Me parece correcto lo expresado por el presidente Santiago Peña y el ministro de Hacienda, Carlos Fernández Valdovinos. “No habrá aumentos de impuestos”. Esta es una buena señal, sin embargo, para hacer realidad tan elogiable deseo es imprescindible iniciar las reformas.
Para ello es preciso partir de la idea correcta. El Estado en ningún modo puede suplantar la iniciativa, el esfuerzo, la inversión y la división del trabajo que solo el mercado libre puede conseguir.
Solo el mercado libre y abierto es capaz de conseguir el tan ansiado progreso no solo material sino también educativo.
El gobierno, cualquiera sea, no cuenta con los recursos para eliminar la pobreza, el desempleo o repartir tierras para los ocupantes de propiedades privadas.
En realidad, si hay algo que en estos años se ha venido probando es que el Estado como tal no solo no dispone de un solo guaraní que previamente no le haya sacado a la gente, sino que igualmente la sustracción del dinero hecho de modo coercitivo termina en elevar la corrupción y en riquezas mal habidas de aquellos que precisamente “administran” el dinero de otros.
Lo que hoy tenemos se debe a un grupo de ideas y prácticas de raíz socialista donde la “industria de la pobreza y la dependencia” de la politiquería le conviene a un grupo de facinerosos.
No hay de otra: para mantener los impuestos e incluso bajarlos hay que hacer reformas.