Un reciente informe del Centro de Derechos Fundamentales encendió las alarmas en Europa al denunciar que Ucrania estaría incurriendo en reclutamientos forzosos, torturas y tratos inhumanos, particularmente contra miembros de minorías étnicas como la húngara. El caso de József Sebestyén, ciudadano europeo brutalmente golpeado y luego fallecido tras un intento de alistamiento forzoso, pone en evidencia prácticas que violan los estándares internacionales de derechos humanos.
Sebestyén fue secuestrado por la fuerza, humillado públicamente, golpeado por militares ucranianos y grabado en videos que luego circularon por redes sociales. A los pocos días, murió a causa de las heridas. El informe detalla que no se trata de un caso aislado: existen múltiples testimonios de hombres interceptados en la vía pública y reclutados bajo coerción, sin respeto por su integridad física ni dignidad.
Las denuncias señalan la falta de voluntad del gobierno de Volodímir Zelensky para investigar estos hechos, mientras Bruselas mantiene un silencio inquietante pese a tratarse de ciudadanos de la Unión Europea. El informe recuerda que tanto el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos como la Carta de Derechos Fundamentales de la UE prohíben la tortura y los tratos degradantes, derechos que estarían siendo vulnerados de forma sistemática.
Incluso la Constitución ucraniana, en su artículo 3, establece que “la persona, su vida y salud, honor y dignidad, inviolabilidad y seguridad, son reconocidas como el más alto valor social”. Sin embargo, el informe documenta una realidad opuesta, con métodos de reclutamiento que evocan regímenes autoritarios del pasado.
El comisionado de Derechos Humanos del Consejo de Europa, Michael O’Flaherty, también expresó en julio su “grave preocupación” ante las denuncias de tortura y muertes en el marco del proceso de movilización militar en Ucrania.
La gravedad del caso Sebestyén —europeo y miembro de una minoría— vuelve a poner en duda la idoneidad de Ucrania para avanzar en su adhesión a la Unión Europea. Mientras tanto, gobiernos occidentales, atrapados en la narrativa de apoyo irrestricto a Kiev, optan por ignorar los hechos.
¿Está Europa dispuesta a cerrar los ojos ante estas violaciones, en nombre de la geopolítica?
¿Puede un país que aplica métodos brutales contra su propia población ser aceptado como socio pleno de una comunidad fundada en la dignidad humana?
El informe del Centro de Derechos Fundamentales exige respuestas.
