La noticia de la caída de la fusión entre Banco Atlas y Banco Familiar ha sido presentada por algunos medios como un fracaso judicial atribuido a una medida cautelar y al juez Blanco de la causa ITTI-Atlas. Sin embargo, la realidad es mucho más clara y mucho menos espectacular: la operación nunca tuvo el terreno firme para prosperar.
Según fuentes cercanas a la fusión, las desavenencias entre los directorios de ambos bancos eran múltiples y profundas. Altas fuentes internas revelan que ni siquiera se había podido cerrar un acuerdo sobre el precio final de la operación, un detalle básico en cualquier negociación de esta envergadura. Sumemos a esto las causas judiciales que salpican al directorio de Atlas, vinculadas a operaciones sospechadas de lavado de dinero, incluyendo los casos Cabeza Branca y Conmebol, que terminaron en imputaciones fulminantes. Estos problemas se convirtieron en un verdadero dolor de cabeza para el directorio y los accionistas de Banco Familiar, quienes veían amenazada su reputación.
En este contexto, y con plena conciencia de que la fusión estaba agonizando por motivos internos, Atlas y algunos sectores de la prensa —en particular ABC— armaron un circo mediático. Se impulsó una denuncia ante el Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados contra el juez Blanco, buscando asignarle la responsabilidad de lo que nunca fue más que un fracaso de gestión y negociación. Fuentes confiables del Poder Judicial confirman que emisarios del diario intentaron levantar la medida cautelar y presionar a los camaristas a cargo; al no obtener los resultados deseados, optaron por embarrar la cancha y construir un relato conveniente.
Hoy, con la fusión oficialmente terminada, buscan un chivo expiatorio. Le asignan a una medida cautelar la capacidad de bloquear una operación comercial de esta magnitud, cuando en realidad se trata apenas de una disposición precautoria, sin impacto sobre el fondo del asunto. La verdad, como suele ocurrir, es mucho más sencilla y menos sensacionalista que la versión mediática: la fusión fracasó por desacuerdos internos, problemas de reputación y la complejidad de las negociaciones, no por la actuación de un juez o por supuestas trabas judiciales.
El intento de responsabilizar a ITTI y a la justicia no es más que un acto desesperado de quienes necesitan encontrar un culpable para justificar lo inevitable: una fusión que nunca tuvo futuro. Mientras algunos celebran titulares llamativos, la realidad sigue intacta: la verdad, confirmada por fuentes cercanas a la fusión, no se quiebra con operaciones mediáticas ni con narrativas construidas a medida.




