Como era de esperar se, el Olimpia de las improvisaciones dio nuevamente lástima el día de ayer ante Recoleta. El franjeado es un barco perdido en la nebulosa de un mar de pesadillas, y tiende a no tener escapatoria.
El estadio Luis Alberto Salinas Tanasio, en Itauguá, fue testigo del triunfo de Recoleta sobre Olimpia por 1-0, en un partido que dejó al Decano maltrecho y desnudo de ideas.
Olimpia arrancó desdibujado: lento en la circulación, impreciso en los pases y con un aire de derrota anticipada. Nunca pareció saber qué hacer con la pelota. Recoleta, con criterio y valentía, explotó cada rendija que dejó el rival y martilló sin descanso el arco franjeado.
La insistencia de Recoleta fue su marca. Cada llegada sin respiro, cada desborde por afuera, cada centro buscaba grietas. Mientras Olimpia daba círculos estériles, el canario atacaba con decisión.
En el minuto 34 del segundo tiempo apareció la jugada clave: pase profundo de Fernando Galeano que tomó mal parada la defensa olimpista; Juan Sebastián Vargas profundizó por la izquierda y mandó un centro que, en vez de ser despejado con autoridad, se coló aprovechando la desidia rival
El responsable principal del gol rival fue Gastón Olveira. No hay excusas: el arquero adelantó su posición creyendo controlar un envío, pero falló de forma grotesca. Esa “burrada” no es casualidad, ya pesa como una losa entre sus errores acumulados. Olimpia no reaccionó, quedó sin alma, sin respuestas, con los jugadores buscando excusas entre ellos.
Recoleta se llevó un triunfo trabajado, justo y celebra más por la forma que por el resultado. Olimpia, en cambio, queda expuesto: sin orgullo, sin carácter y flotando en su propia mediocridad futbolística.