«Sed Contra» diría el Dr. Angélico de Rocaseca cuando presenta sus objeciones a una u otra cuestión de la Suma de Teología. Estas objeciones vienen desde distintos ángulos, a los que Santo Tomás de Aquino, con paciencia de francotirador, va acertando y bajando uno por uno.
Por una parte, tenemos al Profesor Mario Ramos Reyes, eminente filósofo paraguayo que tengo entendido reside en los Estados Unidos de Norteamérica. El lugar en el que uno elige vivir dice mucho de sí mismo (salvo que las circunstancias hayan forzado la migración, en ese caso, no hay mucho que decir). Por el otro aparece Héctor Rafael Acuña Troche, referente del «liberalismo clásico» en el Paraguay, Directivo de la «Fundación ISSOS».
Y desde luego, un humilde servidor se pone a terciar en esta discusión, en el rol del «Sed Contra», porque soy así, gracioso, simpaticón. No pretendo ponerme a la altura del Aquinate, ¡válgame Dios!, pero haré el esfuerzo con la mayor brevedad posible.
Antes de entrar en tema, diré que tuve el gusto de conocer en persona a ambos personajes. A Héctor hace varios años ya, en la militancia «provida y profamilia». Al Profesor Ramos Reyes en una serie de conferencias magistrales que dictó en el Seminario Metropolitano de Asunción, aunque quizás él no me recuerde, lo que no sería problema alguno.
Con Héctor Acuña, a quien aprecio mucho, tuve la posibilidad de debatir personalmente que «El Liberalismo es Pecado», lo que quedó demostrado con contundencia desde la perspectiva de la Santa Iglesia Católica, que es lo único que importa. A partir de este momento, ya entramos en el tema…
Ramos Reyes escribió en el periódico La Nación de Paraguay, en fecha 30 de mayo de 2021, un artículo con modo de pregunta: «¿Ha Fracasado el Liberalismo?». El autor de dicho ensayo no atinó a una conclusión personal y se limitó simplemente a comentar las impresiones que le ha generado la lectura de la influyente obra del escritor estadounidense Patrick Deneen, titulada «Why Liberalism Failed?». ¿Por qué fracasó el liberalismo? Por una serie de cuestiones que afirma Deneen y luego interpreta Ramos Reyes, según su propia óptica.
En un punto específico, Mario Ramos Reyes señala:
«Dos advertencias, creo, serían importantes: el texto, crítico del liberalismo, no lo hace desde una postura confesional, en cierta manera nostálgica en ciertos sectores eclesiales hacia la década de 1940s y 1950s, sobre todo en España y América Latina, con aquello de que “el liberalismo es pecado”. Y la segunda, tampoco esta crítica favorece algún populismo de derecha o marxismo recalentado como reemplazo al liberalismo».
Quizás al querido Héctor Acuña se le escapen estas sutilezas, pero a mí no.
«Sed Contra»: el muy estimado Profesor Mario Ramos Reyes hace algo ligeramente encubierto, como quien no quiere la cosa. Pretende que la afirmación «el liberalismo es pecado» es meramente un capricho de ciertos grupúsculos que han surgido en el mundo hispano y sólo en el siglo pasado. Pero… ¿Está seguro de ello? ¿Puede demostrarlo? ¿O quizás el autor realiza una tentativa solapada de «blanquear» al insalvable liberalismo?
Hablamos desde la perspectiva de la Iglesia de Jesucristo, que es Una Sola: Santa, Católica, Apostólica y Romana. ¿Qué dice el «magisterio pontificio» sobre el «liberalismo», Profesor Ramos Reyes? Estoy seguro que un hombre sumamente ilustrado como Ud., lo sabe a la perfección. Pero para nuestros lectores, voy a señalar que, explícitamente, desde «Mirari Vos» y «Singulari Vos» del Papa Gregorio XVI (por no citar a pontífices anteriores) hasta «Fratelli Tutti» del Papa Francisco, absolutamente todas las formas del liberalismo han sido condenadas por la Iglesia Católica.
Es más, y de hecho que precisamente, sí hay algo que se ha sancionado de manera sumamente clara y específica, es la idea tan difundida por personajes interesantes (porque no dejan de tener sus argumentos más o menos respetables) pero, al fin y al cabo, totalmente equivocados como Felicité Robert de Lamennais, quienes pretendían conciliar lo que es por completo incompatible, esto es, que «Liberalismo» y «Catolicismo» pueden andar juntos. Afirmar tal cosa equivale a decir que Satanás y Jesucristo son amigos.
