 12,3 | 75,7 | +51,1 |
| 2018 | 95,8 | 20,1 | 115,9 | +75,7 |
| 2019 | 113,2 | 23,5 | 136,7 | +89,7 |
| 2020 | 121,4 | 24,8 | 146,2 | +96,6 |
| 2021 | 157,9 | 34,2 | 192,1 | +123,7 |
| 2022 | 186,9 | 41,6 | 228,5 | +145,3 |
| 2023 | 203,7 | 48,9 | 252,6 | +154,8 |
| 2024 | 228,8 | 57,5 | 286,3 | +171,3 |
(Montos en millones de USD)
Lejos de limitarse al intercambio de bienes, Taiwán ha demostrado ser un socio estratégico confiable: cooperación técnica agrícola, becas, inversión en salud, educación, infraestructura y asistencia en innovación tecnológica. Ningún país que haya roto con Taipéi —y los ejemplos abundan— obtuvo de China beneficios equivalentes, ni en calidad, ni en estabilidad, ni en transparencia.
La experiencia de los países centroamericanos es un espejo claro para Paraguay. Panamá, El Salvador, República Dominicana y Nicaragua abandonaron a Taiwán bajo la promesa de grandes flujos de inversión y acceso privilegiado al mercado chino. En todos los casos, las expectativas quedaron muy por debajo de la propaganda inicial. En Panamá, gran parte de los proyectos anunciados nunca se materializó; la inversión china cayó abruptamente tras el anuncio diplomático. En El Salvador, las promesas de infraestructura terminaron empantanadas y sin ejecución real, mientras que el comercio se mantuvo desbalanceado y sin beneficios significativos para la industria local. República Dominicana experimentó un patrón similar: anuncios espectaculares, resultados limitados y un incremento preocupante de la dependencia de créditos y condiciones impuestas por instituciones financieras vinculadas al Partido Comunista Chino.
No es casualidad: China ofrece grandes titulares para ganar aliados diplomáticos, pero cuando la cámara se apaga, los beneficios reales tienden a diluirse. La “diplomacia de chequera” funciona para la propaganda, no para el desarrollo sostenible.
Paraguay, en cambio, mantiene con Taiwán una relación que supera los 66 años de cooperación continua, con resultados visibles y verificables. Al abandonar a Taiwán, los países centroamericanos no solo perdieron un aliado democrático, sino que tampoco recibieron de China aquello que se les había prometido. Nada indica que con Paraguay sería distinto; por el contrario, Pekín ha mostrado una tendencia a privilegiar el uso político de sus asociaciones por encima del beneficio mutuo.
Mientras algunos insisten en sacrificar una alianza histórica en nombre de apuestas geopolíticas inciertas, los datos muestran que la relación con Taiwán no es una cuestión ideológica sino estratégica. Una relación que funciona, que genera beneficios reales, y que posiciona a Paraguay con un socio que respeta su soberanía, su modelo productivo y sus intereses nacionales.
En un mundo donde muchos países pequeños quedan atrapados entre gigantes, Paraguay ha logrado construir una de las pocas relaciones internacionales verdaderamente simétricas de la región. Abandonarla para seguir un espejismo que ya fracasó en Centroamérica sería un error histórico. Aquí no se trata de elegir entre Oriente u Occidente, sino entre resultados comprobados y promesas vacías. Y la evidencia es clara: con Taiwán, Paraguay gana. Con China, aún nadie ha probado lo contrario.




