En reiteradas ocasiones el presidente de la República, Santiago Peña, aludió a que es una persona que rechaza todos los populismos, sean de derecha o de izquierda, y que su gobierno no estará orientado ni a la derecha ni a la izquierda, sino hacia adelante.
Más allá de que esas frases del presidente suenen bien para contentar a cierta prensa progresista y pretendan transmitir una intención (o presunción) de imparcialidad y neutralidad, lo cierto y lo concreto es que, en un ambiente político proclive a la polarización, los del centro reciben balas de ambos lados, y con frecuencia los que oficien de sacerdotes de la neutralidad en una política tensionada por las diferencias ideológicas no satisfarán a tirios ni a troyanos.
El centrismo en política, que es el lugar de los ecuánimes y sensatos, es también el agujero político favorito los timoratos y pusilánimes. El problema es que, fuera cual fuere el caso, frente a fuerzas políticas decididamente posicionadas en los extremos del eje político, de derecha o izquierda, el centrista, timorato o sensato, ecuánime o pusilánime, tiende a ceder terreno en una estrategia posicional que busca contentar a todos, y si algo sabemos de la vida, como de la política, es que es imposible tener a todos contentos.
El centrismo, que en tiempos de paz y prosperidad puede parecer la buena política, en tiempos como los que vivimos, una época de asedios socialistas y conspiraciones globalistas, es indudablemente la filosofía política de la claudicación. Al centrista podés pedirle cualquier cosa menos una posición firme en temas controversiales. Su amorfismo político solo le permite respuestas políticamente correctas en tiempos donde impera el disoluto catecismo woke ¿Por qué es necesaria una ley para prevenir y sancionar actos de racismo y discriminación, señor presidente? En Paraguay no existe el racismo y esa ley servirá de puerta de entrada para la invasión migratoria ¿Bajo qué circunstancias tenemos que adherir al Pacto del Futuro o la Agenda 2045, firmando, aunque luego haciendo ciertas aclaraciones cuando nuestra sola presencia en un evento globalista lo expresa todo? El globalismo es un cáncer político ¿Si usted mismo, señor Presidente Santiago Peña ha señalado el fracaso del multilateralismo para resolver los problemas acuciantes del mundo, por qué seguir trasladando paulatinamente nuestra soberanía política a órganos multilaterales como la ONU o la OEA? La soberanía del Paraguay reside en el pueblo paraguayo no en burócratas en Bruselas o Nueva York ¿Por qué el Ministerio de la Niñez y la Adolescencia (MINNA) sigue atestado de militantes y organizaciones LGTB que deambulan alrededor de la niñez paraguaya como hienas hambrientas? No a la ideología de género en instituciones políticas paraguayas.
Señor presidente Santiago Peña, cuando los paraguayos votamos por usted lo hicimos porque nos prometió un gobierno de Dios, Patria y Familia. Una agenda política donde se priorizarían los intereses del Paraguay y no seríamos depositarios de políticas globalistas que, a modo de sardinas enlatadas, son depositadas en ámbitos parlamentarios burlando la voluntad popular y convirtiendo a nuestros políticos electos en simples marionetas de un poder global. Le exigimos que cumpla sus promesas y considere que la historia no recordará a los irresolutos. Buscar el centro político no servirá para contentar a sus detractores de izquierdas quienes no creen en su “neutralidad” y solo le servirá para perder el electorado duro y comprometido que lo votó por ser la opción más a la derecha en aquel tablero electoral del 2023.
Son tiempos de actuar conforme a encendidas convicciones republicanas y patriotas, y no buscar la guarida segura del centro político funcional al disolvente globalismo en boga. Son tiempos de convertirnos, como nación, en representantes de la derecha soberana, libertaria y patriota. Finalmente, recuerde la sagrada escritura que dice: “por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca”.