¿Por qué digo todo esto? Porque el querido Héctor Acuña cree que el Profesor Ramos Reyes es un «partisano antiliberal». Esto no es cierto, al menos no a simple vista. Una rápida inspección en el interesante «Twitter Feed» del mencionado docente paraguayo radicado en EEUU, levanta muchas «alertas rojas» para mi personal sentido arácnido. Quizás Héctor Acuña, que es liberal clásico, no tenga el radar con la «sintonía fina» necesaria para percibir esas cuestiones. Pero para mí, católico (pecador, desde luego, que Dios me ayude) educado en la escuela del Conde de Maistre, Juan Bautista Vico y Donoso Cortés, ciertas de las cosas (ideológicas y filosóficas, desde luego, nada personal) que comparte el muy estimado Profesor Ramos Reyes me producen repelús. Hay en él una curiosa mezcla entre un sano «tradicionalismo católico» con reivindicaciones a autores liberales sumamente anti-católicos.
En cierto momento me llegué a discutir con el estimado Profesor Ramos Reyes (siempre en tono respetuoso, aunque firme, como corresponde a todo debate) porque él, contestando a algunas de mis publicaciones, escribió lo siguiente en su Twitter (compilo todo en un solo párrafo, quitando lo innecesario y dándole forma estética, pues el Twitter, como sabemos, no es muy elegante):
Sólo acá tengo como para un libro de 500 páginas de respuestas al estimado Profesor Ramos Reyes, no obstante, me limitaré a unas breves consideraciones.
«Sed Contra»: en primer lugar, Santa Juana de Arco no fue muerta «por culpa de la Iglesia» sino porque los ingleses, que la capturaron, no soportaron la «pichadura» de que una mujer les haya derrotado militarmente y le hicieron un juicio nulo de total nulidad, que la misma Roma se encargó de rectificar y luego la gloriosa mártir fue canonizada; segundo, el Monseñor Sardá y Salvany (autor del célebre libro «El Liberalismo es Pecado») no hace sino citar enseñanza pontificia y episcopal largamente sustentada en el magisterio, no es «invento suyo» el asunto; tercero, que yo respeto mucho a Julián Marías en sus trabajos contra la «Leyenda Negra anti española», pero él no es autoridad alguna para enseñar si «liberalismo y catolicismo» son compatibles; y cuarto, que es muy atrevido (para no decir otra cosa) por parte del respetado Profesor Ramos Reyes, hacer la afirmación de que el Papa Benedicto XVI haya defendido «el iluminismo, el modernismo y el Estado Liberal».
Habiendo dicho todo esto, seguramente el amigo Héctor Troche, liberal clásico y no-católico, se estará dando cuenta que su artículo (que comentaré muy brevemente) en contra del citado escrito del Profesor Ramos Reyes, está lejos de dar en el blanco. Simplemente, porque Mario Ramos Reyes no es «antiliberal». El docente paraguayo radicado en los EEUU ha reivindicado varias veces los «avances» logrados supuestamente «gracias al liberalismo». Incluso, cae en numerosas «Leyendas Negras» contra la Iglesia Católica. Y conozco, de primera mano, que el estimado Profesor Ramos Reyes es un reivindicador (o por lo menos lo era) de la filosofía política del francés Jacques Maritain (entre otros de línea similar, posmoderna), quien en cierto sentido, es un heredero intelectual y continuador de lo que predicaba Felicité Robert de Lammenais, aunque más disuelto, más diluido, más suavizado. De hecho, Héctor Acuña podría leer el artículo del Profesor Ramos Reyes, publicado en «Diario La Nación» de Paraguay, titulado «Cristianismo y democracia: medio siglo sin Jacques Maritain».
Lo que quiero decir con todo esto es que el querido Héctor Acuña se equivoca si cree que el muy respetado Profesor Ramos Reyes es un «enemigo del liberalismo». ¡Si me pongo a escarbar más profundo, como buen «Inquisidor», qué más encontraría!
Dejo allí el asunto con Don Mario Ramos Reyes, a quien, a pesar de las diferencias gravísimas en temas de catolicismo, le expreso el máximo de los respetos a su carrera de pensador, de docente y su gran calidad de ser humano. Paso ahora a hacer un brevísimo responso al artículo del amigo Héctor Acuña titulado «La Hipótesis Derrotada: El Liberalismo Fracasó».
