Por Minerva Machado
La reciente designación del exembajador de Estados Unidos en Paraguay, Marc Ostfield, como asesor senior en la Universidad de Defensa Nacional (NDU) en Washington, marca el cierre de una etapa diplomática que terminó siendo tanto influyente como polémica. Aunque presentada como una nueva misión profesional, su reubicación en una institución de menor visibilidad representa para muchos un clásico caso de “retiro elegante”, habitual en los círculos diplomáticos cuando un actor se vuelve incómodo para el tablero político.
Durante su gestión en Paraguay, Ostfield fue mucho más que un embajador convencional. Su papel excedió largamente las funciones diplomáticas tradicionales, adoptando una postura activa, persistente y fuertemente opinativa sobre la realidad política del país. En reiteradas ocasiones, realizó declaraciones públicas que fueron interpretadas como presiones directas sobre el rumbo político y los actores internos paraguayos, en especial en temas relacionados con la lucha contra la corrupción y la institucionalidad democrática.
Su presencia se convirtió en un punto de tensión creciente, sobre todo tras el cambio de administración en Paraguay. El nuevo gobierno encabezado por Santiago Peña se encontró frente a un embajador que no se limitaba a observar ni dialogar, sino que emitía juicios, condicionaba y buscaba incidir en la dinámica interna del país, algo que en Asunción fue considerado por muchos como una intromisión inaceptable.
De la incomodidad al reemplazo diplomático
En 2024, el malestar con su figura alcanzó niveles que motivaron gestiones informales para solicitar su remoción. Cuando la administración estadounidense cambió de signo en enero de 2025, Ostfield fue efectivamente retirado del cargo. Pero en lugar de una salida discreta, su traslado fue revestido de formalidad y respeto, al ubicarlo en un rol de prestigio técnico: asesor del Departamento de Estado en la Universidad de Defensa Nacional.
¿Retiro elegante o giro táctico?
Si bien la NDU es un centro académico de alto nivel, clave en la formación de líderes militares y civiles en seguridad nacional, el nuevo rol de Ostfield carece de la centralidad política y la visibilidad diplomática de una embajada. Desde esta perspectiva, el movimiento tiene todas las características de un retiro elegante: una forma de desplazar sin desairar, de quitar del foco sin desautorizar, y de poner fin a una etapa sin hacer ruido.
Sin embargo, su ubicación dentro de esta institución también sugiere que Washington no desecha completamente su experiencia ni su visión estratégica. Desde un segundo plano, puede seguir incidiendo en la formulación de políticas sobre América Latina y en el enfoque que adopte EE.UU. en materia de defensa hemisférica.
Gesto hacia Asunción y reordenamiento interno
La reubicación de Ostfield coincide con el viaje del presidente Peña a Washington y puede leerse como un gesto de distensión en las relaciones bilaterales. Al remover del cargo a una figura que se había convertido en factor de tensión, Estados Unidos abre la puerta a una nueva etapa diplomática con Paraguay, más respetuosa del principio de no injerencia y menos cargada de declaraciones públicas.
Con esta decisión, Washington no solo reordena su política exterior en la región, sino que también envía un mensaje claro: la diplomacia estadounidense no tolera el exceso de protagonismo cuando se convierte en imprudencia.