En una zona donde la producción de tomate es abundante, un grupo de emprendedores decidió ir más allá de la venta de materia prima. Con el acompañamiento del proyecto “MiPyMEs Compite”, lograron convertir los excedentes de tomate en un producto innovador, artesanal y con valor agregado: una mermelada que combina sabor, sustentabilidad y organización comunitaria. En esta entrevista, Ursulina Siguero, miembro de la comisión directiva de la Comisión Central de Productores Arroyenses (CCPA) y una de las impulsoras del proyecto comparte los aprendizajes, desafíos y sueños detrás de esta iniciativa que nació del campo y apunta a los mercados locales.
¿Cómo surgió la iniciativa de producir mermelada de tomate y por qué se eligió este producto en particular?
La idea surgió debido a la gran producción de tomate en nuestra zona. Observamos que muchas veces había excedentes que no se aprovechaban, por lo que decidimos lanzar un producto nuevo, artesanal y con valor agregado que permita dar uso a esa materia prima local.
Para lograr que un emprendimiento artesanal sea sostenible, es clave incorporar conocimientos técnicos. ¿Qué tipo de tecnología o innovación se incorporó para hacer viable la producción a pequeña escala?
Se aplicaron técnicas básicas de procesamiento y conservación, junto con buenas prácticas de manufactura. Esto permitió transformar el tomate en un subproducto de calidad, utilizando herramientas accesibles y adaptadas a una producción artesanal.
El proyecto “MiPyMEs Compite” busca fortalecer a los emprendedores en aspectos organizativos y comerciales. ¿De qué manera contribuyó este programa al desarrollo del grupo?
El proyecto contribuyó a acrecentar los conocimientos de los participantes sobre cómo desarrollar un producto alimenticio y ofrecerlo al público. También permitió fortalecer la organización del grupo, la planificación y la gestión del trabajo en equipo.
Detrás de cada iniciativa productiva hay una historia comunitaria. ¿Qué impacto ha tenido esta experiencia en la comunidad o en los productores locales que forman parte del proyecto?
La experiencia fue muy productiva, ya que nos permitió aprender a elaborar subproductos del tomate y aprovechar mejor los recursos de la zona. Además, motivó a otros productores a interesarse en la transformación de alimentos como una oportunidad de desarrollo local.
Uno de los grandes desafíos de los productos artesanales es mantener estándares de calidad. ¿Cómo se asegura la calidad del producto final y qué estrategias se están considerando para su comercialización?
La calidad del producto es óptima, ya que se aplicaron controles de higiene y buenas prácticas durante la elaboración. Sin embargo, actualmente no se está produciendo debido al alto costo de la materia prima, aunque se proyecta retomar la producción cuando las condiciones sean más favorables.
Finalmente, todo proceso deja enseñanzas y abre nuevas metas. ¿Qué aprendizajes o desafíos destacarías hasta el momento y cuáles son las próximas metas del equipo que liderás?
Destacamos el compañerismo, la responsabilidad y la importancia de mantener la inocuidad en el lugar de producción. Entre los desafíos está la sostenibilidad económica del proyecto y como próxima meta buscamos reactivar la producción y mejorar la presentación del producto para su comercialización.
La experiencia demuestra que el desarrollo local no siempre depende de grandes inversiones, sino de la capacidad de organización, innovación y aprovechamiento de los recursos propios. Con acompañamiento técnico y visión comunitaria, estos emprendedores transformaron un simple excedente agrícola en una oportunidad económica y social. La mermelada de tomate se convirtió así en un símbolo del valor agregado rural y del potencial que tienen las pequeñas comunidades cuando deciden producir, transformar y crecer juntas.





