La reciente visita de la comitiva paraguaya a China continental pasará a los anales de la diplomacia… si se quiere estudiar cómo humillar sin levantar escándalo. La delegación, compuesta mayormente por legisladores nacionales, llegó con la expectativa de recibir un trato acorde a su rango. Lo que obtuvieron, en cambio, fue una clase magistral de ninguneo.
El recibimiento oficial corrió a cargo de Zhang Run, un funcionario de cuarto rango y director general para Latinoamérica, y Hao Ping, vicepresidente de Asuntos Exteriores del Congreso chino. Sí, para quienes habían imaginado fotos con ministros o viceprimeros ministros, la realidad fue comparable a asistir a una premiere de Hollywood y que te den boleto de la fila de atrás.
Como guinda del pastel, los parlamentarios fueron conducidos a Huawei, esa especie de “embajada alternativa” del gigante asiático en Paraguay, cuya reputación incluye visitas policiales por actividades sospechosas frente a la residencia del embajador de Taiwán.
También, según los posteos del periodista “Chiche” Corte, los legisladores mantuvieron reuniones con un grupo de jóvenes a quienes las autoridades chinas, con una sonrisa diplomática, presentaron como “inversores”, en una escena que se parecía más una visita a un coworking de start-ups que a una misión oficial internacional.
En resumen, la visita dejó varias enseñanzas: los legisladores paraguayos aprendieron la diferencia entre “tratar con China” y “ser tratados por China”, la paciencia de los anfitriones y, sobre todo, cómo es recibir café mientras te muestran a la juventud empresarial como si fueran los verdaderos protagonistas. Si alguien pensaba que la diplomacia era glamour y grandes acuerdos, China demostró que, a veces, basta con un grupo de jóvenes sonriendo y algo de merchandising de Huawei para poner a toda una delegación en su lugar.







