El senador liberal Salyn Buzarquis volvió a hacer gala de su ligereza discursiva, esta vez en abierta defensa de Palestina, pero con una liviandad que insulta a las víctimas del terrorismo y que, además, se sostiene en falsedades históricas y simbólicas. Su intervención, más que una declaración de solidaridad, fue un ejercicio de propaganda disfrazada de buenismo.
Para empezar, Buzarquis mostró una bandera que no es la oficial de Palestina. En su versión adulterada, incluyó un escudo con dos espadas cruzadas, emblema heredado de la Organización para la Liberación Palestina (OLP), que representa nada menos que la yihad y la violencia como método de lucha política. Un símbolo que, lejos de la paz que dice defender el senador, reivindica la sangre y el terror. Y lo hizo, además, en un contexto donde Hamás –una organización terrorista reconocida como tal en gran parte del mundo– mantiene aún secuestrados a 48 rehenes israelíes, entre jóvenes y ancianos de entre 19 (Itay Chen) y 85 años (Amiram Cooper), encerrados en túneles de Gaza desde hace 714 días. ¿Se olvidó de ellos el senador, o prefirió callar para no incomodar a sus simpatías ideológicas?
¿Se olvidó también de Ariel y Kfir Bibas? Los hermanos Ariel (4 años) y Kfir (9 meses) fueron secuestrados por Hamás el 7 de octubre de 2023 durante el ataque al kibutz Nir Oz, en el sur de Israel. Junto con su madre, Shiri Bibas, fueron llevados a Gaza y mantenidos en cautiverio. En noviembre de 2023, Hamás afirmó que la familia había muerto en un ataque aéreo israelí. Sin embargo, en febrero de 2025, tras un acuerdo de alto el fuego, Hamás entregó los cuerpos de los niños y su madre a Israel. Las pruebas forenses confirmaron que Ariel y Kfir fueron asesinados a sangre fría por sus propios captores, no con balas o como resultado de un ataque aéreo, tal como había sostenido Hamás, los asesinaron con sus propias manos.
Volviendo al lacrimógeno video, Buzarquis, en su peculiar clase de heráldica “libre”, aseguró que los colores de la bandera palestina representan “el dolor, la paz, la esperanza y la sangre derramada del pueblo palestino”. Un relato que suena más a una canción de Diego Torres que a rigor histórico. Porque la verdad es otra: los colores de la bandera no son invención poética, sino que corresponden a los colores panárabes que nacieron en la Revuelta Árabe de 1916, vinculados a los grandes califatos: el abasí, el omeya y el fatimí, mientras que el triángulo rojo representa a la dinastía hachemí. Es decir, nada de la fantasía sentimental que improvisó Buzarquis frente a las cámaras.
Lo más grave, sin embargo, no es la ignorancia en materia de símbolos, sino la selección deliberada de la memoria y el dolor. El senador habla de los niños y ancianos palestinos –víctimas reales de un conflicto que los propios terroristas usan como escudo humano–, pero calla sobre los niños, ancianos y civiles israelíes asesinados en atentados, o los que siguen secuestrados en condiciones inhumanas. Buzarquis parece no tener espacio en su discurso para la sangre israelí. Esa omisión no es inocente: es complicidad.
La ironía llega al extremo cuando el propio senador declara:
“El mundo que quiere la paz, que cree en la justicia y la tolerancia entre los pueblos sabe que la causa Palestina es una causa basada en las leyes internacionales”.
¿De qué paz y de qué justicia habla, cuando el movimiento que dice defender mantiene secuestrados a decenas de inocentes, mientras dispara cohetes indiscriminados contra la población civil israelí? ¿Qué tolerancia es esa, cuando se glorifica a una organización que basa su existencia en la destrucción del otro?
En conclusión, el senador del PLRA nos deja dos posibilidades: o bien habla desde una ignorancia supina, lo cual es grave en alguien con pretensiones de representar al pueblo paraguayo, o bien actúa con mala fe, utilizando la causa palestina como excusa para blanquear a una organización terrorista. En ambos casos, la conclusión es la misma: Salyn Buzarquis demuestra que no está a la altura del cargo que ocupa.