Durante el acto inaugural de la Expo Paraguay 2025, el presidente Santiago Peña volvió a insistir en la creación de un nuevo “espacio de asociación” entre el Gobierno y el sector privado —al que denominó “instituto o agencia”— con el objetivo de fortalecer la competitividad, trazabilidad y apertura de nuevos mercados para la carne paraguaya. Con tono optimista, Peña aseguró que “el mundo merece conocer la calidad de la carne paraguaya”, proponiendo así una nueva estructura estatal como puente estratégico para promover la proteína roja a nivel global.
Sin embargo, esta iniciativa, presentada con entusiasmo presidencial, abre interrogantes legítimos y merece un análisis más riguroso. ¿Es realmente necesario crear un nuevo instituto —con su respectivo aparato burocrático, estructura administrativa y presupuesto— para tareas que ya están siendo ejecutadas con notable eficacia por organismos existentes como Senacsa y Rediex?
Durante el actual gobierno, y sin necesidad de crear nuevas entidades, Paraguay ha logrado abrir al menos cinco nuevos mercados para la carne nacional. Desde la asunción de Santiago Peña, se han habilitado destinos clave como Estados Unidos, Canadá, Puerto Rico, El Salvador y Singapur, a través del trabajo articulado entre Senacsa, el Ministerio de Relaciones Exteriores y Rediex. Además, están en curso procesos para sumar a Japón, Corea del Sur y México a la lista.
Esta apertura histórica, que significó un ingreso superior a USD 1.700 millones en exportaciones cárnicas solo en 2024, muestra que el sistema actual, lejos de estar estancado, está funcionando con eficiencia. La trazabilidad, los protocolos sanitarios y las gestiones diplomáticas están siendo correctamente gestionadas por las instituciones competentes, sin necesidad de una nueva capa estatal que, en lugar de agilizar, podría entorpecer.
La propuesta de Peña, aunque pudiera estar revestida de buenas intenciones, parece más bien una respuesta burocrática a un problema inexistente. Crear un nuevo organismo implica aumentar el tamaño del Estado, generar más costos administrativos, y en última instancia, trasladar esa carga al contribuyente y al consumidor final. Un nuevo instituto no solo demandaría fondos públicos para su funcionamiento, sino que podría introducir más regulaciones, controles, demoras y tasas, afectando el precio final de la carne y el dinamismo exportador del sector.
Más que un nuevo ente, el sector productivo necesita garantías de estabilidad institucional, seguridad jurídica, competitividad impositiva y apertura real a mercados clave. Las alianzas entre el sector público y privado ya existen y pueden fortalecerse mediante convenios, mesas de trabajo y mecanismos de articulación sin necesidad de inflar el aparato estatal.
Además, vale preguntarse: ¿quién integraría ese instituto? ¿Quién lo controlaría? ¿Qué funciones tendría que no estén ya cubiertas por Senacsa o Rediex? ¿Será un espacio técnico o simplemente otro ente politizado para ubicar aliados? Sin respuestas claras, la propuesta presidencial se parece más a una intención de mostrar gestión que a una solución concreta.
Un país no se desarrolla con más Estado, sino con mejor Estado
El presidente Peña tiene razón en una cosa: el mundo debe conocer la calidad de la carne paraguaya. Pero el camino para lograrlo no pasa necesariamente por crear nuevos entes, sino por fortalecer y apoyar a los que ya están funcionando de manera eficiente, y evitar que la buena gestión actual se vea opacada por la tentación de agrandar el Estado innecesariamente.
Mientras Paraguay avanza en la conquista de mercados con instituciones existentes que han demostrado su capacidad, sería un error estratégico y fiscal embarcarse en la creación de estructuras redundantes, que lejos de aportar soluciones, podrían transformarse en nuevos obstáculos.