Por Gerardo Blanco Alvarenga
En estos días sucedió un acontecimiento inesperado para el público ya que difícilmente sabremos lo que ocurre en las intimidades de los medios masivos de comunicación. Y más aún si se trata de los fríos pasillos de una redacción (aunque se trate de un holding muy conocido) y el protagonista sea una ¨figura mediática¨ rutilante.
Bien es sabido que los conglomerados mediáticos responden a intereses corporativos inmediatos ya sean de sus propietarios coyunturales y/o con un marcado sesgo político-ideológico que representan sus líneas editoriales en sus distintos formatos (Radio, TV, plataformas digitales) etcétera.
A titulo personal considero que es un error garrafal de la academia insistir con programas curriculares que pregonan falazmente la ¨objetividad¨, la ¨imparcialidad¨ y la ¨Neutralidad¨ ya que esos tópicos son casi imposibles de desarrollarlos. Porque la actividad periodística es ejercida por personas que poseen sus propios pensamientos, creencias, criterios y emociones. No se puede seguir engañando desde las aulas a postulantes que al ser imbuidos por esos conceptos ¨académicos¨ terminaran chocando contra el muro de la realidad (más tarde o más temprano)
Volviendo al punto central del articulo lo que sucedió es que el afamado comunicador Enrique Vargas Peña (EVP) ha tenido un encontronazo con sus compañeros de la redacción del citado holding. En este caso ABC color.
El motivo que origino este hecho poco feliz fue que el susodicho periodista fue acusado de maltrato verbal y violento hacia un compañero suyo de tareas luego del desarrollo de una entrevista realizada al diputado Raúl Benítez que derivo en un escandalo interno del diario y provoco la reacción de sus colegas de la sección política del mencionado matutino.
La cuestión es si verdaderamente existió dicho maltrato o es una jugada de ajedrez para intentar cercenar las posturas y opiniones de EVP. Ya que claramente sus compañeros de trabajo o gran parte de ellos no comulgan con sus líneas de pensamiento político-ideológicas que hasta muchas veces va en contra de los intereses mismos del grupo Zucolillo.
El Artículo 26 de la constitución Nacional expresa taxativamente lo siguiente:
- Libertad de Expresión y Prensa:
Se asegura la libertad de expresión y de prensa, así como la difusión del pensamiento y la opinión.
- Sin Censura:
La garantía se establece sin censura previa, permitiendo únicamente las limitaciones que la propia Constitución establezca.
Es decir; si la propia constitución establece y garantiza la libertad de expresión y de prensa para todo aquel que la ejerza de manera responsable. ¿por qué querrían censurar a EVP sus propios colegas del medio? La pregunta puede pecar de inocente, pero, lastimosamente los grandes grupos mediáticos responden a designios que obedecen a intereses particulares de sus propietarios (y es hasta legítimo que eso suceda) El meollo de la cuestión es si realmente existe la libertad de expresión y de prensa o simplemente estamos presenciando el colofón de este espectáculo que agoniza y hace aguas por todos lados.
La prensa se ha convertido en un territorio de extensión de la política y sus periodistas o comunicadores en militantes o en el peor de los casos en escribas sometidos al poder político de turno. La polarización ideológica campea en los pasillos, estudios o redacciones de casi todos los medios de comunicación tradicionales. La tolerancia y la disidencia ya no es admitida y quien ose practicarla corre el serio riesgo de ser cancelado por el statu quo del establishment periodístico.
Decía Max Weber, en su obra ¨La política como vocación¨ (1919) que el periodista comparte con todos los demás demagogos, como el abogado y el artista; el destino de escapar a toda clasificación social precisa y alegaba que el periodismo como actividad –de acuerdo al autor- se desarrolla dentro de una empresa periodística, o respondiendo a un jefe político como difusor de ideas de un partido. En otras palabras, el ejercicio del periodismo es similar a la actividad política porque se ejerce dentro de una estructura verticalista donde el mandamás de turno (jefe) es el que dicta las directrices a seguir que en la mayoría de los casos responden a intereses políticos que simpatizan o tienen cierta afinidad con el medio.
La libertad de expresión el chivo expiatorio perfecto para cancelar las voces disidentes
Mientras sigamos con esta dinámica por demás desalentadora de los medios masivos de comunicación el panorama es lúgubre e incierto. Debemos conservar la libertad de poder expresarnos sin temor a represalias por el simple hecho de emanar nuestras opiniones y/o líneas de pensamiento que generan cierto escozor a los partidarios del totalitarismo homogéneo. Debemos luchar contra la cultura de la cancelación solo así nos augura un futuro prometedor y un porvenir fervoroso para las próximas generaciones.