El anuncio de Hamas sobre la liberación de rehenes puede ser presentado como un gesto humanitario, pero la verdad es mucho más cruda: la organización sigue obstaculizando cualquier avance real hacia la paz en Gaza y la región.
El plan de Donald Trump planteaba un camino concreto para un alto al fuego sostenible: desarme de Hamas, establecimiento de una autoridad tecnocrática supervisada internacionalmente y reformas institucionales que garantizaran la estabilidad de Gaza. Hamas, sin embargo, solo acepta liberar rehenes y transferir de manera condicional la administración de Gaza, imponiendo requisitos que diluyen el control externo y mantienen su poder intacto.
Esto no es cooperación: es maniobra política pura. Hamas sabe cómo usar la presión internacional para obtener concesiones mínimas mientras sigue controlando el territorio y posponiendo decisiones clave que permitirían una paz duradera. Cada gesto “positivo” se convierte en un espectáculo que no soluciona los problemas estructurales: desarme, gobernanza, derechos civiles y seguridad regional siguen pendientes.
Liberar rehenes es correcto, sí. Pero no es un paso hacia la paz, sino un acto calculado para ganar tiempo, proyectar una imagen de apertura y mantener su posición hegemónica en Gaza. La comunidad internacional debe entenderlo: Hamas no quiere la paz, solo maniobrar y sobrevivir políticamente. La verdadera paz, la que podría traer estabilidad a la región, sigue bloqueada por la obstinación de un grupo que prioriza su poder por sobre la vida y la seguridad de la población.