Con el fallecimiento del Papa Francisco este lunes, la Iglesia Católica activó el protocolo establecido en el nuevo Ordo Exsequiarum Romani Pontificis, aprobado por el propio pontífice en 2024. El documento, que actualiza los ritos funerarios papales, refleja el estilo austero y pastoral que caracterizó al pontificado del argentino Jorge Mario Bergoglio.
A diferencia de sus predecesores, Francisco pidió un funeral sobrio, sin los tres tradicionales féretros de ciprés, plomo y roble. En su lugar, su cuerpo será colocado en un ataúd único de madera, con interior de zinc, y expuesto para la veneración de los fieles en la Basílica de San Pedro, sin catafalco ni fastuosidades.
El Papa también dejó clara su voluntad de ser sepultado en la Basílica de Santa María la Mayor, donde solía acudir en oración antes y después de cada viaje apostólico. Esta decisión rompe con la tradición de las Grutas Vaticanas, donde yacen la mayoría de los pontífices. Su devoción mariana y su deseo de acercarse aún más al pueblo marcarán incluso su descanso eterno.
Comienza la sede vacante
Tras su fallecimiento, se ha declarado la «sede vacante» y el Camarlengo, el cardenal Kevin Farrell, asumió la tarea de verificar su muerte y administrar los asuntos ordinarios del Vaticano hasta la elección del sucesor.
El Colegio Cardenalicio, compuesto por 136 cardenales electores menores de 80 años, se prepara para iniciar el Cónclave. Gracias a las reformas impulsadas por Francisco, el cónclave podría adelantarse, sin necesidad de esperar los 15 días tradicionales, con el objetivo de garantizar una transición rápida y efectiva.
Las votaciones tendrán lugar en la Capilla Sixtina, bajo estricto secreto. Para elegir al nuevo Papa se requerirá una mayoría de dos tercios. Como es costumbre, el mundo estará atento a la emblemática fumata blanca que anunciará la elección del sucesor de Pedro.