Por Walter Paredes.
Desde aquel 1811, nos permitimos tomar nuestras propias decisiones, enfrentar nuestras batallas, afrontar las vicisitudes y construirnos como nación.
Nuestro pueblo es guerrero en todo sentido; no porque ame la guerra en sí misma, sino porque nuestro andar histórico ha sido siempre un combate sin tregua contra la injusticia, los abusos, el odio, el recelo, la envidia, el oportunismo y los vicios. Hemos luchado contra enemigos de dentro y fuera, asediados constantemente por los mismos adversarios.
Somos un pueblo de singular unidad étnica, política y geográfica, donde no hay una separación marcada en lo físico, lo psíquico ni lo emocional entre los hombres del norte, sur, este y oeste. Nos une el mismo anhelo: consagrarnos como la tierra de las oportunidades, la libertad, el orden, el progreso y la paz, frutos del sacrificio, la constancia y el trabajo.
La voluntad nacional jamás conoció la rendición. El estandarte que hace 214 años levantamos con determinación, compromiso y sentido de pertenencia sigue en alto:
“Contra el mundo, si el mundo se opone,
Si intentare su prenda insultar,
Batallando vengarla sabremos
O abrazados con ella expirar…”¡A los libres, perínclita gloria; y a la Patria, laurel inmortal!
Hace 214 años, el corazón del Sur gritó: «Somos República«