En un hecho sin precedentes, el presidente de Colombia, Gustavo Petro, publicó en redes sociales imágenes y detalles de operaciones militares planificadas contra el Ejército de Liberación Nacional (ELN). La revelación de esta información altamente sensible no solo compromete el éxito de las acciones estratégicas, sino que pone en riesgo la vida del personal militar que llevará a cabo la misión.
Lo más alarmante es que Petro no solo filtró datos generales, sino que divulgó las coordenadas exactas de un campamento del ELN antes de un bombardeo, otorgando así a los terroristas una ventaja decisiva para escapar. Esto plantea una pregunta inevitable: ¿Fue un error o un acto deliberado para alertar a los insurgentes?
La situación es grave y abre el debate sobre la lealtad del mandatario con respecto a la lucha contra el terrorismo. En lugar de garantizar la seguridad nacional, pareciera que Petro protege al ELN en vez de combatirlo. Este episodio se suma a las constantes señales de su gobierno, que ha mostrado una preocupante condescendencia con los grupos armados.
Si la intención del presidente era boicotear la operación, la traición a las Fuerzas Armadas sería escandalosa. Solo le falta ponerse el brazalete del ELN en público para confirmar su complicidad. Mientras tanto, los militares, expuestos por la imprudencia de su propio comandante en jefe, arriesgan sus vidas enfrentando a un enemigo que, gracias a esta filtración, pudo haber recibido un aviso oportuno.