La diosa romana de la justicia se llama Astrea. Es una mujer, que tiene los ojos vendados, posee una balanza en la mano izquierda y una espada en la derecha. Los modelos de administración de la justicia del hemisferio occidental, nacidos bajo la influencia greco-romana-cristiana han evolucionado bajo esa metáfora: que la justicia debe sopesar los hechos o evidencias sin mirar quiénes están involucrados en un crimen o delito.
Creo que a menudo damos por sentado el progreso ignorando que nuestras sociedades occidentales funcionan solamente porque se hallan asentadas sobre fundamentos institucionales sólidos, antiguas reglas que han demostrado su utilidad en un largo proceso social de ensayo y error, orientando la gestión de los conflictos hacia una resolución pacífica. En ese sentido, un sistema de administración de justicia que proceda sin mirar a quién juzga y base sus sentencias estrictamente en las evidencias juzgadas, a la luz de leyes generales previamente establecidas, es uno de los logros más importantes de nuestra civilización.
El sistema de administración de justicia precisa de tres condiciones para que funcione relativamente bien:
- Que la justicia mantenga sus ojos vendados.
- Que el juicio se realice solo por medio de la balanza.
- Que la espada (de dos filos) esté en la mano ejecutora.
No deja de ser significativo que la justicia posee una venda, pero no es ciega. El riesgo de que se retire la venda y mire existe, sin embargo, si acaso lo hiciera juzgaría según las apariencias y no según el peso de las evidencias. El peso de las evidencias debe ser el único e inequívoco factor que determine el veredicto de la Justicia. Los ojos pueden ser engañosos en este respecto.
¿Pero cómo se realiza materialmente este ideal de justicia, es decir, que la misma mantenga los ojos vendados en términos prácticos? ¿Acaso los jueces no deben conocer a los juzgados? ¿Deben los jueces cubrirse los ojos? No, no se refiere a eso, o al menos el sistema judicial occidental no ha evolucionado así. La venda en los ojos de la justicia se logra por el insospechado medio de la generalidad y universalidad de la ley. Un código de principios y leyes generales que escapa a las particularidades y tiene como sujeto de derechos y obligaciones al individuo, es un sistema que dificulta la natural propensión de los actores humanos a beneficiarse a expensas del mismo. Así se tapan los ojos de la justicia.
Actualmente sectores progresistas declaran la ideológica pretensión de retirarle la venda a los ojos de la Justicia para que esta pueda ver con “perspectiva”: con “perspectiva de género”. Argumentan que la justicia no es suficientemente perfecta a la hora de abordar las particularísimas vicisitudes humanas. Las leyes formales le parecen insuficientes y reclaman leyes particulares, “leyes privadas” para ciertos grupos y colectivos. La palabra “privilegio” etimológicamente proviene de los vocablos latinos “privum” y “lex”: “leyes privadas”. Un privilegio sucede cuando se elaboran leyes a medida de intereses sectarios o personalísimos. Estos sectores de izquierda creen poder corregir los vicios de la justicia, que tanto denuncian, privilegiando una perspectiva colectivista por sobre otras perspectivas ¿Cuántas perspectivas hay para juzgar un hecho? Miles ¿Por qué privilegiar una «perspectiva» sobre otra y quién decide qué perspectiva privilegiar? No hay respuesta razonable.
Cuanto menos general y más particular sea la ley, más intensos y numerosos serán los incentivos para que los agentes busquen beneficiarse a expensas del sistema judicial, convirtiendo a la Justicia en una promiscua diosa que sirva a intereses personales y sectarios. Los izquierdistas, en general, y las feministas, en particular, creen que pueden corregir al sistema alentando sus vicios, pero lo único que lograrán introduciendo la “perspectiva de género” al mismo es empeorar la calidad institucional de la administración de justicia convirtiéndola en un ecosistema donde proliferen “cazadores furtivos” y “salteadores de caballo”.
A menudo un sistema así se vuelve contra sus creadores. Es la telaraña atrapando a las arañas. O como dice el adagio chino: “El fuego que enciendes para tu enemigo con frecuencia te quema más a ti que a él”. Finalmente, es importante recordar que el arma en la mano derecha de la Justicia es una espada de dos filos y en su naturaleza está herir incluso a su portador.