El decano volvió a dar pena ayer sábado, y el empate 1-1 frente al Club General Caballero de Mallorquín en el estadio Erico Galeano de Capiatá y es otro capítulo vergonzoso en un año que ya por sí fue un fiasco.
La historia del partido es kafkiana: Olimpia arrancó algo mejor y encontró ventaja al minuto 67 gracias a Adrián Alcaraz, tras una expulsión rival al 41’ del primer tiempo que, en vez de servir de impulso, dio pie a indiferencia y dejadez absoluta. Cuando todo parecía encaminado, a los 89’ apareció Alexis Rodas para clavar el empate del equipo de Mallorquín, resultado que refleja exactamente la mediocridad crónica del franjeado.
Olimpia estaba con la sartén por el mango: superior en número, con ventaja, dominando el trámite… y sin embargo se quedó dormido, o peor aún, simplemente juega sin alma. La clasificación a la Copa Sudamericana 2026 sigue pendiente: sumar 22 puntos y quedarse en la novena posición es inadmisible para un club que se vende como grande.
¿Dónde quedó el prestigio de Olimpia? ¿Qué pasa con quienes lo tutelan, lo dirigen y lo juegan? Falta actitud, sobra conformismo. Estamos ante una temporada en la que “tradición” y “grandeza” suenan tan vacíos como el banco de suplentes cuando se juega a nada. Si esto es lo mejor que pueden ofrecerse y ofrecerle al hincha, entonces deben retirarse y no volver nunca más.
En definitiva, el empate genera sensaciones de derrota para un equipo que no logra honrar ni su historia ni su camiseta. Este resultado no es accidental, es sintomático. Olimpia tiene que mirar en el espejo y preguntarse si realmente quiere ser protagonista, o seguirá arrastrándose de ronda en ronda con excusas que nadie compra.




