En medio de la alegría del Domingo de la Resurrección, se veía al Romano Pontífice compartiendo la celebración con su pueblo pero en una postura algo taciturna, como sí hubiera una especie de complicidad con el momento y con la situación especial. Hizo unos esfuerzos por hablar, saludó a los presentes, dio la bendición Urbi et Orbi, hizo un paseo por la plaza y se retiró a sus aposentos.
Nadie sabía, salvo Dios y tal vez el mismo papa Francisco, que era la última marcha por esta tierra antes de partir a la casa del Padre Celestial.
Jorge Mario Bergoglio nació en Buenos Aires, Argentina, en 1936. De familia de inmigrantes italianos, siempre tuvo viva a la tradición católica en su propia casa, especialmente de su madre.
Desde joven padeció problemas, como un accidente pulmonar que lo dejó con esa secuela hasta el último día de su vida. También estuvo marcado por la fuerte impronta de la mujer paraguaya, en este caso una de sus jefas en el trabajo, la bioquímica Esther Ballestrino, con quien compartía jornadas laborales y charlas que le hicieron acercarse mucho más a la historia del Paraguay.
Aunque estudió y trabajó en el ramo de la química, descubrió su vocación sacerdotal en sus años de juventud y decidió ordenarse en la orden de la Compañía de Jesús, los famosos «Jesuitas». Desde allí viene su formación, concentrada en evangelizar a un mundo pagano y paganizado, acercándose a los desamparados, a las periferias, a los olvidados de la sociedad.
Su ascenso en la jerarquía eclesiástica fue tan inesperado como sorprendente. De orígenes y modales sencillos, cautivaba a los feligreses llevando el evangelio a lugares impensados, como en las «villas miseria» de Argentina o en las cárceles (costumbre con la que continuó hasta los últimos días).
El 13 de marzo de 2012, el cardenal Jorge Mario Bergoglio fue designado como el primer Romano Pontífice de origen hispanoamericano y de la orden jesuita. Adoptó, con ese carácter único e irrepetible que era su distinción, un nombre inesperado: FRANCISCO. Llegó para reemplazar al renunciante Benedicto XVI, quien se retiró ante varias crisis y escándalos en la Iglesia Católica.
Jorge Mario Bergoglio estaba inspirado por la figura de San Francisco de Asís, célebre reformador interno de la Iglesia Católica, cuya orden de los «franciscanos», al igual que los «jesuitas», hizo tanto bien a la evangelización del Nuevo Mundo en tiempos del Imperio Español.
Fueron más de 12 años de un papado marcado por peculiar estilo de Francisco, con un lenguaje sincero, franco, abierto (que no pocas veces le causó problemas de malas interpretaciones a sus palabras, que también eran sacadas de contexto por sus adversarios). El papa argentino, con alma guaraní, seguía poniendo en el centro de su acción pontificia a los más desposeídos y a los abandonados; buscaba mantener viva la llama de la esperanza en la Iglesia Católica, haciendo un notable esfuerzo para que esta atraiga la atención de los jóvenes y también de aquellos descarriados que necesitaban de una auténtica opción ante un mundo cada vez más desalmado. Además, Francisco fue el primer «papa de las redes sociales», aunque esto ya empezó con Benedicto XVI pero el argentino las utilizó de manera decisiva para difundir su mensaje de esperanza y de misericordia.
Sin embargo, durante su papado se dieron numerosos enfrentamientos con estructuras eclesiásticas que buscan, como es costumbre, alinear a la Iglesia Católica a los intereses mundanos de la politiquería de turno. El papa Francisco, como todos los grandes Pontífices, evitó verse envuelto en apoyos políticos a sectores determinados y siguió siempre «su propia agenda», que es el poder espiritual y mundial que tiene el Romano Pontífice. Así, se reunía con gente «de izquierda» o «de derecha» por igual, fastidiando también a unos u otros según la situación. Es que el Papa no sigue modas políticas: su plan es simplemente, el plan de Dios.
Francisco siempre describió a su pontificado y a su forma de interpretar a la Iglesia Católica como «un hospital de campaña, en donde entran todos los heridos, de todas las condiciones». Como Jesucristo comía con el ladrón y perdonaba a la adúltera (y también les decía «que no pequen más»), el Papa recibía a todos. Daba de comer a miles de migrantes en los palacios vaticanos, se reunía con personas perseguidas, mostraba apertura hacia los grupos sociales más discriminados…
Pero al mismo tiempo, jamás transigió en lo referente a aspectos del dogma y la doctrina católica. Condenó al aborto, a la eutanasia, a los vientres de alquiler, a la ideología de género, al casamiento homosexual… Pero enfatizando siempre en que «Dios ama al pecador, pero aborrece al pecado». También condenó frontalmente a los conflictos bélicos y no dudó en denominar «genocidio» a los crímenes de lesa humanidad que el ejército de Israel cometió en Palestina.