Primero que nada, le recomiendo al buen amigo Héctor que abandone la malísima costumbre liberal de repetir mantras y eslóganes que no se condicen con hechos históricos. Uno puede hablar mucho de sus ideas y discursos, pero los actos concretos valen mil veces más que las palabras. Eso lo sabía el Conde Alexis de Tocqueville, a quien ciertamente, podríamos llamar «liberal clásico». Él consideraba que la «Revolución Francesa» fue algo positivo para su país, una especie de «consecuencia natural» de la evolución, el progreso y el desarrollo de las ideas y la política en territorios galos. La muy peculiar defensa que Tocqueville realiza hacia la actuación de «jacobinos y girondinos» nos confirma, una vez más, que la Revolución Francesa no es sino liberalismo clásico, puro y duro. Hechos, no palabras.
Luego, «Sed Contra», es absolutamente irrelevante lo que diga John Locke (y Thomas Hobbes) sobre la naturaleza humana, sobre Dios y sobre su supuesta «antropología». Lo único que importa en su presunto pensamiento, es lo que él plantea sobre la autoridad y la Ley. ¿Para Locke, la autoridad y la ley se sustentan en acuerdos sociales, consentimientos? ¿O las leyes tienen orígenes divinos e inapelables? Sí la respuesta es lo segundo, ¿quiénes interpretan la Ley?
Como Locke es archienemigo de la Iglesia Católica (véase su «Ensayo sobre la Tolerancia», en el que propone tolerar todo, menos a los «papistas»), la respuesta jamás será otra cosa sino que la «autoridad y las leyes vienen del pueblo, por el pueblo y para el pueblo». Y si una población decide legislar a favor del aborto, ¿quién podrá impedírselo? Si democráticamente se elige aprobar la eutanasia, ¿quién tiene poder para evitarlo? Es más, sí las «fuerzas del libre mercado» están a favor de vender «cirugías de cambio de sexo» para mutilar a personas sanas y ponerlas bajo permanente dependencia de carísimas drogas y tratamientos médicos, ¿qué podrá hacer John Locke para impedirlo, según su propia filosofía política? ¿Utilizará la fuerza coercitiva del Estado? ¿Con qué autoridad, si esas «leyes» se aprobaron «democráticamente»?
¿Vas a intervenir contra el libre-mercado de la prostitución, la pornografía y los estupefacientes, Héctor Acuña, querido amigo? ¿O llegarás a la lógica consecuencia de tu ideología liberal y propondrás, como Murray Rothbard, el «libre tráfico de bebés» (como solemos decir en burla)? Ya ni hablemos de otros asuntos, que con estos tenemos más que suficiente.
La respuesta es sencilla, mi buen amigo Héctor: el «liberalismo clásico» nada puede hacer al respecto, pues en su misma base, que es el «non serviam» hacia lo que enseña la Iglesia Católica (en el fondo, es esto y nada más que esto: el rechazo a la Verdad Revelada por Jesucristo, de allí que «el liberalismo es pecado»), no tiene poder ni capacidad ni autoridad ni ley ni limitación alguna que impida que todas esas aberraciones, y otras tantas que no menciono, terminen imponiéndose gradualmente en la sociedad. O parafraseando un poco y con cierta libertad al ruso Fyodor Dostoievski en su novela «Los Endemoniados»: «abuelos protestantes, padres liberales, hijos marxistas». He allí, en resumen, lo que Patrick Deneen plantea con su crítica al liberalismo, reseñada (aunque no necesariamente compartida) por el Profesor Ramos Reyes.
¿Quién es el «Sumo Pontífice» del liberalismo, Héctor? Varias veces te lo pregunté en broma y en serio. Según tu artículo, al menos en Paraguay, lo es la «Fundación ISSOS». Pues bien, ¿qué han dicho allí sobre las posturas pro-aborto, pro-tráfico de bebés, pro-prostitución, pro-eutanasia, pro-venta de órganos, pro-cirugía de «cambio de sexo», etc., de autores liberales a los que tanto admiran?
Todo eso sin entrar en otros temas como «separación de Iglesia – Estado», «matrimonio civil», «libertad religiosa» (correctamente entendida), orden gubernamental, sistemas económicos, Estado y estatismo, entre otras cuestiones. Bueno, para cerrar, apelaré a la cómica pseudo-autoridad de los Monty Python cuando gritaban en uno de sus más famosos sketches: «Nadie Espera a la Inquisición Española». Hasta que esta aparece, claro está… Allí llegué, tiré unos «Sed Contra», y luego me fui. Un cordial saludo a Mario Ramos Reyes y a Héctor Acuña Troche, a quienes expreso mis más distinguidas consideraciones.