El 2025 comenzó leve en la República del Paraguay. A las denuncias de rapiña de recursos de IPS, a la crisis de las cajas jubilatorias municipales y otras similares, a ministros del poder ejecutivo que sólamente quieren convertir a este país en una aldea subdesarrollada de «expats» viviendo en edificios impagables mientras el resto sufre la miseria de una economía estancada y con números artificiales mientras existen grandes porciones del país que ni siquiera ganan un salario mínimo, se sumó un escándalo propio de la era de las redes sociales.
Una cocinera y activista política, un domingo al mediodía, se topó con unos albañiles que estaban queriendo hacerse un mísero asado de pollo, en un famoso cementerio de la ciudad de Asunción.
Tema que debía ser de menor importancia, pero se armó la de Caín y Abel. A la citada cocinera no se le ocurrió mejor idea, en época de influenciadores y redes sociales, de filmar y despotricar contra los obreros que estaban allí fabricándose un mondongo. ¡Pésima decisión y peor ejecución!
Cierto es que la situación era cómica y trágica a la vez, digna de un cuento de «Perurimá». Algún cibernauta de pocas neuronas posteó por ahí que «¿en dónde está escrito que no se puede hacer un asado en un cementerio?» y otro afirmó que «los médicos comen en la morgue, ergo, está bien manjarse una patita de pollo dentro de un panteón de camposanto».
Creo que la constitución nacional, ese papel mojado e inservible, en ninguna parte dice «que está prohibido degustar fetuchini al vino tinto en un baño público», porque precisamente, se asume que muchas cosas son del sentido común y de la racionalidad humanas. ¿Hace falta que exista una ley, amigos?
En cambio, sí que es necesario que los obreros de la República del Paraguay tengan un lugar digno dónde comer sus almuerzos y especialmente, que en un domingo al mediodía, ¡no estén trabajando sino disfrutando de sus familias, y la madre que los parió, sí aún la tienen!
«Ah, pero la cocinera les quita el pan de la boca», bueno, no puedo conocer la intención de la susodicha; en cambio, a mí me produce mucha lástima ver a un señor en esas condiciones, un domingo al mediodía, en situación de cuasi esclavitud laboral. ¡Ah, pero de eso que no se hable, verdad!
No justifico ni defiendo a la desmedida e histérica reacción de la persona que filmó a la barbacoa albañil en el cementerio asunceño. Tampoco la juzgo, pues seguramente habrá tenido sus motivos.
Pero lastimosamente, al tropel de cibernautas, a los que no les interesa en lo más mínimo la seriedad de los asuntos, no les pasó por la cabeza que incluso en un tema tan baladí como este, que les vino al dedo como oportunidad para politizar lo que sea que tengan en frente, realmente debía ser ignorado en el mejor de los casos, o estudiado con algún criterio más serio en la salvedad. Ninguna de las dos sucedió…
Al final, el albañil asadero se convirtió en un «antihéroe popular» (sí nos basamos en las reacciones de las redes sociales). Por lo visto, el señor «no era lo que queríamos, pero sí lo que necesitábamos» (bueno, para ustedes seguramente).
Y de esta manera, el «asadero de los panteones» fue elevado a la categoría de «digno representante para el Panteón de los Héroes» de la noche a la mañana. ¡Fo! ¡Sí últimamente a cualquier gente se le lleva ahí! En fin.
Pero la historia tiene un cinematográfico inesperado de magnitud «David Lynch» (que falleció hoy, Dios lo tenga en su gloria): se dice que el asadero «antihéroe» y «Perurimá» de nuestra patria, había sido que supuestamente, fue imputado años atrás por dizque robar tumbas y vender sus partes; esto según habría reportado el diario ABC Color un 28 de septiembre de 2014.
¿Qué? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Cuál? ¿Por qué y para qué?
Sí. Es lo que se dijo entonces, yo no puedo afirmar ni negar, esta es una simple editorial. Lo que es seguro es que todo ser humano tiene derecho a que se presuma su inocencia hasta que se demuestre su culpabilidad, que se le favorezca siempre con la duda razonable y, desde luego, fundamentalmente, reparar el daño y reivindicarse ante la sociedad.
Habiendo dicho eso… ¿En qué quedamos? Esa pregunta la responderá el querido lector.
Yo sólo diré como conclusión que nuestro país se encuentra en una situación social calamitosa. ¿Y por qué puedo afirmarlo sin tapujos? Pues porque de la noche a la mañana, como por arte de magia, a un albañil con dizque dudosos antecedentes, a un «Perurimá» de la vida que es mejor «perderlo antes que encontrarlo», se lo convirtió en «anti héroe nacional» y se lo puso en un inmerecido altar… Todo porque a una señorita activista política y chef se le ocurrió la malísima idea de filmarlo e intentar «escracharlo» en redes sociales.
Nunca creí que iba a escribir esto pero… ¡Madre de Dios, qué mal estamos!