Entrar en disquisiciones teológicas escapa a mis intenciones y capacidades, lo digo con total sinceridad. Pero mucho de lo que se dijo sobre los supuestos «cambios» que el Papa Francisco supuestamente introdujo en la Iglesia Católica, tal vez el 95% de las cosas, son meras interpretaciones antojadizas. La Iglesia Católica, como hace 2.000 años, sigue enseñando y predicando lo mismo de siempre; sólo cambió el enfoque. Ahora es la evangelización y la misericordia hacia el ser humano, degradado como nunca, al que hay que enseñarle lo más básico de la espiritualidad, como si fuera niño de nuevo.
Es siempre gracioso ver cómo existen algunos liberales y ateos recalcitrantes quienes pretenden juzgar a las actitudes o políticas del Romano Pontífice. Pero el Papa Francisco, indirectamente, hasta logró que a estas personas les interese pensar en «cómo les gustaría que fuera el Papa» y que luego dijeran «que sí, que este es el tipo de Papa que a mí me gusta». Excelente, de a poco van a regresar a la Iglesia Católica, pues uno se acerca a aquello en lo que piensa.
El pontificado de Francisco dio frutos abundantes, muchos más que sus desaciertos políticos o periodísticos. Solamente con el número récord de conversiones, que se registró recientemente en Europa (especialmente en Francia) tenemos suficiente prueba. Además, hace unas semanas se reveló una estadística en la que se indicaba que el número de bautizados de la Iglesia Católica, lejos de disminuir, estaba en aumento a nivel mundial (especialmente gracias a Asia y África).
Entre la juventud, sobretodo la más alejada de la religiosidad, hay estadísticas que también demuestran que hubo un gran aumento de la búsqueda de una religión de contenido fuerte y que la mayoría de los jóvenes se inclinaba por el catolicismo (especialmente en Inglaterra y EEUU). ¡Todo esto durante el papado de Francisco!
El Pontífice Jesuita deja a una Iglesia Católica «en marcha», con muchos problemas que atender pero sin duda, en mejor situación política que cuando renunció el Papa Benedicto, que fue un gran intelectual y teólogo pero al que quizás le faltó la «conducción política» que sí supo tener Francisco.
Finalmente, todos sabemos que Francisco amaba al Paraguay como si fuera su verdadera patria terrenal. Sus declaraciones sobre nuestro país son de antología. Condenó al genocidio ocasionado por la Triple Alianza en la guerra de 1864-1870, declaró varias veces que la mujer paraguaya es «la más gloriosa de América», dijo que Paraguay dio el más hermoso ejemplo de patriotismo contra el «cipayismo» en tiempos del mariscal López, celebró la «heroicidad» del pueblo paraguayo que nunca se rindió y que mantuvo viva su fe en Dios y en la Patria…
¡Nambrena luego! Y de yapa, nombró a dos cardenales paraguayos, uno de nacimiento y el otro por nacionalización. Cuando muchos farsantes decían que Paraguay nunca tendría cardenales e inventaban todo tipo de versos para ello, Francisco les hizo callar y «les mandó a guardar» hasta el fondo…
Se nos fue el querido papa Francisco. Falleció en el día lunes de Pascua del año 2025. Según la tradición católica, el Papa que muere en tiempo de Pascua, era un papa santo. Es más, hasta los ortodoxos ya estuvieron diciéndolo hoy (el presidente de Rusia, Vladimir Putin, por ejemplo, lo recordó: «el Papa u obispo que muere en tiempos de Pascua, suele ser un Papa santo»).
Quiero contar una infidencia. Mi querida esposa, días antes de la internación del Papa Francisco en el mes de marzo, que fue la previa a su muerte, soñó que ella y yo estábamos en Roma y que nos encontrábamos con el Sumo Pontífice. Luego, según ella dice y le creo, y espero que ustedes nos crean, el Papa Francisco nos abrazó como sí fuéramos sus amigos de toda la vida, nos bendijo y nos dio una frase: «orar a María es como orar a Dios». Y ella sintió que el Papa se estaba despidiendo de nosotros y de todo el mundo.
Todos sabemos la devoción que el Santo Padre tenía por la excelsa Madre del Señor. Y aquel que ama tanto a María, nunca puede estar lejos de Jesucristo.
Dios te bendiga eternamente, Papa Francisco. Que te reciba en su gloria infinita, te perdone todos tus pecados y que compartas con él la Vida Eterna que Jesucristo, el vencedor de la muerte, nos regaló.
Tus humildes hijos en Cristo, desde Paraguay, te saludan con amor.